A sus cuarenta y ocho años y después de todo lo vivido, Francisco Rivera siente la necesidad de decir “basta”. Ha llegado la hora de la verdad, la de hablar con el corazón y hacer caso a su dictado. La de dejar a un lado las poses y olvidar el qué dirán. Su herida por la muerte de su padre, el legendario torero Paquirri, lleva sangrando treinta y siete años… y no tiene cura. Él lo sabe, por eso necesita gritar su dolor a los cuatro vientos antes de cerrar el capítulo más oscuro de su existencia. La negativa de Isabel Pantoja a darles a él y a su hermano Cayetano la herencia de su padre se ha llevado mucho por delante y ha dañado también la relación con su otro hermano, Kiko . Las últimas palabras de este en televisión han sido la gota que ha colmado el vaso. El torero escribe hoy el final a una historia llena de tristeza e incomprensión.
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—¿Por qué hablas ahora?
—A raíz de las declaraciones de mi hermano Kiko, quiero zanjar este tema, que me genera muchas cosas malas que no quiero en mi vida. Mi energía la quiero dedicar a otra cosa. Tengo mucha pena y rencor. Me gustaría aparcar este tema del que tanto hemos hablado y que no tiene solución. Eso es lo más triste de todo. En treinta siete años que hace que murió mi padre, esta señora, Isabel Pantoja, no ha tenido un atisbo de bondad.
—Tus palabras al verla sentada en el banquillo, el pasado veintidós de marzo, han sido el origen de esta nueva crisis con tu hermano. Afirmaste: ‘Todo lo malo que le pase se lo merece’.
—No es así. Esto no empieza ahí. Esta historia tiene un principio, que es el veintiséis de septiembre de mil novecientos ochenta y cuatro, cuando muere mi padre. Yo tenía entonces diez años y mi hermano Cayetano, siete, aunque, como soy yo el que habla, me voy a referir solo a mí. Al fallecer mi padre, había un testamento. Ahí hubo muchos abusos e irregularidades de muchos lados, que hoy no es el día de comentar. La única verdad de todo es que, por una cosa o por otra, hay dos de los tres hijos a los que no les ha llegado nunca lo que él quería, porque su viuda no quiso. Ese es el principio... y hoy es el final.
“He llorado mucho por culpa de la madre de mi hermano. Con mucha impotencia y sin entender el porqué”, lamenta
—¿En alguna ocasión le pediste personalmente a Isabel Pantoja vuestras cosas? ¿Hubo alguna conversación entre vosotros?
—Sí, sí la hubo.
—¿Qué sucedió?
—Fue muchos años después de su muerte, en ‘Cantora’. Le dije: “Isabel, ya tengo mi vida organizada, tengo mi finca y ya puedo tener las cosas de mi padre en un sitio adecuado para que se conserven bien, así que, por favor, a ver si las puedo recoger”. Me contestó que por supuesto, cuando quisiera.
—¿Y entonces?
—Me fui de ‘Cantora’ pensando que era una maravilla. Llamé a mi hermano Cayetano, que pensó lo mismo. A los días, llamé a mi hermano Kiko para que le dijera a su madre que nos dijera un día de esa semana que le viniera bien para pasarnos a por las cosas de nuestro padre. Al rato, Kiko me llamó de vuelta y me dijo que su madre le había dicho que allí no teníamos que ir a recoger nada.
—¿Y nunca más?
—Directamente con ella, nunca más. Con mi hermano Kiko sí lo hemos hablado alguna vez y le hemos pedido alguna cosa que nos consta que tiene, como grabaciones de corridas de toros de mi padre. A mí me encantaría tenerlas para verlas con mis hijos y enseñarles a su abuelo, pero también se nos dijo que no.
—¿Sabes si Kiko ha hecho algún intento por mediar o ayudaros?
—Sí, me consta que sí ha hablado alguna vez con su madre y le ha dicho que, por favor, nos dé nuestras cosas porque, además, nos perjudica en nuestra relación de hermanos. También te digo que si la historia fuera al revés, cuando yo hubiera cumplido la mayoría de edad, hubiera cogido las cosas y se las hubiera dado a mi hermano. Pero sí me consta que él lo ha hablado.
