Veintidós de enero de 2022. El sol lucía sobre Baqueira Beret. Fernando Vega de Seoane, de cuarenta y siete años, miembro de una de esas familias tan discretas como bien conectadas, se disponía a deslizarse por una de la pistas del Pirineo catalán. De súbito, el empresario del sector de la limpieza, casado con la profesora Beatriz Satrústegui y padre de cinco hijos, sufrió un dramático accidente. La luz se volvió tiniebla cuando llegó el diagnóstico: se había quedado parapléjico.
Tras varios meses entre hospitales, decidió compartir su lucha en las redes sociales, donde hoy suma cerca de treinta mil seguidores. Medio año después de que le cambiara la vida, nos citamos con él y su familia para conocer de cerca una increíble historia de superación que ha emocionado a toda España.
—¿Qué recuerdas de ese día?
—Hasta el momento del accidente fue un día normal. ¡Hacía buenísimo! Mis amigos y yo nos levantamos pronto para tomar el desayuno y subimos a esquiar. Hacia las doce y media de la mañana, bajaba por una pista de nivel medio y, llegando a un estrechamiento, pisé una placa de hielo y perdí el control. Choqué contra un árbol que estaba en el borde de la pista… y sufrí una lesión.
—¿Cuál fue tu primera reacción?
—En un primer momento, una profunda depresión. Se me cayó el mundo encima. Me venían todos mis proyectos a la cabeza y cómo me iban a cambiar, pero pronto me di cuenta de que tenía la mitad del cuerpo en perfecto estado y salí de la tristeza.
—¿Cómo se lo contaste a tu familia?
—Bea estaba en Madrid. La llamé por teléfono en el segundo traslado en helicóptero y fue ella quien se lo comunicó a los niños.
—¿Se temió por tu vida?
—Nunca. Los médicos me advirtieron de la suerte que había tenido porque unos centímetros más arriba podría haber muerto.
—¿Cómo ha cambiado tu día a día?
—Es diferente en lo que se refiere a la movilidad, pero no puedo decir que haya cambiado en términos absolutos, ya que lo que es importante está igual o incluso reforzado. Mi familia, mis amigos y el trabajo son los tres ejes que suponen mi estabilidad y felicidad. Ninguno de estos tres bloques se ha alterado con la lesión.
—¿Qué ha sido lo más duro?
—Repensar el futuro en una silla de ruedas. Pero, realmente, hoy en día hay muchas barreras físicas que la sociedad ya está eliminando por su concienciación. A corto plazo, no es lo más duro, pero sí lo más urgente. Nos cambiamos de casa por la imposibilidad de adaptación de la actual.
—¿Y te costó acoplarte a la silla?
—¡Sí! La silla ha sido un proceso de aprendizaje sencillo, aunque en las ciudades hay inconvenientes: las aceras y los accesos podrían estar mejor.
—¿Alguna vez te das por vencido?
—Todos los días… Pero no es lo que piensas o sientes, sino cómo lo gestionas. A veces, he tenido malos pensamientos, pero los inhibo para que no me afecten. Tengo que decir que dentro del disgusto de la situación que supone estar en una silla de ruedas de por vida he tenido experiencias en estos meses que me han impresionado. Seguramente, sin la silla, muchas no se habrían dado.
“La gente me para por la calle para darme la enhorabuena”, nos confiesa Fernando, quien ha sorprendido con su lección de positividad en las redes sociales, donde cuenta con cerca de treinta mil seguidores
—Sorprende tu positividad…
—Ante esto tengo dos opciones: amargarme y, por tanto, contagiar a todo mi entorno en negativo o asumirlo e intentar buscar la cara más positiva de esta nueva situación. Cuanto antes tome la decisión de ir por ese camino menos sufriré y antes tendré una vida plena.
—Has contado tu historia en Instagram, donde cuentas con casi treinta mil seguidores. ¿Cómo surgió esa idea?
—Cuando me lesioné estaba España en alarma por la viralidad de ómicron. El aislamiento y falta de contacto con el mundo exterior generaba confusión fuera del hospital. Por ello, decidimos crear una cuenta para dar un mensaje único de lo que me había ocurrido y mi estado de ánimo diario. La gente que conozco lo agradeció mucho, porque este tipo de noticias son muy alarmantes.
—¿De qué modo gestionas la popularidad que te han dado las redes?
—Cuando salgo, la gente me para por la calle para darme la enhorabuena y agradecer la ayuda que, sin querer, les estamos dando mi mujer y yo.
—¿En quién te has apoyado?
—Fundamentalmente, en mi mujer. Es un claro ejemplo de cómo se manejan situaciones inesperadas. Durante mi etapa en el hospital, ha sido esencial pensar que mi casa estaba bien y mis hijos, tranquilos. ¡Es excepcional! Mi familia y amigos se han volcado conmigo también. Y de mis hijos, ¿qué puedo decir? ¡Son la bomba!
—¿Hay algo que te ilusione?
—El golf es un proyecto importante en esta etapa. Pretendo y aspiro llegar al máximo nivel y competir a nivel mundial en la disciplina de paragolf.
—¿Qué papel ha jugado la fe?
—Soy una persona confiada en que las cosas que nos manda “el de arriba” tienen un objetivo claro. De modo que sí, la fe me ha ayudado a encajar esta situación con mucha paz.
—¿Crees en los milagros?
—Sí, creo en ellos, pero también tengo los pies en la tierra. Confío en que todo vaya bien. Más que pedir milagros… ¡agradezco cada día de la vida!