Nueva cita sorpresa, en Barcelona, y nuevas imágenes inesperadas. Tres meses después de que su matrimonio saltara por los aires y tras haberse reunido, en Ginebra, para poner encima de la mesa su divorcio, la infanta Cristina e Iñaki Udangarin volvían a encontrarse, en Barcelona, aunque con una gran diferencia. Por primera vez aparecían juntos en público. Había una razón poderosa: estar al lado de Pablo (todos juntos), apoyándolo en otro gran acontecimiento en su vida deportiva.
Así, y dejando a un lado sus diferencias, el miércoles día 20 acudían al Palau Blaugrana para verlo enfrentarse con su equipo a un difícil rival, el B. M. Benidorm, cuarto clasificado. Un encuentro —ganaron por 31-26— que los conduciría a celebrar el título de Liga, tres días después, en Pamplona.
Durante meses, hicieron todo lo posible para no coincidir ante las cámaras, pero ahora, y aún marcando mucho las distancias, parece que se abren otros escenarios. Juntos por sus hijos y apuntándose a los planes familiares que haga falta, aunque se palpe la tensión y la frialdad que hay entre ellos. Lo ‘cuentan’ las imágenes: sentados en diferentes gradas, sin mediar palabra, sin cruzar sus miradas y separados por sus hijos y familiares. Doña Cristina, seria y ‘escondida’ tras su mascarilla, aparece al lado de una sobrina de Iñaki, que lleva en brazos a su bebé, y de su hija, Irene. Debajo, y alejado en la medida de lo posible, Urdangarin comparte asiento con Miguel sin desviar los ojos del campo y de su hijo Pablo.
La infanta no quiere nada con Iñaki, pero otro tema es la familia que han construido y hará lo que haga falta para que todo fluya de la mejor manera posible. Lo dejaron claro en su comunicado: “El compromiso con nuestros hijos permanece intacto”. También Pablo, cuando, nada más descubrirse la relación del exdeportista con Ainhoa Armentia, decía: “Nos vamos a querer igual… Tampoco va a cambiar nada”.
Y ahora, cuando el destino de su matrimonio está claro, llega una prueba. La hermana del Rey no solo no pone peros, como ha contado su entorno a ¡HOLA!, sino que facilita el camino a todos. En público, juntos por primera vez ante las cámaras. Y en privado, compartiendo hotel, desayuno y planes con tres de sus hijos —de nuevo, el mayor, Juan, volvió a ser el gran ausente—, aunque haciendo su vida personal cada uno por su lado.
Para Pablo, Miguel e Irene, después de todo lo que ha pasado, ha sido un regalo poder pasar tiempo juntos en las últimas dos semanas. Primero, en Barcelona, donde esperaron a Miguel, que pasó unos días en Vitoria con su padre, antes de viajar a Abu Dabi; después, compartiendo vacaciones con el Rey don Juan Carlos, y, finalmente, durante el último encuentro en Barcelona.
La ciudad en la que fueron más felices y donde Irene también tiene buenas amigas, aunque solo tenía cuatro años cuando sus padres se trasladaron a Washington. Se fue en 2009, siendo muy pequeña, pero hoy, trece años después, se lleva todo el foco con su espectacular cambio. El protagonismo recae siempre en las hijas de los Reyes y en su otra prima, Victoria Federica, pero Irene, aún desde la sombra y con esa mezcla de rasgos de su abuela paterna, Claire Liebaert, y de su madre, la infanta Cristina, apunta muy alto como la nueva estrella de la familia Borbón. Tiene casi diecisiete años, figura atlética, mucho estilo, pelo rubio y ojos azules, al igual que la princesa Leonor, quien también cumplirá diecisiete años, en octubre.