Isabel Sartorius se ha cortado su emblemática melena y está guapísima. Ha sido un cambio radical —nunca la habíamos visto llevando el pelo corto—, aunque “obligado” por la caída de pelo que sufrió tras vacunarse de Covid-19. No ha pasado la enfermedad, pero hubo efectos secundarios y tomó la decisión de sanear su cabello. Al principio, a regañadientes, pero ahora está encantada, y ya no volverá dejarse el pelo largo, sobre todo, por la comodidad.
Nos lo contaba la pasada semana en una charla informal a la salida de uno de los restaurantes Sushita, que regenta su hermano, Luis Sartorius, y su mujer, Bárbara, junto a su socia, Sandra Segimon, en una céntrica calle de Madrid. Había quedado a comer con unas amigas de su infancia, Ana Cañedo Satrústegui y Marta Tiagonce, con las que colabora en su proyecto +Ozzio (www.masozzio.es), la empresa que acaban de lanzar y con la que organizan salidas culturales y viajes, aunque Isabel continúa con sus sesiones de coaching , el mundo que la apasiona desde una década.
Cumplió cincuenta y siete años el pasado mes de enero y está encantada con su vida. En plena forma —delgadísima, después de haber controlado sus problemas de tiroides—, se siente libre, tranquila —sale muy poco— y, además, con su hija, Mencía, de regreso en casa y haciendo un máster, después de sus estudios en el extranjero.