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El popular comunicador y la periodista llevaban veinticuatro años casados y son padres de dos hijas

Patricia Cerezo nos habla de su nueva vida, tras el final de su matrimonio con Ramón García

A los cincuenta años, ha lanzado una agencia de comunicación y ha retomado su carrera de periodista


27 de abril de 2022 - 9:02 CEST

A veces, la vida nos sorprende con giros inesperados, que ponen en duda todas nuestras certezas, y cuando ya parecía que nuestro destino estaba escrito, ocurre que el futuro se convierte en una página en blanco y se abre un capítulo nuevo, inesperado y sorprendente.

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A Patricia Cerezo, periodista, madre de dos niñas, esposa durante veinticuatro años de Ramón García, uno de los comunicadores más populares de España, le ha sucedido que su matrimonio, contra todo pronóstico, ha llegado a su fin, y a los cuarenta y nueve años, con miedo, pero también con valor, ha sabido reinventarse y ha tomado las riendas de su nueva vida.

Portada HOLA 4057© Hola

La noticia de su separación, en el verano de 2021, nos pilló a todos desprevenidos. Ramón y Patricia formaban una pareja sólida y estable. Había mucho respeto y mucha complicidad entre ellos. Nunca dieron motivos para pensar que su matrimonio pudiera tener fecha de caducidad.

Llevaban juntos ‘media vida’, literalmente.

Se habían conocido en un plató de televisión, donde Patricia, que entonces tenía veintiún años, hacía prácticas como periodista. Ramón estaba en la cúspide del éxito profesional, al frente de programas tan inolvidables como La ruleta de la fortuna, No te rías que es peor o ¿Qué apostamos?. El flechazo fue instantáneo y, el 27 de marzo de 1997, se casaron; Patricia, con veinticuatro años, y Ramón, con treinta y seis, y comenzaron su vida juntos, enamorados, ilusionados, inseparables.

“A veces, cuando llevas ya media vida con una persona, el amor se acaba. En mi caso, ha sido media vida literalmente, porque yo conocí a Ramón a los veintiún años, terminando la carrera, y me casé con él a los veinticuatro”

Patricia solía acompañar a su marido a la tele. Su vocación era muy fuerte y, aunque nunca ejerció su profesión, porque  se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de sus hijas , Natalia (de dieciocho años) y Verónica (de dieciséis), poseía el espíritu y la inquietud de una buena periodista. Al lado de Ramón aprendió todo lo que se puede saber sobre la televisión, la radio y la prensa. No hay mejor ‘máster en comunicación’ que crecer junto al más grande.

Cuando su matrimonio terminó, hace diez meses, Patricia se enfrentó con algo de vértigo a su nueva vida. Había que salir adelante en solitario, buscar trabajo a los cuarenta y nueve años. Alguien le dijo: ‘Nena, pon una tienda’, y esta frase (qué antiguas son algunas personas) despertó a la fiera que había en ella. ‘Pensé que era mejor ofrecer que pedir —nos explica— y decidí lanzar mi propio negocio y retomar mi carrera de periodista. El proyecto es una agencia de comunicación y marketing’. El nombre lo dice todo: 49 Comunicación, su edad en el momento de ponerse en marcha. Toda una declaración de intenciones, porque nunca es tarde, siempre se está a tiempo de empezar de cero y llegar a infinito.

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“Ramón fue una de las primeras personas a las que les comenté que iba a trabajar en televisión, porque confío en su criterio. Me dijo: ‘¿Te apetece? ¿Estás segura? Pues adelante y si necesitas cualquier cosa, aquí estoy’”, nos cuenta Patricia.

En esta aventura, desde hace algunos meses, cuenta con el apoyo de su novio, Kiko Gámez, ingeniero de telecomunicaciones y alto ejecutivo de Telefónica, que conoce muy bien este mundo. “Somos un equipo, somos uno y vamos de la mano por la vida”, nos confiesa Patricia.

Patricia Cerezo, por dentro, sigue siendo aquella niña de veintiuno. Conserva la alegría, el optimismo y las ilusiones intactas. No ha perdido su sonrisa ni sus ganas de comerse el mundo. La vida, con sus giros inesperados, con sus sacudidas y sus sorpresas, siempre es un regalo. “Lo que viene, conviene, como dice mi madre”, nos recuerda, como resumen de nuestra larga conversación. Y luego sale corrien­do a ocuparse de sus niñas, de su nueva casa, de su empresa, de sus amigos, de su independencia y su libertad.

