Los nubarrones negros están desapareciendo. Iñaki Urdangarin se reinventa, consigue la libertad condicional, pone en marcha nuevos proyectos y rompe con su mundo anterior… Nadie se lo esperaba, pero camino de celebrar las bodas de plata con la infanta Cristina, se ha enamorado de otra mujer y ya solo mira hacia delante. Lo dijo recientemente: “Quiero construir un futuro nuevo para mí. Parto de cero porque quiero que la palabra ‘libertad’ vuelva a estar delante mí”.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Es un hombre nuevo -nada que ver con la imagen que ofrecía hace algunos meses en los días de semilibertad-, con una vida nueva, aunque hay algo que no ha cambiado: su amor por los clásicos. Nos referimos a su coche, el Audi 80 coupé de color blanco que siempre ha estado a su lado.
Los noventa fueron los años de mayor gloria para Iñaki. El mundo le sonreía, sus éxitos deportivos como jugador de balonmano eran arrolladores, tenía un pequeño restaurante, ‘El Pou’ con sus socios, Barbeito y Rollán en el pasaje Pellicer, y respondía, a cada paso, a la imagen de una verdadera estrella.
Estaba llegando a la cumbre de su carrera y se dio un capricho: un coche a medida. La princesa Diana también se paseaba con el mismo modelo por Londres, aunque, en su caso, era descapotable.
Corría el mes de enero del año 93, acababa de cumplir veinticinco años -fue un buen regalo de aniversario-, lo tenía todo, y además se lo rifaban: alto, atlético, atractivo y de ojos azules… Y se compró el Audi de moda.
Entonces, la vida empezó a ir a toda velocidad. Iñaki era el deportista de éxito en las filas de la sección de balonmano del F.C. Barcelona y de la selección española con la que consiguió dos medallas de bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y Sidney 2000… Y, más que eso, en el camino también conoció a una infanta de España.
Ni gota de sangre azul –aunque los orígenes de su madre, Claire Liebaert son aristócratas -, pero con muchos títulos deportivos a sus espaldas, ganas de comerse el mundo y un aliado perfecto (su maravilloso coche blanco) para perderse sin que las cámaras los pudieran seguir por las calles de Barcelona y las calas y rincones de la Costa Brava.
Si bien es cierto que las primeras imágenes de la pareja fueron realizadas saliendo de su casa en un Golf verde, que era el coche de soltera de la hija de los Reyes de España - con un motor de seis cilindros, la estrella de los años 90-, el vehículo de Iñaki lo acompañó en todo el camino hacia palacio. De los primeros pasos vestido con el uniforme de su equipo y una infanta en las gradas sin poder dejar de mirarlo con amor y orgullo; a la catedral de Barcelona, donde se casaron 4 de octubre de 1997.
Coches de alta gama aparte en los tiempos dorados como yerno del rey Juan Carlos y duque de Palma, son casi treinta años de historia.
Iñaki usó el Audi deportivo hasta finales de los 90, cuando ya habían nacido sus hijos mayores. De hecho, hay imágenes de los pequeños subidos al automóvil con su padre al volante; incluso alguna fotografía de la reina Sofía con su yerno y sus nietos durante alguna de sus escapadas a la Ciudad Condal en aquellos tiempos tan felices.
Y entonces se le perdió la pista. Nunca más… hasta ahora. De hecho, se creía que el coche había terminado en manos de la princesa Alexia, hija de los Reyes de Grecia y prima de las infantas y del rey Felipe VI. Según publicaron diferentes medios, en 2001, había estado en el punto de mira de ETA -presuntamente bajo vigilancia del comando Barcelona- y había sido vendido a finales de los 90 a la prima más querida de su mujer. Pero algo no cuadra. O fue un préstamo, o sorpresa -salvo que se haya hecho con un modelo igual-, el vehículo sigue estando a su lado, o muy cerca.
La vida de Iñaki Urdangarin ha dado muchas vueltas y, a sus 54 años, sigue habiendo giros muy inesperados. Con mejor o peor suerte, ha enfrentado un sinfín de experiencias: De deportista de éxito, a “oveja negra”. Del yerno perfecto al pronto exmarido de una infanta que se pasea por Vitoria en bicicleta y recurre a su fiel compañero de viaje para sus escapadas más románticas. Al menos para las distancias cortas, cuando sale con Ainhoa Armentia a hacer caminatas por los bosques de Álava o buscan refugio en casa de sus amigos.
Como contó a Juanma Castaño en El Partidazo de COPE : “No le doy importancia a lo que opinen los demás. Miro para delante, La oportunidad de reinventarme. Lo que quiero es volver a arrancar…” El ‘Urdangamóvil’, de nuevo en marcha, es testigo.