La infanta Cristina no solo está muchísimo mejor, sino que es otra persona. Siete meses después de descubrir la traición de Iñaki Urdangarin con Armentia, es una mujer nueva, llena de ilusión, cargada de planes y con muchas ganas de vivir. Ya nunca menciona a su marido y mira hacia adelante como si no hubiera pasado nada. Evidentemente ha pasado, pero la vida sigue, y, al final, después de tanta lucha y de tantas renuncias para anteponer su matrimonio a todo, el mundo no se le vino encima. Aunque nada será igual y hay nuevas realidades, ya se había acostumbrado a vivir sola, a tirar de todo y a hacer de escudo.
Doña Cristina se ha reconstruido y está lista para lo que venga con el verano a la vuelta de la esquina. Serán sus primeras vacaciones “de soltera” en casi 25 años y también anda en busca de nuevos destinos. Bidart, por primera vez, no está incluido en el recorrido. La infanta, por supuesto, no volverá a poner un pie en esta playa del país vasco francés, aunque es casi seguro que sus hijos -al menos alguno- pasen unos días con su padre, su abuela, Claire Liebaert, y la familia paterna. Los cuatro son mayores -Irene, con diecisiete años recién cumplidos es la única menor de edad- y por primera vez, tendrán que ver cómo reparten su tiempo y, también, cómo pasa Urdangarin su verano. La otra incógnita de las próximas vacaciones, con o sin Ainhoa.
Pero más allá del programa estival del exdeportista, son los planes de la infanta los que nos ocupan y serán los de los cinco. En Semana Santa consiguieron reunirse alrededor del rey Juan Carlos en Abu Dabi, pero les supo a poco y ahora tienen el ojo puesto en Asia. Juan está en misión de voluntariado trabajando en un proyecto de educación, en India. Un continente que su madre ha visitado en otras ocasiones con las manos llenas de proyectos y que, a día de hoy, también está presente en los programas de actuación de ISGlobal, Instituto de Salud Global que preside; con Gavi, the Vaccine Alliance, y la Fundación la Caixa.
También será el tiempo de vivir algo especial con su hermana doña Elena. Desde que compartieron el último plan en Pascua hacen “números” con el calendario para poder pasar unos días juntas. No será un verano cualquiera y en Grecia las está esperando su familia materna. Será también la oportunidad de hacer una escapada con la reina Sofía y su tía, la princesa Irene, que se fue a India -compartiendo destino con su sobrino nieto, Juan- tras su cumpleaños, en mayo, pero que no dejará sola a su querida hermana, la reina doña Sofía en Marivent. Un palacio ahora casi vacío en agosto.
Cuando eran más jóvenes las infantas no estaban tan unidas, tenían visiones diferentes de la vida, no compartían pasiones y transitaban mundos paralelos… Pero todo cambió a raíz de la separación de doña Elena, en 2007; y las primeras señales llegaron ya en verano, cuatro meses antes de que palacio anunciara el cese de convivencia. La duquesa de Lugo encontró todo el apoyo del mundo en su hermana y, ahora quince años después, le ha tocado a ella ser el paño de lágrimas, aunque todo hay que decirlo, han creado un vínculo extraordinario, y se lo pasan fenomenal. Cantan, bailan y celebran la vida y lo que haga falta. Sus hijos (Marichalar y Urdangarin) compartirán algunos días con su abuela, la reina doña Sofía, y puede que, como todos los veranos, doña Elena también visite a su madre, pero la infanta Cristina seguirá sin poner un pie en Mallorca.
Palma fue la isla de la felicidad y, después, el escenario de su caída en desgracia y el de su peor pesadilla cuando tuvo que sentarse en el banquillo de los acusados, aunque todo eso también va quedando atrás. A finales de mayo asumió el “reto” de volver en visita privada para la boda de Mafalda de Bulgaria y prevaleció lo bueno, y todo llegará, pero, en las próximas semanas, no hay plan para viajar a Mallorca, -a menos que haya un giro radical de la situación-, y mucho menos para regresar a la que fue su residencia estival. Aunque en 2013 realizó una visita fugaz cuando acompañó a sus hijos al curso de vela, las últimas vacaciones como familia de los entonces duques de palma tuvieron lugar en 2011. También el último posado de verano. Cinco meses después comenzaría el calvario. La bajada a los infiernos que la llevó incluso a romper con su querido hermano, el rey Felipe VI.
El divorcio que llegará después del verano traerá cambios, pero de momento, las próximas vacaciones no presagian paz. Muy distanciados, Felipe VI y su hermana siguen teniendo pendiente verse, hablar, acercar posiciones. Aún con todo el cariño de hermanos, no será fácil cerrar las heridas. Arreglar lo que pasó, recomponer una relación rota, tomará su tiempo, pero las Navidades ayudarán a dar algún paso porque, como dicen en el entorno de ambos, llegará el momento “en el que el perdón sea necesario”. A la espera del calor de la chimenea, y aprovechando el sol radiante que echa de menos en Ginebra, doña Cristina desaparecerá y hará todo lo posible para que no la pillen. No se pondrá ante una cámara y el destino “importante” -esos nuevos días de libertad y de ilusión- estará lejos, aunque sin olvidar a don Juan Carlos. Ya sea en Abu Dabi, a dónde tiene previsto viajar de nuevo; o en España, si se confirma que el anterior jefe del Estado volverá a preparar su maleta antes de que acabe el verano.
También, y como nunca en las últimas décadas, habrá muchos planes con sus amigos españoles. En los años más difíciles se separó de muchos de ellos al hacer una apuesta radical por su marido. Pero esto también ha cambiado. Es otro de los lados positivos de su separación. La infanta ha ganado mucho terreno perdido con su círculo, que también está feliz de haberla recuperado y coincide en que está rejuvenecida, guapa y renovada, como si se hubiera quitado un peso de encima. Doña Cristina no se va a quedar encerrada. Ha pasado por muchas y por mucho, y quiere recuperar su vida social y las risas, después de esos años de calvario a golpe que tanto la cambiaron a golpe de hechos y titulares.