“Mi relación con él es muy buena. Yo le deseo lo mejor, con todo el cariño. Nos llevamos bien y nos alegramos de los logros del otro”

—A mediados de julio pasado, saltó la noticia de vuestra separación y fue una sorpresa para todos, porque no dabais la impresión de estar atravesando una crisis.

—Los primeros sorprendidos fuimos nosotros, porque no teníamos la intención de hacer pública la noticia en ese momento. Cuando se supo no fue por nuestra voluntad, sino porque se filtró, y es verdad que, hasta entonces, no se había enterado nadie, porque entendíamos que era cosa nuestra, que las que lo tenían que saber, que eran nuestras hijas, ya lo sabían. Habríamos preferido ganar algo más de tiempo antes de contarlo, para habituarnos a nuestras nuevas vidas. Además, era un cambio de vida total: había un cambio de domicilio, nuestra hija mayor empezaba la universidad…

—Erais un matrimonio sólido y muy estable, ¿qué pasó? 

—A veces, cuando llevas ya media vida con una persona, el amor se acaba. En mi caso ha sido media vida literalmente, porque yo conocí a Ramón a los veintiún años, terminando la carrera, y me casé con él a los veinticuatro. Media vida está ligada a él. ¿Qué ha pasado…? Han pasado muchas cosas y, al final, el amor se acaba. Y te puedes dar cuenta, te puede valer, puedes seguir… a pesar de no ser feliz. Pero la vida es preciosa y, además, los padres tenemos una responsabilidad hacia nuestros hijos. Igual que nos preocupamos de que tengan una buena educación, valores, principios, me parece importantísimo dar un ejemplo de amor, de pareja, de familia. Ejemplo de familia lo somos y creo que hemos hecho un buen trabajo con nuestras hijas: hay que seguir queriéndose, respetándose y tenemos que seguir siendo familia. Pero si el amor de pareja se termina por una de las dos partes, o por las dos partes, es mejor no conformarse, no aguantar. No hay que tener miedo. Hay que apostar siempre por el futuro, por supuesto, pero si la relación no funciona, primero hay que intentar solucionarlo, y si ves que no tiene solución, hay que coger las riendas, y eso es lo más difícil.

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—Claro, es que da mucho miedo y se siente mucha incertidumbre por el futuro. ¿Tú no has tenido miedo?

—No he sentido miedo de verdad, miedo físico, más que dos veces en mi vida: cuando murió mi padre y ahora. Esto es un duelo y el duelo tiene sus etapas: primero la negación, luego te enfadas, luego lloras, luego lo aceptas y, a partir de ahí, empiezas a ver que la vida continúa. Si quieres hacer como si no ha pasado nada, estás disfrazando el dolor y, al final, va a salir y hay que afrontarlo.

—¿En algún momento pensaste que en adelante estarías sola?

—Pensé: con cuarenta y nueve años vuelvo a estar soltera. Porque no he estado sola desde los veintiuno. Yo no he tenido relaciones importantes. He sido muy de amigas y ya. Conocí a Ramón, nos enamoramos y nos casamos.

—Aunque tienes muchos recursos: tus niñas, tu familia, tus amigos…, no dejas de sentir algo de vértigo, ¿verdad?

—Claro. Se rompe la columna vertebral en la que estaba apoyada nuestra familia, donde cada uno teníamos unos roles muy determinados. Y ahora, de repente, yo me hago cargo de todo. Y por un lado pienso: ‘¡Qué miedo’, y por otro lado me hace ilusión: desde firmar un contrato hasta comprar un coche o dar de alta el seguro. Parecen nimiedades, pero ahora es mi casa, yo organizo. La independencia es muy necesaria. Yo no la había conocido nunca porque salí de la casa de mis padres y me fui a vivir a la casa que compartimos Ramón y yo. Nunca he tenido miedo a la soledad, pero sí me ha dado mucho vértigo pensar que mis hijas ya están encauzadas, que en breve van a volar… Y ahora yo, ¿qué? Porque se me ha acabado un proyecto de vida en el que yo había apostado y no sé lo que vendrá a continuación.

