Tras cinco años afincada como modelo en Nueva York, recién licenciada en la prestigiosa escuela de diseño Parsons, Rocío Crusset vuelve a España para presentarnos su primera colección de joyas, un nuevo reto personal como empresaria que le está permitiendo también poner en práctica todo lo que aprendió cuando se licenció en ADE y Marketing. Hablamos con la modelo sevillana, que acaba de celebrar su veintiocho cumpleaños y ya no tiene miedo a que nadie crea que ser hija de dos grandes pesos pesados de la comunicación le ha favorecido en algún sentido. Orgullosa nos confiesa: "he conseguido ser modelo en Nueva York por quien soy yo y como he trabajado, es mi esfuerzo personal y eso no me lo puede quitar nadie". La hija de Carlos Herrera y Mariló Montero nos habla de sus planes de futuro y nos cuenta cómo es su vida en Nueva York, donde además de triunfar como modelo ha encontrado el amor, junto al empresario Maggio Cipriani, con el que lleva más de dos años de relación pero también lo mucho que echa de menos España, su casa y sus raíces.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
-Este año te has licenciado en la escuela de diseño Parsons de Nueva York, ¿Qué tal la experiencia?
-Han sido los dos años más intensos de mi vida. He tenido que compaginar muchas cosas. En el trabajo como modelo nunca tienes un planing, el lunes no sabes en que vas a trabajar el jueves ni donde vas a tener que viajar. La universidad es muy exigente pero ha sido una experiencia maravillosa, muy gratificante, estoy muy feliz porque he aprendido muchísimo y me llevo amigos muy buenos de allí. Las clases presenciales requerían mucho trabajo, no podía viajar pero fue un buen momento porque al estar cerradas las fronteras todo lo que surgía era dentro de Estados Unidos.
-¿Cómo surgió la idea de crear tu propia firma de joyería?
-Tuve la idea antes del Covid, me empecé a distraer con renders y el 3D y me atrajo mucho. Practiqué, estudié mucho y empecé a estudiar en Parsons pero tuve que aplazarlo todo con la pandemia. Lo retomé a principios de 2020 lo retomé y ahora me alegro porque tuve más tiempo para formarme y crear algo mucho mejor.
-¿En qué te has inspirado para crear la colección “Crusset”?
-Está inspirada en obras de arte que he ido viendo a lo largo de mi carrera como modelo en los museos que he visitado por las ciudades a las que he viajado. Me he fijado en las líneas básicas y las he plasmado en una joya, utilizando sólo tres de ellas para crear unas formas geométricas. Un poco inspiradas en los años setenta y ochenta, el punk y también en los años treinta y el art decó. La línea está diseñada a base de geometrías, con una cohesión entre ellas, son diecinueve piezas que buscan un equilibrio entre lo clásico y lo contemporáneo.
-Estudiaste ADE y marketing antes, vas paso a paso y con mucha firmeza englobando todo con la moda…
-Sí, terminé y luego hice el máster en moda. Ha sido una buena mezcla, todo lo que aprendí en la carrera lo he podido poner en práctica ahora, estoy muy contenta pero de la realidad y de los errores es de donde se aprende realmente.
-Llevas ya cinco años en Nueva York, ¿Cómo está siendo la aventura?
-Mi relación con Nueva York es un poco de amor odio. Amo Nueva York pero hay veces que la ciudad se hace mastodóntica. Se usa el coche para todo y el tráfico es muy agresivo, todo es agresivo. Te acostumbras y acabas por no darte cuenta pero la ciudad ha sufrido mucho por el Covid y se ha notado mucho, se ha vuelto muy sucio y mucha gente se ha ido. Llegas a Madrid y ves limpieza, elegancia, es otra cosa.
-¿Te ves mucho tiempo allí?
-Sí, me veo tiempo allí pero me gustaría que no fuera más del cincuenta por ciento del tiempo. Necesito un poco más de aire, buscar un equilibrio más sano para mi cabeza, estar todo el tiempo allí, tal y como está la ciudad últimamente, no me viene bien mentalmente.
-¿Qué echas más de menos?
-Nuestras traiciones, no me pierdo una e intento vivirlas todas. Me vengo al Rocío, a la Feria y a la Semana Santa pero echo de menos el estilo de vida, es mi casa y al final es lo que más me tira, mis raíces, me gusta mantenerlas, conservarlas y valorarlas. Valoro mucho mi casa, España es un país maravilloso en el que hay de todo, lo que pasa es que en el tema laborar Nueva York ahora mismo me va mejor.
-Allí has encontrado también el amor, ¿Cómo es Maggio, qué te ha conquistado de él?
-Estoy deseando que le conozcáis, es una maravilla de hombre, es un chico muy maduro, con los pies en la tierra y muy trabajador. Con quince años su padre les dejó la empresa en sus manos a él y a su hermano. Desde muy pequeño ha estado sometido a mucha responsabilidad y eso le ha hecho ser una persona muy madura, muy trabajadora y muy entendida. Tiene unas conversaciones increíbles y una inteligencia emocional que me atrae muchísimo, escucha mucho y eso es muy bonito porque llegas a casa y sabes que puedes hablar con alguien que te escucha y es tu mejor amigo. He estado en relaciones en las que la conversación no duraba ni una copa de vino, con él es todo lo contrario. Paseamos, hablamos, es muy divertido, nos reímos mucho, viajamos juntos y me apoya muchísimo, como el que más.
-¿Y queda tiempo para el amor viajando tanto?
-Sí, nos va muy bien también porque cada uno tenemos nuestro espacio, estamos muy bien juntos pero además tenemos tiempo de echarnos de menos, así nos cogemos con más ganas.
-¿Tenéis planes de iros a vivir juntos?
-Todavía no, convivimos y siempre que podemos estamos juntos pero cuando él se va de viaje a mi me gusta tener mi piso y mi espacio de vida, me gusta tener eso y tenerlo para mi, creo que es bueno.
-Has peleado mucho por demostrar tu propia personalidad, no querías ser tachada de “hija de”, ¿Te das ya por satisfecha, sientes que lo has conseguido?
-Sí, yo lo siento así, estoy en un punto en el que ya me da igual hablar de mis padres o hacer algo con ellos, me doy por satisfecha en esa lucha que he tenido desde que empecé a trabajar como modelo hace siete años. Me ha ayudado mucho irme fuera, allí nadie les conoce y he conseguido ser modelo en Nueva York por quien soy yo y como he trabajado. Es mi esfuerzo personal y eso no me lo puede quitar nadie.
-¿Qué ha sido lo más difícil de esta primera aventura como empresaria?
-Muchas cosas, estoy aprendiendo a intentar mantener el control. Hay momentos de mucha presión, al ser una empresa propia creada desde cero, cada detalle cuenta. Soy muy perfeccionista y me equivoco en muchas cosas pero me he rodeado de un estupendo equipo. Muchas noches sin dormir y complicaciones duras, también por el cambio horario pero merece la pena.
-Físicamente te pareces muchísimo a tu madre, ¿Qué tienes de uno y qué de otro en cuanto a personalidad?
-Tengo cosas de los dos pero he viajado mucho y desde muy pronto, me he hecho yo muy a mí misma. Me fui de casa a los diecisiete años. Mi madre es muy Navarra, le sale la tozudez, yo soy un poquito más suave en ese sentido. De mi padre tengo esas ganas de vivir y de no perdernos una, somos trabajadores pero nos gusta disfrutar también. Intento no copiarles pero sí dejarme guiar por ellos, son un referente para mi en muchas cosas.
-¿Quién es quién? Las amigas de Rocío Crusset en su vida neoyorquina