Se la ve feliz, tranquila y nos cuenta que se siente realmente afortunada con la familia que tiene. Elena Tablada atraviesa una bonita e intensa etapa como madre entre dos momentos muy diferentes: los cambios de pañales y paseos por el parque con su hija pequeña, Camila, y la siempre temida etapa de la preadolescencia en la que se encuentra Ella, la mayor, nacida de su relación con David Bisbal. Las dos son sus maestras de vida, de ellas aprende cada día y la han convertido en la mujer que es hoy, fuerte, decidida y segura de sí misma. Diez años separan el nacimiento de sus hijas y Elena confiesa que ha experimentado en este tiempo un gran cambio de madurez, que han aparecido en ella miedos que antes no tenía, pero que ha aprendido a disfrutar mucho más de la maternidad.
A su lado, en este viaje de aprendizaje, no ha faltado su marido, Javier Ungría, de quien Elena nos dice que está “como loco” con Camila, que llegó a sus vidas hace justo dos años para revolucionarlas. La pequeña, con una mirada azul que enamora, es inquieta, exploradora y con mucho carácter y, coincidiendo con su segundo cumpleaños, compartimos con ellas una mañana en el madrileño parque de El Retiro, donde Elena nos ha hablado de sus retos, inquietudes y del momento que vive.
“Javier está loco con ella porque es muy viva. Desde que nació tenía los ojos abiertos, levantaba la cabeza y era muy despierta”
—Elena, Camila ya tiene dos años, ¿cómo se te ha pasado este tiempo?
—¡Volando! Aunque la verdad es que, como di a luz en pleno primer confinamiento, tuve la suerte de poder disfrutarla a tope en mi casa. Todavía no la llevo a la guardería porque quiero disfrutarla un poco más, ya que, probablemente, no tenga más hijos. Camila es una bendición desde que llegó. Es una niña alegre, fuerte y con carácter, es mujer alfa, y la verdad es que ha sido una alegría y ha traído mucha luz a la familia.
—¿Qué ha sido lo mejor?
—Creo que mi crecimiento personal, saber valorar la vida y agradecer lo afortunada que soy.
—¿Y lo más difícil?
—Todo ha ido fenomenal, pero lo más difícil ha sido volver a mi físico, que todavía no he vuelto después de dos años. Ahora tengo cuarenta y uno y la tuve con treinta y nueve y se notan los años en la piel, en cómo se queda tu cuerpo y cómo ensanchas.
—Hay diez años de diferencia entre tus hijas Ella y Camila, ¿cómo has vivido la maternidad diez años después?
—Diez años de diferencia son muchos para ellas, pero mucho más para mí. Ha sido un cambio de madurez tan grande que he sabido afrontar la maternidad de otra manera y lo disfruto muchísimo más.
—¿Ella cómo está con Camila?
—Muy bien. Bueno, como está en la preadolescencia tiene un poquito de celos, tengo que admitir. Al principio, cuando era bebé Camila estaba superemocionada, pero luego tiene un poco de celos. Adora a su hermana, pero está con este baile por aquí, el maquillaje por allá, ‘mamá, quiero un top corto, ropa chula’… Entonces, claro, es que tengo dos niñas con dos edades muy diferentes.
“Mis hijas me han enseñado a ser agradecida y a trabajar mi paciencia, porque toda la maternidad es superbonita, pero también difícil y puede resultar frustrante”
—Compaginas cambiar pañales con los conflictos de la preadolescencia.
—Totalmente. Yo con mi hermana me llevo siete años y, cuando mi hermana nació, yo todavía tenía la edad de jugar con muñecos, pero Ella ya no tiene la edad de jugar así. Aunque tengo que decir que me ayuda muchísimo, sobre todo, tiene mucha más consciencia que yo, que cometo locuras como irme a Miami sola con las dos y siempre que aterrizo digo: ‘Se acabó’, pero, luego, vuelvo a volar… Ya he hecho ese trayecto con ellas como tres o cuatro veces. Ella se conciencia de que en el viaje me tiene que ayudar y está superpendiente. Muchas veces por su edad es como más distraída, pero, cuando tiene que estar atenta, lo hace y lo hace superbien.
—¿Son muy distintas Ella y Camila?
—Ella desde pequeñita era un amor, supercariñosa y tranquilita. Tú le decías: ‘Estate ahí tranquilita’ y lo hacía. Ahora, tú se lo dices a Camila y es que te mira con una cara como diciendo: ‘Sí, te lo crees tú’.
—Y ese carácter de dónde sale, ¿es tuyo o de Javier?
—Yo creo que es de los dos, porque Javi engaña —dice riendo.
—Pues parece tranquilo, pausado…
—¡Para nada! Además, es supernervioso y tiene carácter.
—¿Cómo le has visto como padre? Estará loco con su niña.
—Al principio, estaba desbordado, pero Camila se lo metió en el bolsillo desde el principio y está loco con ella porque es una niña muy viva, desde que nació tenía los ojos abiertos, levantaba la cabeza, era muy despierta. Así que todo lo que decía él anteriormente, que iba a ser estricto, en plan: ‘Cuando tengamos una hija, esto no va a pasar’… ¡Pues ahora todo pasa!
—¿Te ha costado conciliar la maternidad con tu trabajo como diseñadora?
—Ahora estoy dedicada a la niña, voy a hacer una colaboración con Guts and Love para hacer unas cuantas piezas para bebés, pero más que nada estoy enfocada en mis hijas.
“Tengo mucho miedo al futuro, pero lo combato cada día mirando a mi madre y mis abuelos, que supieron superar los retos que les puso la vida… y así quiero ser yo”
—Es que es una etapa que pasa volando.
