Al igual que otras princesas a lo largo de la Historia, Ana de Orleans y Orleans-Braganza creció entre pinceles y rodeada de arte. Entre sus recuerdos, evoca, con emoción, la “maravillosa” visita que, “con cinco o seis años”, y acompañada de su padre, Enrique de Orléans, Conde de París , hizo al Museo del Prado de Madrid.
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Aquella niña que se quedó ensimismada con los tesoros de la pinacoteca madrileña y ‘espiaba’ a sus hermanos mientras pintaban, estaba destinada a continuar el legado de varias generaciones de grandes mecenas y coleccionistas.
Tras su matrimonio con don Carlos de Borbón-Dos Sicilias, Duque de Calabria e Infante de España , en 1965, la princesa de Francia que nació en la vecina Bélgica hizo de nuestro país su nuevo hogar. Aquí formó una familia -tiene cinco hijos y 19 nietos, entre ellos, Jaime de Borbón-Dos Sicilias, duque de Noto, que protagonizó uno de los enlaces reales más esperados el año pasado-, y siguió dedicándose, cuando podía, a su gran pasión: la acuarela.
Sin embargo, no fue hasta 1998 que decidió mostrar al público, por primera vez, parte de su obra. Y, aunque desde entonces ha exhibido sus acuarelas cada cierto tiempo -muchas veces, con el fin de recaudar fondos para alguna causa benéfica-, reconoce que su nueva exposición es diferente a las demás.
La muestra, que puede visitarse hasta el próximo 3 de junio en la Fundación Iberoamérica Europa (en la calle General Arrando 14, Madrid), supone su presentación como artista, y nos advierte que, en esta ocasión: “No expongo para mí. Expongo por ellas”.
- ¿Qué es la pintura para usted?
- Una evasión, una parte interior indescriptible. Una parte que a veces no puedes explicar.
- ¿Cómo definiría su arte?
- Autodidacta. Nunca he tenido muchas clases.
- Todas las Familias Reales europeas han sido, en general, grandes mecenas del arte a lo largo de la Historia. La suya no ha sido una excepción.
- La Historia lo dirá mucho mejor que yo. Tenemos el Museo del Prado a causa de eso, y también hay unas colecciones extraordinarias en Francia (una de las grandes pinacotecas francesas, por mi tatarabuelo, está en Chantilly), en Liechtenstein, en Holanda, en el Palacio de Buckingham hay una colección privada extraordinaria… Todo esto se debe a dos motivos: el primero porque quieren a su país, y el segundo porque quieren a sus artistas. Es un mecenazgo maravilloso proteger a artistas que se quieran dedicar únicamente a su arte sin pensar en el día a día… Además, gracias a eso pudieron producir maravillosas obras de retratos, bodegones… Sólo con ir al Prado, al Thyssen y a las Reales Descalzas te das cuenta. Es una belleza.
- ¿La animó su familia a pintar?
- Como todos pintábamos, no nos animábamos (se ríe). En las fiestas de Navidad, por ejemplo, nos enviábamos postales pintadas por nosotros mismos. También guardo lo que me han pintado mis hijos y mis nietos. En mi familia siempre se ha visto como algo natural, y está muy bien porque, muy amablemente, nos criticamos los unos a los otros y también nos animamos. Nos decimos lo que vemos bien y lo que vemos mal. Por ejemplo, cuando me dicen que algo no debería haberlo hecho de una manera, yo lo acepto… Y después también les digo lo mismo.
- Su familia es su mejor crítica entonces…
- Sí. Si la familia te dice que está bien, entonces es: ‘¡Wow!’. Si no te dice nada, es un ‘bueno’. Pero siempre acepto lo que me dicen porque las críticas son buenas. Mi familia todavía no ha visto esta exposición, aunque bueno, el próximo mes de agosto, mis hermanos y yo, los que viven todavía (somos ocho de once), vamos a exhibir nuestras obras en la Galerie Berko en Konokke-Heist (Bélgica).
- ¿Ellos también son acuarelistas?
- Sí. Algunos son acuarelistas, otros hacen fotos, esculturas, óleos… Una de mis hermanas hace retratos maravillosos y compone música… Aunque es muy difícil exponer la música, le he dicho que tenemos que poner la música de fondo.
- ¿Cómo se inició en la acuarela?
- Mayormente mi familia se ha dedicado a la acuarela y al óleo. El principal acuarelista de la familia ha sido el Príncipe de Joinville, hijo del rey Luis Felipe -se refiere al último rey de Francia, que perteneció a la Casa de Orléans-. Fue un acuarelista extraordinario, y a mí me apasiona también la acuarela… Aunque es cierto que mis otros hermanos hacen retratos al óleo, pintan con otras técnicas, a mí la acuarela me encanta porque es muy delicada y tienes que dominar el agua, el medio… Eso y también porque te pones delante de una hoja en blanco y tienes que componer.
- ¿Le hace ilusión que sus hijos y nietos continúen este legado artístico?