“Esto es un duelo y tiene sus etapas: primero la negación, luego te enfadas, luego lloras, luego lo aceptas y, a partir de ahí, empiezas a ver que la vida continúa”

—¿En algún momento dudaste o te hicieron dudar de tus capacidades? ¿De que pudieras salir adelante?

—No. Nunca he dudado de que saldría adelante. En la vida hay que sembrar mucho, ocuparse y preocuparse. De la gente que quiero y tengo cerca nadie me ha hecho dudar. Al revés, me han animado y me han dicho: ‘Lo que tú vales no lo sabes ni tú’. Pero sí he notado eso que dices en personas menos cercanas, como si pensaran: ‘Vamos a ver ahora qué hace con su vida. Bienvenida a la vida real’. Yo nunca he dudado de que soy capaz de todo. Siempre he intentado dar lo mejor de mí en todo lo que he hecho. Me he dedicado a mi familia y estoy muy orgullosa de mi faceta como madre. Porque me ilusiono con todo lo que hago y no puedo hacer las cosas a medias. Tengo dos manos y una cabeza. Tengo la suerte de tener una familia maravillosa y muchos y muy buenos amigos.

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“Ahora, de repente, yo me hago cargo de todo. Y por un lado pienso: “¡Qué miedo!”, y por otro lado, me hace ilusión: desde firmar un contrato hasta comprar un coche o dar de alta el seguro. Parecen nimiedades, pero ahora es mi casa, yo organizo”, comenta Patricia en esta nueva etapa de su vida.

—¿Has descubierto en ti fortalezas de las que no eras consciente hasta ahora?

Hasta que he empezado a probarme a mí misma no me he dado cuenta de que tengo más virtudes y soy más valiente de lo que yo misma pienso. Si hace un año me hubieras dicho dónde iba a estar ahora, no me lo hubiera creído. ¿Estoy orgullosa? Sí. Estoy tranquila, estoy feliz. Ser feliz, con todo lo que nos pase, es una actitud en la vida. Y eso no significa que también algunas veces llore o esté triste.

—Luego está la gente que se empeña en decirte que tu matrimonio ha fracasado. 

—Y no es así. Un matrimonio maravilloso, una familia preciosa, que dura casi veinticinco años, es un grandísimo éxito. Un fracaso sería vivir una vida sin ilusión, una relación de desamor, de sufrimiento… Pero eso yo no lo he vivido. Y la familia sigue. Cambia de forma, entra en una etapa nueva, pero sigue adelante. Y seguimos estando de acuerdo en lo más importante, que son nuestras hijas.

Nada malo que decir

—¿Cómo es tu relación con Ramón a día de hoy?

—Muy buena. Yo le deseo lo mejor, con todo el cariño. Nos llevamos bien y nos alegramos de los logros del otro. Eso lo teníamos clarísimo. Y por eso decidimos hacerlo entre nosotros dos, sin nadie más, sin contarlo a nadie, y nos prometimos que nunca habrá reproches ni hablaremos mal el uno del otro, porque tampoco tenemos nada malo que decir.

—Te separas a los cuarenta y nueve años. Acabas de cumplir cincuenta. ¿Cómo te sientes con tu edad?

—Yo creo que las mujeres de mi edad estamos en la plenitud de la vida, cuando sabes lo que quieres y lo que no, y te conoces mejor que nunca.

—A tu agencia de comunicación le has llamado 49 Comunicación, haciendo un guiño a tu edad.

—Pensando en el nombre se me ocurrió cuarenta y nueve como una reivindicación de que nunca es tarde para comenzar. Con cuarenta y nueve años me reinvento, empiezo, nunca es tarde para emprender.

“Kiko es mi ilusión. Son las sorpresas que te da la vida. Nos queremos y nos respetamos mucho. Cada día me dice, de verdad, de corazón: ‘Creo en ti, eres fuerte, eres valiente, eres maravillosa’”

—Aunque no has ejercido tu profesión de periodista, has estado siempre detrás de las cámaras. ¿Ha llegado el momento de saltar a la primera línea?

—Soy periodista desde que nací, de carrera y sigo siendo periodista. Este mundo lo conozco desde dentro y desde fuera. He tenido mis colaboraciones en la sombra o menos a la sombra. Es verdad que nunca he estado en la primera linea de fuego por el pacto que teníamos Ramón y yo de tener un proyecto de familia en el que él era más el que salía en los medios.

