Teresa Andrés Gonzalvo y su pareja, Ignacio Ayllón, celebran hoy su boda soñada. Desvelado el secreto mejor guardado de la novia, su espectacular vestido -firmado por Navascués-, conocemos otros detalles de su ‘sí, quiero’, que ha reunido a cerca de doscientos invitados en un marco de excepción: el imponente Monasterio de Santa María de El Puig, que mandó construir en el siglo XIII Jaime I el Conquistador en honor a la Virgen a la que se encomendaba en sus batallas, y que se sitúa a las afueras de Valencia.
Como puedes ver, en directo y en exclusiva, en ¡HOLA!+, la ceremonia está cargada de simbolismo. La influencer valenciana ha decidido rescatar una antiquísima tradición -cada vez más en boga- la de la velación nupcial. De acuerdo a este rito, ligado a la liturgia hispano-mozárabe y judía, se cubre, con un mismo velo, los hombros del novio y la cabeza de la novia. Un gesto que se hacía, entre otros motivos, para reforzar la unión de los recién casados.
Un guiño a Eugenia de Montijo, la primera ‘influencer’
Si para completar su look escogió el mismo velo que lució la rica heredera estadounidense Barbara Hutton en su boda con el príncipe georgiano Alexis Mdviani en 1933, para este momento tan especial ha optado por otro -también perteneciente a la colección de Antigüedades Me Encanta- con gran valor. Se trata de una pieza con siglos de historia, que perteneció a una bella aristócrata española que fue considerada toda una influencer de su tiempo, Eugenia de Montijo. Aunque no en toda su totalidad.
El velo que usa Teresa ha sido creado a partir del que llevó la última Emperatriz de Francia el 26 de enero de 1853, cuando unió su destino al de Napoleón III, emperador de Francia y sobrino del Gran Corso, en el altar de la Catedral de Nôtre Dame de París. Tal y como nos explican desde Antigüedades Me Encanta, en un principio, los encajes de su vestido junto al velo debían de ser de Alençon, pero, al no haber tiempo suficiente para realizarlo, se confeccionó en encaje de aplicación de Bruselas. Primero se hacía el dibujo completo de la pieza. Después eran las encajeras las que iban trabajando con bolillos de diferentes tipos de flores, guirnaldas y hojas, y, finalmente, las ‘ensambladoras’ se encargaban de aplicar cada detalle hecho a bolillos sobre el tul. El resultado final fue un imponente velo imperial: en el centro, destaca un ramo de flores, rematado por dos guirnaldas cuyas piezas recuerdan a la letra ‘E’ -que podría ser de ‘Eugenia’-.
La moda era una de las grandes pasiones de Eugenia de Montijo, condesa de Teba -antepasado de los Alba-, quien pronto se convirtió en todo un icono en la corte. De hecho, puede decirse que incluso sentó las primeras bases para que París se erigiese como la ciudad europea de la moda por excelencia. A su modisto de cabecera, Charles Frederik Worth, le confió la tarea de confeccionar para ella vestidos de alta costura que inspiraron a toda una época.
La emperatriz también es recordada por impulsar algunas firmas de lujo, que, a día de hoy, siguen en lo más alto de la industria. Es el caso de Louis Vuitton, a quien proclamó su maletero oficial, o Pierre-François-Pascal Guerlain, su perfumista.
“Me han acusado de frívola y de amar demasiado la ropa, pero es absurdo; eso equivale a no darse cuenta del papel que debe desempeñar una soberana, que es como el de una actriz. ¡La ropa forma parte de ese papel!”, confesó, ya en el exilio, la esposa de Napoleón III a su biógrafo Lucien Daudet.
Con su elección, no cabe duda de que Teresa ha querido hacer un guiño a esta prescriptora de tendencias del siglo XIX, que, sin embargo, se terminó ganando la fama de frívola y soberbia entre los franceses, al igual que María Antonieta. Esta última fue ‘la austriaca’, y ella, ‘la española’.
Los pañuelos de la Reina María Cristina de Habsburgo y Napoleón Bonaparte
El velo no ha sido el único objeto histórico presente en la boda. Teresa Andrés Gonzalvo ha sorprendido a sus invitados incluyendo en la ceremonia otras reliquias que forman parte de nuestra Historia. Tanto es así que las alianzas del enlace reposan sobre un pañuelo que fue de María Cristina de Habsburgo, Reina regente de España y madre del rey Alfonso XIII. En esta prenda se puede apreciar un escudo de armas de la época de su reinado, bordado sobre batista hecha a mano. La rodea un encaje de Valenciennes hecho a bolillos, donde se encuentra la flor de Lis -emblema de los Borbones-. Formando el óvalo interior, aparecen cuartelados los blasones de los Reinos de Castilla y León, en el centro, el escudo de Borbón Anjou, y en la punta, el del Reino de Granada.
En la periferia del óvalo central, a partir de las barras del Reino de Aragón y Cataluña (parte superior izquierda), en el sentido de las agujas del reloj se hallan los blasones del Reino de las Dos Sicilias, Casa imperial de Austria, moderno de la Casa ducal de Borgoña, ducado de Toscana, antiguo de la Casa ducal de Brabante, condado de Tirol, condado de Flandes, antiguo de la Casa ducal de Borgoña y ducado de Parma. Al timbre, corona real, y rodeándolo, el collar de la Orden del Toisón de Oro.
Las arras, por otra parte, descansan sobre un pañuelo que fue propiedad de Napoleón Bonaparte. La abeja era el emblema que distinguía al emperador francés, y por este mismo motivo, solía encontrarse en diferentes piezas textiles. Esta no es una excepción, y aparecen en el borde de la prenda, bordado a mano, y enmarcadas por hojas de laurel. En cada esquina del pañuelo puede apreciarse, también, otro signo de Napoleón, el ‘Aigle de drapeu’, el ‘Águila de bandera’ que despliega sus alas -inspirado en el águila legionaria romana-.