Esta semana, Ana Obregón recuperaba la tradición de posar en bañador para dar el pistoletazo de salida al verano. Han pasado tres años desde que, en 2019, lo hiciera por última vez. Entonces, su hijo, Aless, de 27 años recién cumplidos, parecía haber ganado la batalla contra el cáncer, tras pasar una larga temporada en Estados Unidos. Sin embargo, tan solo unos meses más tarde, fallecía a consecuencia de esta enfermedad.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Ana, aún con el corazón roto, ha decidido volver a felicitar las vacaciones a todos los españoles y dedicarle esta icónica y espectacular sesión de fotos a su hijo, quien habría cumplido treinta años el pasado 25 de junio. “Ahora este posado tiene otro sentido para mí, porque los beneficios irán destinados a su fundación. En realidad, todo lo que hago en mi vida lo hago por mi hijo”, ha confesado Ana en ¡HOLA! Pero, ¿cuál es el origen de este original modo con el que recibir el verano?
Todo empezó en 1992, el año en el que nació Aless, y fue por un trato amable con los cientos de fotógrafos que la esperaban en la pequeña playa que hay bajo su casa de Mallorca. Era tanta su popularidad entonces, por su mediática historia de amor con el conde Lequio y la llegada al mundo de su hijo, que le parecía imposible poder disfrutar de un verano más o menos tranquilo junto a su bebé sin la presencia permanente de las cámaras.
Ana hizo entonces una promesa a los periodistas: “Si vosotros os comprometéis a dejarnos tranquilos el resto de las vacaciones, yo os hago un posado espectacular mañana mismo”. Y dicho y hecho. Al día siguiente, bajó Ana Obregón a la playa en bikini, espléndida, con su bebé de dos meses entre los brazos, y dejó a España entera boquiabierta. Desde entonces, se ha repetido con cierta regularidad un posado que, al igual que las campanadas, todos esperan con ilusión.
Aunque, tal y como contó la propia Obregón en su libro de memorias, el origen de su mítico posado podría incluso ser anterior. “Había una vez una niña rubia de dos años que se cabreaba cuando en las playas de Huelva la confundían con un chico. Dice mi madre que, desesperada, le pedí que me pusiera un collar de cuentas para no dar lugar a más equivocaciones, con lo que deduzco que esos dos deben ser mis primeros posados de verano y realmente los más divinos: con un biquini amarillo y un collar de cuentas del mismo collar más grande que yo”. Lo que no ha cambiado, todos estos años y avatares después, es su sonrisa. Obregón cien por cien. Como su posado.