Por fin llegó el día. El pasado fin de semana, se celebró la esperada boda de María de la Orden y Edward Bouygues. Tal y como anunció ¡HOLA! en exclusiva, el enlace tuvo lugar en Château Montrose, la bodega de más de dos siglos de antigüedad y el castillo rodeado de viñedos que la familia del novio, una de las más importantes de Francia, posee desde hace casi una década en la región de Burdeos.
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La diseñadora madrileña y el empresario francés, que una semana antes contrajeron matrimonio civil en París, celebraron su enlace religioso por todo lo alto, con tres días de fiesta.
El viernes 20 de mayo, la pareja dio la bienvenida a sus invitados a ritmo de flamenco. La ‘Fiesta del sur’, como se denominó la celebración, inundó los jardines del château de farolillos, mantones, abanicos y flores de vivos colores. Los novios llegaron a la celebración en coche de caballos, perfectamente ataviados para la ocasión: Edward, vestido de corto, y María, con un traje largo, hecho a medida por Inés Domecq para su firma, IQ Collection, y una gran flor de tela blanca con lunares negros en la cabeza. De estilo flamenco y confeccionado en crepé de seda, con volantes de tul y plumeti en las mangas y en la falda, el vestido tenía la espalda descubierta y adornada con un lazo negro de terciopelo.
Una novia de alta costura
Al día siguiente por la tarde, la iglesia de la pequeña localidad de Saint-Estèphe acogió la ceremonia religiosa. María, siempre elegante, original y chic, volvió a deslumbrar con su vestido de novia, una pieza única, diseñada en exclusiva por Jan Taminiau Haute Couture . En fina falla de seda, con cuerpo entallado y silueta amplia, con una larga cola, cuello barco y manga francesa, el traje sigue un patrón de bordado geométrico realizado a mano durante más de cien horas y confeccionado con cuentas, canutillos y piezas de cuero cortadas a mano que recorren el escote, la cintura y los puños. Toda la superficie del vestido llevaba también un bordado de rombos blancos tono a tono, que creaba un efecto degradé desde el corpiño hasta la parte inferior de la falda, para desvanecerse a lo largo de la cola. Para el velo y el tocado, el diseñador holandés colaboró con la sombrerera madrileña Ana Lamata, con un diseño de casquete estilo años 50 del que caía el largo velo.
Tras darse el ‘sí, quiero’, los recién casados abandonaron la iglesia en un espectacular deportivo, un Triumph descapotable vintage, en el que regresaron al château para unirse a sus invitados en una elegante recepción.
Entre los asistentes se encontraban algunas de las mujeres que siempre son referentes por su estilo: Inés Domecq, que, con un diseño bicolor azul y negro de su colección, volvió a ser de nuevo la invitada perfecta; Inés de Cominges; Blanca Miró (socia de la novia), que será la próxima en pasar por el altar con su prometido, el emprendedor Javier Fondevila; la ilustradora Tatiana de Nicolay; Geraldine Guyot, y la chef Gabriela Palatchi, que también lució un vestido de Jan Taminiau. El diseñador preferido de la Reina Máxima de los Países Bajos también creó para la novia un segundo vestido, de silueta columna en crepé blanco, para la fiesta que siguió a la cena.
El domingo, el nuevo matrimonio puso fin a las celebraciones con un brunch al aire libre, en los magníficos jardines de la propiedad de los Bouygues.