—¿De qué manera os ha perjudicado entre los hermanos?
—Bueno, al final, si yo tengo mala relación con su madre, llega un momento en el que él está en medio. Yo entiendo que le afecte cualquier comentario mío.
—¿Comprendes, entonces, que le hayan dolido tus últimas palabras en televisión hacia su madre?
—Claro, lo entiendo perfectamente. Es que es su madre.
—Le duele que las hagas públicas, pero, a la vez, te da la razón en tus afirmaciones. Eso es duro para un hijo...
—Claro que lo es. Si yo pienso que si las cosas que él dice que le ha hecho su madre me las hiciera la mía, se me ponen los pelos de punta. No concibo que una madre pueda hacer esas cosas a un hijo. Me da pena y lo siento por él, porque entiendo que su vida no ha sido fácil.
—Cuando rompió en público con ella, le mostraste tu apoyo. ¿Esa situación os acercó?
—Más que acercarnos es que de una vez se vio todo lo que yo he venido sufriendo. A mí esta historia me está perjudicando desde que tengo diez años. Me ha perjudicado personalmente, profesionalmente y en todos los sentidos. No solo es que no haya recibido el legado de mi padre, es que he tenido que ver cómo se han vendido cosas que eran para nosotros, cómo ha ido gente a ‘Cantora’ y ha visto las cosas y ha escuchado a Isabel decir que todo eso no iba a salir de ahí. En una ocasión, estando su madre en prisión, tuvimos una conversación con Kiko, medio en broma medio en serio, para saber si había alguna posibilidad de coger nuestras cosas, y su respuesta fue: “¿Qué queréis? ¿Que cuando salga me mate?”. Pero sí quiero dejar claro que en ningún momento hemos presionado a Kiko para recuperar nuestras cosas y que jamás hemos supeditado nuestra relación con Kiko a tener esas cosas. Eso que quede muy claro.
—¿Crees que, además de Cayetano y tú, Kiko también es víctima de esta situación generada por su madre en la medida que os ha afectado como hermanos?
—Claro, es que él está en medio. Eso no ha ayudado. Somos hermanos, pero ¿hasta dónde hay que ceder por el hecho de que a mi padre le gustaría ver a sus hijos juntos?
“Entiendo que a Kiko le hayan dolido mis palabras porque es su madre”, dice Francisco, quien en marzo dijo sobre Isabel Pantoja: “Todo lo malo que le pase se lo merece”
—Entiendo que esa pregunta te la has hecho muchas veces…
—Me la sigo haciendo constantemente.
—¿Y qué te respondes?
—Hay una realidad, que nos han educado de forma distinta, y con eso no digo que a uno mejor y a otro mejor. Pero es verdad que yo tengo mucha ventaja porque tengo muchos recuerdos de mi padre y me da mucha pena que él no los tenga, más allá de lo que le hayan contado.
—¿Le has hablado sobre tu padre?
—Sí, claro. Él nos ha pedido en ocasiones que le contáramos cosas de papá, de cómo era. Yo tengo muchos recuerdos y sucede una cosa: yo recuerdo más las cosas que viví con él siendo niño que otra persona que conserve a su padre vivo, porque, cuando te falta tan pronto, te aferras a diario a esos recuerdos y los mantienes muy vivos.
—¿Cómo viviste el día que llevaste a tu hermano a conocer a vuestro tío José, ‘Riverita’, poco antes de fallecer? ¿Se cerró un círculo familiar pendiente?
—Todo es más sencillo de lo que a veces se ve desde fuera. Mi hermano Kiko nos dijo que le gustaría verlo antes de que se muriese y hablamos con él. Mi tío nos dijo que por supuesto, que le hacía mucha ilusión conocer al hijo de su hermano, con el que prácticamente no había tenido contacto. Pasamos un rato maravilloso, de muchas anécdotas.
—Kiko había confesado poco antes que creció escuchando a su madre decirle: ‘Los Rivera son malos’.
