Entrar en ‘La Veragua’ es como entrar en un templo donde el flamenco, el arte y el buen gusto se respiran por todos sus rincones. Ubicada en plena aldea de El Rocío, esta casa es el remanso de paz de Manuel Lombo, su “rinconcito” favorito del mundo, donde desconecta y se inspira. Manuel, que con tan solo cinco años sabía que iba a ser artista, es un apasionado del flamenco, y su música tiene mucho de esto.
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Cantante, artista y devoto de la Virgen del Rocío, la casa de Manuel es el lugar perfecto para disfrutar de unos buenos días de “Rocío”. Y así, a poco más de una semana de volver a celebrarse la famosa romería, tras dos años de pandemia, donde miles de peregrinos hacen el camino para ver a su Blanca Paloma, Manuel nos recibe en su casa. Y en este reportaje, junto a la diseñadora de moda Rocío Peralta, el cantaor Arcángel, la bailaora Macarena López, el pianista Chico Pérez y la cantaora Marina Heredia, Manuel ha sido el anfitrión perfecto de un día entre amigos y ha querido enseñarnos cómo son su casa, su vida y su gente.
“Es un lugar donde verdaderamente me siento bien. Puedo descansar y realizarme de manera plena y artística, sin olvidar la importancia por la cercanía con la Virgen y el entorno natural donde se encuentra”
—Manuel, nos recibes en ‘La Veragua’, tu casa de El Rocío, ¿qué significa este lugar para ti?
—Además de ser un sitio de encuentro con amigos en torno a la música, es el lugar donde verdaderamente me siento bien, puedo descansar, apartarme un poco del mundo y realizarme de manera plena y artística, sin olvidar la importancia que recobra por la cercanía con la Virgen y el entorno natural donde se encuentra. No olvidemos que Doñana es uno de los parques naturales más importantes de Europa.
—¿Cuál es la historia de esta casa?
—Esta casa perteneció a la familia Domecq, concretamente, su último propietario fue el ganadero Juan Pedro Domecq Solís. De ahí que en algunas de sus puertas y ventanas se conserven los hierros de las ganaderías de Jandilla y Veragua. Este último nos hizo que comenzáramos a llamarle así a la casa. Nunca quise quitarlos, creo que son parte de la identidad e historia de la casa.
“Creo que he conseguido darle un carácter de hogar, que en El Rocío es muy difícil. Salvo para las personas, que viven de manera continua en la aldea, el resto de casas son lugares de paso”
—¿Qué es lo que más te gusta de ella?
—Creo que hemos conseguido darle un carácter de hogar, que en el Rocío es muy difícil. Salvo para las personas que viven de manera continua en la aldea, el resto de casas son lugares de paso, espacios donde poder acoplar un gran número de personas y con el mínimo de elementos en cuanto a mobiliario o decoración. Esta es todo lo contrario, una mezcla muy ecléctica de lo estético que hace que la persona que llega sienta que se encuentra en un espacio cómodo, así como en el ambiente y en lo que sucede, que no suele ser nada común. Digamos que lo que más me gusta es la personalidad que ha tomado la vivienda.
—Nos han dicho que aquí se celebran las mejores fiestas de toda la aldea, ¿es eso verdad? ¿Quién ha estado entre estas cuatro paredes?
—Por las circunstancias de mi trabajo, es muy fácil que se reúnan de golpe muchos artistas y compañeros, eso hace que esta casa tenga un aliciente añadido para el que la visita. Es fácil poder ver en torno al piano a toreros, músicos, pintores, políticos, pero, sobre todo, cantantes, cantaores y bailaores. Francamente, me divierten muchísimo las mezclas que se producen en una fiesta en esta casa, creo que una sola noche somos capaces de reunir una representación de todos los perfiles sociales que acuden a este tipo de manifestaciones multitudinarias. Me enorgullezco siempre de la armonía con la que transcurren estas reuniones. El ambiente es familiar, sano y, sobre todo, muy musical.
