La boda de Julia Nasi, tataranieta de Giovanni Agnelli, con Carlo Fontana, en la iglesia de Santa María de Loures (portugal) que publicamos en el último número de ¡HOLA! trajo a primer plano la figura de Miryam Abascal Valdenebro . Una sevillana que dejó atrás España por amor y ahora vive un sueño en Portugal.
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Se conocieron en la capital hispalense, en la casa de un amigo, tardaron un año en volver a encontrarse y seis meses después ya habían decidido casarse porque como nos contó la protagonista cuando abrió para ¡HOLA! las puertas de su casa en Portugal, “fue amor a primera vista”. La boda de Miryam y Nicholas von Bruemmer se celebró el 4 de julio, de 2003, en la iglesia de Santa María de la Asunción, Carmona, (Sevilla). Para su gran día, la novia llevó un diseño de Lorenzo Caprile, la tiara de oro blanco y diamantes con dos siglos de historia que le cedió su tía la condesa de Peñaflor, y unos pendientes de su abuela, la marquesa de Ruichena.
Fueron padrinos la madre del novio, la condesa Anya von Hatzfeldt-Wildenburg, que lucía mantilla española; y el padre de la novia, Antonio Abascal, segundo de los diez hijos del matrimonio formado por Domingo Abascal y Natuca Romero de Toro, hermano mayor de Nati Abascal, nieto del marqués de Romero de Toro … Y padre de cuatro hijas, Gracia, Beatriz, Miriam y Macarena nacidas de su matrimonio con Gracia Valdenebro y Halcón.
Antonio, uno de los grandes jugadores del Sevilla de baloncesto -con su uno noventa de estatura-, fallecería cinco años después del enlace (2008) recordando nuestra protagonista en su entrevista que “supuso la pérdida de un pilar fundamental en mi vida. Se me partió el alma, pero aprendí que nadie muere si perdura en nuestro recuerdo. Él estuvo, está y estará siempre conmigo”.
Su tía Naty asistió a la boda junto a sus dos hijos, Rafael, duque de Feria, y Luis Medina, y entre la larga lista de invitados -un gran desfile social, con personalidades y nobles- destacó la modelo Elle Macpherson, testigo del enlace, que acudió acompañada de su entonces marido, Arpard Busson, íntimo amigo del novio; y Eugenia Martínez de Irujo, duquesa de Montoro.
Tras su matrimonio residieron en Milán, Madrid y Zúrich, pero desde 2016 viven en Portugal. Un país que la ha conquistado, aunque siempre tiene muy presente a Sevilla. A su favor, la poca distancia que la separa de la ciudad, a cuatro horas de camino, y de su familia, a la que visita muy frecuentemente quedándose en casa de su madre.
El matrimonio vive en ‘Casal Sta. María’, un maravilloso rincón entre la sierra de Sintra y Cascais con fantásticas vistas sobre el Atlántico, con sus dos hijos, Nicholas, de quince años, y Maximiliano, de trece. Es una casa llena de historia que fue construida en 1711; comprada por el barón Bodo von Bruemmer -abuelo de Nicholas-, en 1962; y renovada por ellos en los últimos años.
La quinta tiene siete hectáreas de viñedos -a los que se suman cinco más fuera de la propiedad- y el matrimonio está entregado a hacer los mejores vinos continuando con el último sueño del barón Bodo. El proyecto vitivinícola que empezó con noventa y seis años, tras ser operado en Suiza. “Nada más despertar -nos contaría Myriam-, le dijo al doctor que tenía que regresar enseguida a Portugal porque durante la anestesia tuvo un sueño: hacer vino. Y lo hizo, después de seis meses, ya estaban planteadas diez hectáreas.”
El barón Bodo von Bruemmer un hombre que tuvo muchas vidas, sobrevivió a dos guerras mundiales, y desafió a la muerte hasta los 105 años. Nacido en 1911 en Curlandia (hoy Letonia) cuando esta provincia del báltico pertenecía a Rusia, se trasladó con su familia a Alemania con solo siete años; vivió en Suiza, donde trabajó como banquero y tenía negocios, aunque nunca se sintió de ningún país, hasta que a los 60 años encontró un hogar en Portugal.
Se había divorciado de su mujer, la condesa Barbara Meran, que decidió construirse una casa en Marbella por esa misma época, y compró en Portugal esta casa solariega en ruinas, que había sido bodega hasta 1903. Allí, en el pueblo de Casas Novas, Colares, crio caballos árabes – tuvo la yeguada más grande de Portugal-, hasta que, en 2006, 36 años después de su llegada, volvió a plantar vid y se hizo viticultor.
Los vinos de Casal Santa Maria han sido premiados mundialmente. La familia ha demostrado que se pueden hacer caldos de calidad superior. Dos ejemplos, el rosado ‘Mar der Rosas’, que nació rodeado de rosas -su abuelo plantó 6.000 rosales para su segunda mujer, Rosario, aunque tuvo que deshacerse de algunos para ganar terreno-. o el blanco Pêndulo llamado así en recuerdo de Bobo, quien usaba uno para tomar todas las decisiones de su vida.
Miryam se formó como técnico dentista en Barcelona y, después, cursó la especialización en París, pero ahora está muy involucrada en el negocio familiar y trabaja codo con codo con su marido, quien, aún siendo un apasionado del vino, tuvo que pasar muchas horas con sus enólogos y aprender a conducir maquinaria agrícola para trabajar en los viñedos. El barón es el ceo y tienen un gran equipo, pero la baronesa es la responsable de los eventos. La Quinta, muy actualizada, alberga almuerzos, cenas, recepciones, eventos especiales, enoturismo, cocina en vivo y hasta talleres, donde te enseñan cómo hacer tu propio vino.
Venir a Portugal, contó la baronesa a ¡HOLA! “es una bendición para nosotros y para los niños. El abuelo fue un visionario, siempre nos decía: ‘Un día Portugal será el mejor lugar de Europa’. Hoy es un país magnífico, con una naturaleza impresionante y una calidad de vida inmejorable. Para mí es fantástico”.
Miryam Abascal Valdenebro, una mujer a la que le encanta la naturaleza, los animales. la pintura hacer ejercicio – “medito a diario”- y dar largos paseos con los perros, se define como perfeccionista, responsable y muy familiar: “La familia es mi mayor tesoro y mi lugar en el mundo. Es donde comienza la vida y el amor que nunca termina”. Y en esa familia, también entra su tía Naty Abascal. “Es muy buena, aunque nos vemos menos de lo que me gustaría. Admiro su profesionalidad, su elegancia, su carisma, sus ganas inagotables por aprender. Es un torrente de energía que te arrastra y cuando se va sientes su ausencia”.