—A Kiko le han contado muchas mentiras. Eso lo hemos hablado. Yo sí le he dicho cosas que no eran como él había escuchado. La verdad solo es una. Por ejemplo, se ha dicho que nosotros no habíamos hecho por recuperar las cosas por la vía legal y sí lo hicimos, pero para denunciar a esta señora teníamos que denunciar a mi abuelo y a mis tíos, y en aquel momento no estábamos dispuestos a eso. Lo decidimos así por el bien de la familia, aunque, seguramente, si hubiera llamado a mi abuelo y le hubiera dicho que le tenía que denunciar para intentar recuperar las cosas de papá, me hubiera dicho que lo hiciera. Y ahí paramos el tema judicial.
“No me gustaría estar en el pellejo de esta señora cuando, Dios quiera que dentro de muchos años, se encuentre a mi padre y le tenga que dar explicaciones”
—Y lo retomasteis el año pasado, tras las confesiones de tu hermano en el programa La herencia envenenada.
—Como en su día se dijo que las cosas no estaban porque había habido un robo en ‘Cantora’ y mi hermano Kiko declaró en televisión que todo lo de mi padre estaba allí, pues había una posibilidad de abrir una nueva vía… Yo nunca me he cansado de intentarlo. A través de Kiko, a través de gente que conocía. Un día me llamó llorando el mayoral de ‘Cantora’, Juan Cuevas, que había trabajado con mi padre, para pedirme perdón porque las cosas no solo estaban allí, sino que se estaban pudriendo, que no estaban cuidadas y se las estaban comiendo las ratas. Él mismo le había dicho a esta señora que por qué no le daba a los niños de don Francisco las cosas que se podían salvar y ella le contestó: “Antes de que lo cojan los niños, lo quemo”.
—¿Qué sientes al saber eso?
—Me da mucha pena, porque albergar tanto odio en el corazón no debe ser bueno. Mira, a día de hoy, sí puede haberse sentido ofendida por cosas que he dicho, aunque cuando lo que se dice es verdad, el ofendido se tiene que ofender menos. Pero, ¿qué culpa de nada tenía yo con diez años?
—¿Cuál es el origen de ese odio?
—Uy… Puedo tener mis elucubraciones, pero no lo sé. Y prefiero hablar solo de cosas ciertas y reales, no de imaginaciones.
—¿Kiko te ha podido ayudar a saber el porqué de la negativa de su madre a daros vuestra herencia?
—No, él no lo sabe. Nos lo ha dicho muchas veces, que no sabe por qué.
—Kiko, molesto por tus palabras sobre su madre en el banquillo, ha dicho en su última entrevista que tu madre tampoco era ejemplo de nada...
—Mi madre no le ha hecho daño a Kiko jamás. Es más, es que mi madre no le ha hecho daño a nadie. Cuando quiera Kiko, nos sentamos a hablar de madres y le cuento lo que yo he tenido por madre. A su manera, mi madre ha luchado por sus hijos, se ha sacrificado por ellos, siempre que la he necesitado ha estado la primera, ha dado la cara por mí y, además, ha hecho todo eso disfrutando de una vida plena, haciendo lo que le daba la gana, dejando a un montón de amigos que la echan de menos todos los días. El mejor legado que me ha dejado mi madre es cómo hay que disfrutar la vida y bebérsela a tragos, por no hablar del respeto a los demás. No recuerdo que mi madre haya ido a ningún plató a poner verde a nadie. Ella ha ido mil veces, pero siempre a hablar de su vida y sus cosas. Mi madre tenía una enfermedad, porque la adicción a la cocaína y a los somníferos es una enfermedad que mata a las personas y destroza familias. ¿Y de verdad Kiko va a señalar a mi madre?
“Un día me llamó llorando el mayoral de ‘Cantora’, Juan Cuevas, para pedirme perdón porque las cosas de mi padre se estaban pudriendo, no estaban cuidadas y se las estaban comiendo las ratas”
—¿Tuvo relación con ella?
—Muy poca, pero no puede tener ni media pega, porque la que más apoyó nuestro acercamiento fue ella. En mi boda con Eugenia, la que más pendiente estuvo de él en todo momento para que estuviera bien fue mi madre.
—Estás verdaderamente dolido
—Todos tenemos un límite de perdones y oportunidades… y el mío ya ha llegado.