—Pero muy poca gente conoce el mundo de la comunicación como tú de primera mano.

—Absolutamente. Sé perfectamente cómo funciona una productora de televisión, una emisora de radio, una redacción de periódico o una agencia de comunicación…

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—Y decides poner en marcha una agencia de comunicación.

—También porque vimos las necesidades del mercado. El marketing digital, el dar una oferta global, desde la producción editorial, la comunicación corporativa, la producción de eventos y nuestro fuerte, el marketing digital desde el e-commerce a la creación de marcas digitales, webs… y, claro, no estoy sola; tengo un equipo muy top. Ya tenemos proyectos y clientes. El veintisiete se lanza la nota de prensa de la creación de la agencia y a trabajar, aunque llevamos trabajando ya unos meses. Durante este tiempo he cumplido cincuenta, pero no le voy a cambiar el nombre a la agencia, porque es la edad en la que todo esto nace.

—Me parece una decisión valiente.

—Me gustaría mandar un mensaje a las mujeres que se puedan sentir identificadas conmigo. Después de llevar toda la vida dedicada a un proyecto, que ha sido la familia, llega el momento en que me digo: estoy sola con mi vida y tengo ganas de empezar algo y quiero contagiarlo, tengo fuerza… Y me ha sorprendido porque ha sido empezar a trabajar y parecía que me estaban esperando.

“Hasta que he empezado a probarme a mí misma no me he dado cuenta de que tengo más virtudes y soy más valiente de lo que pensaba. Si hace un año me hubieran dicho dónde iba a estar ahora, no me lo hubiera creído. ¿Estoy orgullosa? Sí”
Patricia Cerezo nos habla por primera vez de su nueva vida

—En este proyecto, de alguna manera participa Kiko, ¿verdad?

—Me apoya al cien por cien. Él conoce bien el mundo de la empresa y de las nuevas tendencias del marketing digital. Me ayuda en todo lo que necesito.

—¿Qué ha significado que Kiko haya llegado a tu vida? 

—Kiko es mi ilusión. Son las sorpresas que te da la vida. Cuando empiezas una nueva etapa, al principio ni te lo planteas, ni siquiera te puede apetecer, porque primero tienes que aprender a vivir sola y a disfrutar también de esa independencia y esa soledad.

—Y cuando menos te lo esperas…

—Llega cuando no es que estuviera cerrada, pero tampoco abierta a una nueva relación. No tenía ninguna intención. Y Kiko aparece en mi vida y es como si nos conociéramos de toda la vida, aunque no es así, pero defendemos los mismos principios y valores. Tiene el mismo concepto de familia que tengo yo. Tiene una familia maravillosa que desde el primer minuto me han aceptado como una más. En la mía ha pasado lo mismo.

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“Un matrimonio maravilloso, una familia preciosa, que dura casi veinticinco años, es un grandísimo éxito. Un fracaso sería una vida sin ilusión, una relación de desamor, de sufrimiento… Pero eso yo no lo he vivido”.

Ir de la mano

—¿Qué aporta Kiko a tu vida?

—Me quiere mucho, me respeta mucho. Cada día me dice, de verdad, de corazón: “Creo en ti, eres fuerte, eres valiente, eres maravillosa”. Se me habían olvidado los pequeños placeres de la vida. El ir de la mano, pasear… A veces no eres consciente de lo que vales. Y Kiko es la persona, junto con mi padre, que más ha creído en mí. En muchas cosas me recuerda a mi padre. Por cómo concibe la vida, la familia, y en que tiene muchísima capacidad de trabajo. Él piensa que con dedicación y siendo fiel a tus principios se consigue todo. Con dedicación me refiero a trabajar la familia, la pareja, la empresa… El dedicarle tiempo, amor y cariño a lo que haces.

—¿Te ves con Kiko a largo plazo?

—Es que no me planteo que no sea una relación larga, es la única manera en la que entiendo una relación. Es ir de la mano por la vida. Apoyarse mutuamente, ser un equipo. Ser uno. Kiko y yo compartimos los mismos principios y valores de la vida.

“Nunca he tenido miedo a la soledad, pero sí que me ha dado mucho vértigo pensar qué va a ser de mí ahora que mis hijas, en breve, van a volar. Porque se me ha acabado un proyecto de vida y no sé lo que vendrá a continuación”

—Colaboras en un programa de televisión. Supongo que también está siendo un reto. ¿Cómo decidiste dar este paso?