—Sí, y me doy cuenta sobre todo con Ella, el tiempo ha pasado superrápido y es que, al final, tanto leer y tanto instruirme por querer educar a mis hijas de la mejor manera, he aprendido que tus hijos son tuyos los tres primeros años. Entonces, en estos tres primeros años de Camila quiero empaparme mucho de ella.
—¿Qué te han enseñado tus hijas?
—Ellas constantemente me enseñan. Me han enseñado a ser agradecida, que creo que es lo más importante, y luego, a trabajar mi paciencia, porque toda la maternidad es superbonita, pero es también superdifícil y puede resultar también frustrante porque siempre lo intentas hacer bien, pero tienes el cargo de conciencia de si podrías haberlo hecho mejor.
—Se intenta llegar a todo y a veces es imposible.
—Queremos hacerlo todo, tener cien mil brazos y es complicado. Una cosa que aprendí y lo pongo mucho en práctica es que, para estar bien con ellas, con mi familia y con mi marido, tengo que estar bien yo, cuidarme bien yo y sentirme bien yo. Puede parecer un poco frívolo ir a hacerme tratamientos de estética, al gimnasio todos los días o arreglarme el pelo, pero necesito estar bien y sentirme bien para estar bien con los demás.
—¿Te ves diferente como madre con Camila a como lo eras cuando nació Ella?
—Sí, totalmente. Es que cuando tuve a Ella era un poco más una niña, entonces no lo vivía de la misma manera, no con la responsabilidad que siento ahora con mis hijas. Por ejemplo, yo nunca he tenido el sentimiento de miedo hasta ahora, que he tenido a Camila. Antes era supervaliente, no temía a nada y ahora se ha despertado en mí una sensación y un sentimiento de miedo ante algunas cosas, que no me gusta, pero entiendo que es normal.
“Diez años de diferencia son muchos para mis hijas, pero más para mí. Ha sido un cambio de madurez, he sabido afrontar la maternidad de otra manera y disfrutarla más”
—Con las cosas que se ven hoy en día y los peligros de las redes sociales, da miedo.
—Todo, las redes sociales, el bullying… Todo ese tipo de cosas a mí me preocupan y, como madre cubana, no soy de decir tranquila: ‘No, bueno, dile que esto no me gusta’. Ante cualquier cosa, Ella siempre me dice: ‘Mamá, te lo voy a contar, pero, por favor, no hagas nada’.
—¿Hay algún momento en estos años que hayas pensado con ellas: ‘No puedo más’?
—Cuando voy de viaje, sobre todo. Porque al final yo soy la madre de tres, en realidad. Tengo un niño grande (Javier) y luego tengo dos niñas y es abarcar mucho. Entonces, a veces sí que me frustro, pero intento siempre mantener la calma, la serenidad y no proyectar eso a ellas porque, si yo me pongo nerviosa, ellas se ponen nerviosas también.
—Tu hermana tiene a su hijo, Oliver, que se lleva muy poco con Camila. ¿Ellos están muy unidos?
—Se llevan veintisiete días y se llevan superbien. Lo que pasa es que Camila le tiene a él como una vela. Él es buenísimo y, cuando era más pequeño y veía a Camila entrar, el pobre temblaba.
—¿Os veis mucho?
—Sí, hacemos muchos planes juntos y veraneamos juntos. Y la verdad es que está fenomenal porque es una unión entre ellos como si fueran hermanitos.
—¿Cómo estáis llevando la pérdida de tu abuela? Era el alma de la familia.
—La verdad que sí, ella era el alma de la familia. Es duro, yo creo que nunca se supera, pero aprendes a vivir con ello, con ese vacío y ese dolor que dejan. Ahora, por ejemplo, que es el cumpleaños de Camila, pues la echo mucho más de menos porque ella me decía: ‘Por lo menos, que la pueda ver caminar’. Y al final no pudo, pero yo sé que desde alguna parte nos está mirando, nos está cuidando y yo muchas veces la siento.
Sin nada
—¿Qué retos tienes ahora?
—Que mis hijas se críen de una manera que sean autosuficientes, seguras de sí mismas, que tengan una autoestima alta, creo que ese es el reto más grande que tengo. Y luego, en lo profesional, la colaboración que tengo con Guts and Love y volver a hacer algo con ETNA, pero también de moda infantil… No sé, cosas así.
—¿Algún miedo al futuro o ninguno?
—Muchos, pero los combato cada día. De repente me entra este sentimiento de miedo, pero siempre lo aparto.
—¿En qué te apoyas para coger esa energía y tener fuerza para combatir el miedo?
—Me apoyo mucho en mi familia, en cómo son ellos. Son personas fuertes. Yo miro mucho a mi madre, a mi abuela y a mi abuelo, que salieron de un país para otro sin nada y remontaron su futuro, pero nunca estuvieron lamentándose, ni quejándose. Son gente que ha sabido superar los retos que les ha puesto la vida y así es como a mí me gustaría ser y como me gustaría que fueran mis hijas.
“Que mis hijas se críen de manera que sean autosuficientes, seguras de sí mismas y que tengan una autoestima alta es el reto más grande que tengo”
—Un buen ejemplo de fortaleza.
—Total. No me gusta el martirio, no me gusta el victimismo, o sea, me gusta la gente que sabe superarse.
—Javier a tu lado también te habrá traído energía.
—Yo soy quien tira de él. Él es más víctima, es más drama queen —dice bromeando.
—Y con David Bisbal, ¿cómo están las cosas ahora?
—Pues bien. Como todas las exparejas, es como una montaña rusa constante. Ahora está la cosa bien, Dios quiera que falte mucho para que volvamos a tener un enfrentamiento, pero bueno, yo creo que, con cabeza, con sabiduría y con inteligencia, se pueden llevar bien las cosas.