—¿No aceptarías sus disculpas?
—Esto ya no va de perdonar. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Han sido ya muchas veces y llega un momento en el que no es cuestión de perdonar, sino de que hay cosas que no pueden ser. Yo me he equivocado muchas veces, pero hay equivocaciones y equivocaciones…
—¿No has sentido la tentación de llamarlo y decírselo personalmente?
—No. Creo que no tenemos nada que hablar.
—¿También en todo lo que atañe a su madre?
—Verás, Joaquín Moeckel, mi abogado y amigo, contactó esta última vez con el abogado de ella, en Medina Sidonia, y se desplazó hasta allí tres o cuatro veces para decirle que, si nos correspondían cuatro o cinco trajes a cada uno, con que nos diera uno nos valía. Y así con todo lo demás. Que no hacía falta que nos diera todo, que alguna cosa… Y la negativa fue rotunda. Así que lo que yo quiero decir hoy es que se acabó.
—Y lo asumes…
—Lo he intentado. Muchas veces he pensado que no me gustaría estar en el pellejo de esta señora cuando, Dios quiera que dentro de muchos años, se encuentre a mi padre y le tenga que dar explicaciones.
—¿No te pesa ahora esa misma reflexión, en virtud de la memoria de tu padre, en lo que os atañe a Kiko y a ti?
—Yo a mi padre le puedo decir mirándole a los ojos: “Lo he intentado. Y lo he vuelto a intentar. Y lo he vuelto a intentar. Y lo he vuelto a intentar”. Es que no es la primera vez. Kiko ha dicho muchas cosas de mí, no es la primera vez que me deja a la altura de los cascos de los caballos. Es cierto que mi padre me podría decir que si no lo podía intentar una vez más, como me dicen mi mujer o mis amigos, y seguramente tengan razón, pero sí le puedo mirar a los ojos y decirle que lo he intentado muchas veces. Y sí le puedo decir que no le he hecho mal a nadie. Si mis palabras han dolido alguna vez, han sido siempre desde el corazón, pero es que mi corazón está muy dolido.
“Estando su madre en prisión, tuvimos una conversación con Kiko para saber si había alguna posibilidad de coger nuestras cosas y su respuesta fue: ‘¿Qué queréis? ¿Que cuando salga me mate?”
—En el fondo, hablamos de un legado que no tiene gran valor económico...
—Yo he crecido queriéndome parecer a mi padre, ha sido mi espejo, he sido torero consciente de que a él lo mató un toro en la plaza, le he dedicado todas y cada una de mis tardes. Él estaba conmigo siempre en el ruedo. Yo he necesitado mucho tener cualquier cosa de él. Me hubiera dado fuerza, ilusión. Yo soy una persona de tocar, de contacto; si voy por la calle, tengo que ir de la mano de mi mujer… Tocar algo de mi padre hubiera sido mi mayor ilusión. Tengo mucho dolor en el corazón. Y cuando el dolor es continuado, te lleva al rencor.
—¿Has derramado muchas lágrimas por culpa de Isabel Pantoja?
—Muchas, he llorado mucho. Con mucha impotencia y sin entender nunca el porqué. Además, no perdonaré que una de las penas que tuvo mi madre en su vida fue no haber logrado que sus hijos tuvieran el legado que su padre quería para ellos. Yo tengo tres hijos y lo tengo todo organizado en un testamento. Si la persona que está a mi lado ahora no cumple mi deseo, no lo podría entender. Yo tengo dos hijos con Lourdes y tengo a Cayetana con Eugenia. Estoy convencido de que, si puede, Lourdes beneficiará a Cayetana.
—Llegada la situación en la que te encuentras, ¿necesitas sacar el apellido Pantoja de tu vida para avanzar?
—Sí, tengo que borrar la ilusión de recuperar algo. La última vez volví a ilusionarme y, cuando se convierte en decepción, vuelve a sangrar la herida. Necesito cerrar esa herida y que cada uno viva como pueda. Mi vida es mi familia, mi trabajo y mis amigos, y tengo que cerrar porque cada vez que se abre no me trae nada bueno. Esta historia, para mí, se acaba aquí.