—Ha sido a través de una queridísima amiga, Irene, periodista como yo, una de las personas que más ha creído en mí, a la que conocí hace veinte años y siempre me animaba a hacer televisión, radio; me decía que soy una periodista de raza. Cuando quise volver a trabajar, la llamé y enseguida me dijo que hablaría de mí en su entorno profesional. Me llamaron a los tres días para participar de colaboradora en un programa de Telemadrid que se llama Juntos.

—¿Cómo te has sentido?

—He tenido todos los sentimientos juntos: vértigo, miedo, emoción, ilusión. Cuando me vi en directo, delante de las cámaras, me sentí supercómoda. Me han acogido muy bien, me han respetado, me he sentido muy bien. Me dijeron: “Te llamamos, Patricia Cerezo, periodista”, que para mí es importante.

—¿Cuál ha sido el mejor consejo que te han dado?

—El consejo que me han dado tanto Irene como Kiko ha sido: “Sé tu misma y diviértete”.

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A la derecha, el día de su boda con Ramón García, el 8 de marzo de 1997, y al lado, con sus hijas, Natalia, de dieciocho años, y Verónica, de dieciséis, el día de la puesta de largo de la mayor, el pasado septiembre.

—¿Qué opina Ramón?

—Ramón fue una de las primeras personas a las que se lo comenté, lógicamente, porque confío en su criterio. Me dijo: “¿Te apetece? ¿Estás segura? Pues adelante y si necesitas cualquier cosa, aquí estoy”. Él siempre dice: “La periodista es Patricia, yo soy el comunicador”.

—¿A las niñas les gusta este mundo de la televisión, el periodismo y la comunicación? ¿Crees que alguna de ellas seguirá vuestros pasos? 

—A las niñas les hace una ilusión loca que yo esté ejerciendo mi carrera de periodista en televisión. Pero ninguna de las dos va por este camino. Natalia estudia ADE, le interesa el mundo de la empresa, las finanzas y la banca. Verónica todavía está dudosa. Es muy buena en ciencias, pero también le gustan mucho las letras. Es muy creativa. Le encantan la moda y el interiorismo. Es superinteligente y sé que va a ser buenísima en lo que escoja. Las dos son muy buenas estudiantes, son brillantes y, sobre todo, son buenísimas personas, así que creo que lo estamos haciendo bien los dos.

“Nunca he tenido miedo a la soledad, pero sí que me ha dado mucho vértigo pensar qué va a ser de mí ahora que mis hijas, en breve, van a volar. Porque se me ha acabado un proyecto de vida y no sé lo que vendrá a continuación”

—¿Alguna vez echas de menos alguna cosa de tu vida anterior?

—A diario echo de menos a mi padre. Del resto, no. Porque tengo todo lo que puedo desear: tengo salud, familia, trabajo… Lo único que me falta es mi padre.

—Entonces, a pesar del susto inicial, ¿eres de las que piensan que todo lo que viene, conviene?

—Totalmente. Cuando echo la vista atrás, pienso que todo es para bien, incluso el miedo, el dolor, el sufrimiento. El miedo, el dolor, te descubren unas fortalezas que, a lo mejor, no sabías ni que tenías. Te das cuenta de que eres más valiente de lo que pensabas y que la vida no se acaba. Que hay que seguir adelante. Que hay que confiar. La palabra es esa: confiar.

© JAVIER SALAS
“Con cuarenta y nueve años me reinvento, empiezo; nunca es tarde para emprender”, asegura Patricia.
TEXTOMAMEN SÁNCHEZ FOTOS: JAVIER SALAS ESTILISMO: INÉS MARINERO JOYAS: YANES MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: EVA ESCOLANO ASISTENTE DE ESTILISMO: NATALIA MARTÍNEZ
LOCALIZACIÓNPROYECTO BELÉN FERRÁNDIZ
VÍDEORAFAEL IGUALADA
LOOK 1SILVIA TCHERASSI
LOOK 2CHALECO: MON AND PAU/PANTALONES: ALBERTA FERRETTI
LOOK 3VESTIDO: MIGUEL MARINERO/CINTURÓN: ELISABETTA FRANCHI
LOOK 4VESTIDO TEMPERLEY LONDON

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