- El de pintar es un don que se hereda o no. Gracias a Dios, tengo dos hijas que pintan de maravilla y unos nietos que también. Les he regalado a mis hijos y mis nietos muchos cuadros… Pero tengo un cuarto donde cuelgo todo lo que mis nietos me han pintado, lo tengo allí pegado.
- Vemos que se inspira mucho en la naturaleza.
- Sí, principalmente. Tengo dos o tres cuadros abstractos, he hecho algunos retratos… Pero los retratos son muy difíciles. Pinto por placer y lo que me gusta es extraer de mí pensamientos, ideas… Muchas veces, cuando pinto cosas, me cuento historias.
- ¿Tiene algún sitio que le inspire de una forma especial?
- No. Cualquier sitio me inspira, pero me gusta enormemente nuestra finca ‘La Toledana’ -en Ciudad Real-. Me encanta estar ahí pintando… Pero pinto igual en cualquier lado. Antes me paraba en cualquier parte del campo. Abría la parte de atrás de mi coche, me sentaba atrás, tenía mi agua y pintaba.
- ¿En qué momento nace esta exposición?
- Yo no expongo para mí. Expongo por ellas -dice, al tiempo que contempla sus cuadros-. Son como pensamientos, palomas que salen de mi alma… y que me gusta que también tengan otros. No quiero que se me amontonen en casa -ríe-.
“Esta exposición intento que sea más profesional. Quiero actuar como una artista y ver qué resultado tiene en la calle”
- ¿Cuánto tiempo de trabajo hay detrás de estas obras?
- La última exposición que hice fue hace tres años y medio o cuatro. Siempre expongo cada tres, tres años y medio, porque soy muy productiva, pero tampoco me gusta estar de exposición en exposición. Hay pintores magníficos que lo hacen. Yo escojo las que, desde mi punto de vista, son mis mejores obras.
- ¿Hay alguna de la que se sienta particularmente orgullosa?
- Sí -contesta rápidamente- Esta me encanta -señalando una en la que aparece un frondoso árbol- y esta -apunta a un cuadro de una flor que “simboliza la cantidad de sentimientos que pueden expresar las lágrimas: amor, tristeza, soledad, felicidad, alegría…”-.
- En anteriores ocasiones no ha dudado en poner su arte al servicio de diversas causas solidarias.
- Sí, pero esta vez es para mí. En el fondo, lo que he querido es intentar ser, sencillamente, una artista. Exponer como ellos, hacerlo como ellos… Otras veces me facilitaban los locales y todo era distinto. Aquí, en la Fundación Iberoamérica Europa, que encontramos por causalidad, estoy en una galería.
- ¿Entonces esta vez siente que es algo más profesional?
- Intento que sea más profesional, exactamente. Sobre todo, quiero actuar como una artista y ver qué resultado tiene en la calle. Al final, la calidad puede conseguirse cuando quiera.
- ¿Ha sufrido alguna vez un ‘bloqueo’ frente al papel en blanco?
- Sí, totalmente. Una de las acuarelas que tengo abajo -se refiere al segundo piso de la galería- la tuve bloqueada. Paré de hacerla unos seis meses, sin poder retomarla, hasta que me dije: ‘Bueno, hay que acabar eso, no se pueden dejar así las cosas’. Entonces, al final, buscas un camino para hacerlo… Pero, en general, no son las mejores obras. Las mejores son en las que fluye la acuarela. Esta, por ejemplo, -dice señalando el cuadro de un racimo de uvas-, la tenía muy pensada en mi cerebro, pero está muy bien, muy equilibrada.
- ¿Alguna vez ha pensado en hacer escultura?
- De pequeña hice mucha cerámica, pero la verdad es que no lo he pensado nunca. He hecho cositas de barro… Cuando vivía mi marido, tenía una vida más ajetreada, viajando, y quería hacer algo. Para mí la acuarela era el sistema más cómodo porque con un papel y una botella de agua podía colorear en cualquier sitio. Viajaba con él y pintaba. Empecé con cosas muy pequeñitas, como de 15x15 cm.
- ¿Hay alguna obra que le haya marcado o llamado muchísimo la atención desde pequeña?
- A mí siempre me han gustado mucho Sorolla y los maestros holandeses. Tienen una gran precisión, y pintaron muchas flores y bodegones. También me encantan los impresionistas porque creo que su arte puede transformarse en acuarela. Pero, para mí, el genio es Turner. Ha hecho óleos magníficos, pero sus acuarelas son mágicas. Es mi gran maestro en la acuarela.
- ¿Tiene todavía obras que no haya mostrado al público?
- Sí, tenemos todo catalogado así que sabemos perfectamente lo que ha sido vendido, regalado, expuesto… Todo artista que se dedique bien sea a la pintura, la música, la escultura… debe trabajar muchas horas al día para conseguir una buena obra. Tenemos que entrenarnos mucho y, para esta exposición, he escogido las que pensaba que eran mis mejores obras.