“Aquí es fácil poder ver en torno al piano a toreros, músicos, pintores, políticos, pero, sobre todo, cantantes, cantaores, y bailaores. Francamente, me divierten muchísimo las mezclas que se producen en una fiesta de esta casa”
—¿Cómo es un día de Rocío en esta casa?
—En contra de la idea que se pueda tener sobre esta casa, la vivimos muy de puertas adentro. Me gusta que los invitados estén cómodos, desayunen con calma, disfruten de los rayos de sol de la mañana que se cuelan entre las hojas de la parra o, incluso, puedan disfrutar de un baño en la alberca. Cuando llega la hora de recibir a la gente que nos visita, preparamos todo: manteles para el bufet, flores, velas y todo lo necesario para que la velada resulte inolvidable.
—Y en este reportaje nos recibes junto a un buen grupo de artistas. ¿Qué nos puedes decir de cada uno de ellos?
—Es muy común verlos por aquí. Con Rocío Peralta tengo un nexo de unión muy especial desde hace muchos años. Es un ejemplo de éxito con tesón y trabajo, acompañado de la genialidad y el arte. Creo que Marina Heredia es mi ojito derecho en el flamenco. Además de un referente actual del cante, es una de las compañeras a las que más quiero y admiro. Arcángel es un grandísimo cantaor, con el que comparto amistad desde que empecé a dedicarme profesionalmente a la música. Es genial en todos los sentidos. Quien bien me conoce sabe de mi pasión por el mundo del baile, y Macarena reúne todo lo que puede gustarme de este: el clasicismo, la espontaneidad y la vanguardia. Y de Chico, ¿qué te digo? Detrás del artista se descubre a una persona divertidísima con la que disfruto mucho en cada uno de nuestros encuentros.
“En contra de la idea que se pueda tener, vivimos la casa muy de puertas a dentro. Me gusta que los invitados estén cómodos, disfruten de los rayos del sol de la mañana que se cuelan entre las hojas de la parra o incluso puedan disfrutar de un baño en la alberca”
—¿Algún día te hubieras imaginado que te ibas a ganar la vida haciendo lo que más te gusta, es decir, cantando flamenco?
—Siempre tuve claro que sería artista, aunque me resistí bastante y estudié y trabajé como ceramista antes de dedicarme de manera profesional a esto. Como ves, todo en mi vida se desenvuelve en torno al arte.
—¿Cómo definirías tu estilo a la hora de cantar?
—Mis comienzos fueron en el flamenco cantando para el baile, aunque actualmente mi música ha evolucionado hacia un estilo que se aleja de lo ortodoxo de este arte, por lo que, en la actualidad, me considero más cantante que cantaor.
“Siempre tuve claro que sería artista, aunque me resistí bastante y estudié y trabajé como ceramista antes de dedicarme de manera profesional a esto”
—¿Qué supone para ti el flamenco?
—Como te decía, fueron mis comienzos y es algo que respeto muchísimo. El flamenco va más allá de lo que tratan de vendernos a través de las modas. Es un arte universal con una identidad propia que no hay que tomar a la ligera. Continúa siendo de una inmensa minoría, pero es una manifestación de culto. Hablamos del flamenco de verdad, claro.
“Su último propietario fue el ganador Juan Pedro Domecq Solís. De ahí que algunas de sus puertas y ventanas conserven los hierros de las ganaderías de Jandilla y Veragua, como comenzamos a llamar a la casa”
—¿Qué otros proyectos te traes entre manos?
—Acaba de salir mi último trabajo discográfico, Lombo y aparte, con el que estoy comenzando a girar; es un proyecto que afronto con muchísima ilusión. También vuelvo con un programa musical de televisión para Canal Sur. Paralelo a esto, he diseñado una colección cápsula para la firma de caballeros Álvaro Moreno y, antes de final de año, espero que vea la luz una marca propia que estará basada en complementos de caballero.