Tenemos un nuevo libro para añadir a la bolsa de verano . Mañana miércoles, quince de junio, se presenta en Madrid Los deseos no son sólo palabras, una novela inspirada en la vida de Adriana Abascal que navega entre la verdad y la fantasía y sorprende al descubrir la auténtica personalidad de la empresaria y filántropa, tras el personaje de la protagonista, Julia Terán y la pluma de la autora.
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A lo largo de las páginas, con un sinfín de coincidencias vitales, es difícil no visualizar a Abascal en la figura de Julia y, por eso, podría decirse que hay dos “autoras”. La oculta, Adriana, que ha recurrido al formato de auto-ficción para hablar de su vida, recrear sus sueños, pasiones, frustraciones y dramas personales. Y, la real, María Estévez, una periodista trotamundos especializada en cine, que vive en los Ángeles, y rebusca entre la fantasía, pero también se ciñe a los hechos utilizando la primera persona.
La historia novelada de Adriana Abascal es el viaje personal de una celebridad, reina, bruja, esposa, madre, que abre su corazón y su espíritu para contar cómo aprendió a tomar control de su vida con la ayuda de sus fantasmas, sus “ángeles tímidos” que “me acompañan donde voy”.
Es el amor, pero también la libertad
Los deseos no son sólo palabras, publicado por Roca Editorial, arranca cuando Julia Terán, está a punto de instalarse en París. Va a cumplir 40 años en la noche de Halloween, 31 de octubre, y ha decidido empezar de cero una nueva etapa. Ha conocido a un francés (Bastian) inteligente, guapo, interesante y seductor -como en la vida real de Abascal con Emmanuel Schreder- y siente, además de haber recuperado la confianza en los hombres, que ella elige por primera vez. Es el amor, pero también la libertad.
Su segundo matrimonio con El Hombre de Metal (ni la autora ni Adriana le dan nombre, aunque entre líneas podría leerse la etapa de Adriana junto a Juan Villalonga, ex presidente de Telefónica) ha resultado catastrófico. Es el gran error de su vida. Lo que parece una relación segura con este ejecutivo español que deja Madrid y su familia para irse con ella a Los Ángeles es una tumba para la apasionada Julia. Nada es sincero, salvo sus hijas, de las que se siente orgullosa y protectora. La ha engañado de muchas maneras, se lo quiere quitar todo, incluyendo la inmensa herencia que le dejó su primer amor, Lucho (también puede adivinarse a Emilio Azcárraga); y divorciarse será el principio de su liberación y también el final de un calvario.
Cambió su vida radicalmente a mejor y de alguna manera todavía siente que la protege
Lucho se equivocó en esto cuando, temiendo que tendría que enfrentarse a sus herederos, la animó, poco antes de morir de cáncer, a encontrarse con este empresario que suspira por ella y le conviene en su nueva etapa. Un tiempo nuevo en el que necesitará apoyo, protección, y consejos cuando surjan problemas con la herencia.
Pero Julia no se lo tiene en cuenta. Él, organizador también del certamen Miss México que la protagonista gana, tras haber conquistado la corona como Miss Señorita de Veracruz, cambió su vida radicalmente a mejor y de alguna manera todavía siente que la protege. Es un hombre poderoso que la trata como una reina y le abre las puertas a un mundo con todas las posibilidades a su alcance. A Lucho le deberá todo cuanto es y en lo que se transforma. Se cultivará a su lado y aprenderá a ser mejor en todo lo que se proponga. Aprenderá idiomas, a dominar la escena, a comunicarse, a ser ejecutiva, a entender de arte y a llenar su armario de ropa elegante, mientras los dos vivían al límite los placeres de la vida y de una pasión no aceptada, en gran medida, por su diferencia de edad.
“Julia no busca esa relación, la encuentra y se enamora perdidamente. Si entró en ese mundo de poder por una razón equivocada, salió de otra manera. Lo quiso de verdad y fue muy feliz hasta que el cáncer terminó con esa felicidad”, nos dice la autora, María Estévez.
La magia del ocultismo que la atrapará irremediablemente durante toda su vida
Al igual que Adriana, la protagonista de Los deseos no son solo palabras, nació en el seno de una familia acomodada de Veracruz (México). Es hija de un médico conservador y autoritario y de Elisa, una madre cálida y protectora, aunque Julia prefiere la compañía de su cuidadora, Timotea. La comprende, la cuida y la sumerge en un mundo que la atrapará irremediablemente durante toda su vida: la magia del ocultismo . Con su sabiduría de indígena será no sólo su nana hasta su adolescencia, sino una segunda madre para ella. Timotea le enseña a invocar a los espíritus, esquivar al demonio, preparar ungüentos de arcilla y miel... Julia aprenderá de su niñera que al miedo sólo se le vence enfrentándolo y por ello se animará a embarcarse en la odisea de su vida. Julia se siente bruja, ya lo anuncia el lunar de su espalda y el día de su nacimiento. De hecho, nos dice la autora “no se podría escribir sobre ella sin tener en cuenta su estrechísima vinculación con un universo que, aún incomprensible para muchos, es vital para ella.
Siente una enorme conexión con la magia. Hace rituales de limpieza para remendar errores; palia el dolor con agua de mar; sofoca sus emociones con plantas curativas; encuentra en las piedras consuelo para sus males; utiliza amuletos para menguar la pena y semillas como collares benefactores”.
Desde que Timotea la lleva a su pueblo, Catemaco, a invocar espíritus en hogueras purificadas con hierbas, la devoción de Julia por el mundo oculto late en toda la novela . También su lucha por la independencia, y la capacidad de reinventarse en busca de segundas oportunidades, más allá del pasado, el dolor y la soledad.
Como dice la protagonista: Los deseos no son solo palabras, hay que “cocinarlos”… Los deseos no se cuentan, se construyen.