Al otro lado del mundo, en una playa de ensueño y con el océano Índico de fondo, Priscila de Gustín nos recibe en su paraíso particular, su hogar en la isla de Bali. La vida y el amor la llevaron a Indonesia, junto al exfutbolista Pablo Cutillas, y allí han visto crecer a sus hijas mayores, Teresa, de ocho años, y Alanah, de tres, y dieron la bienvenida a la pequeña Malia, que nació el pasado verano. Ahora, cuando acaban de cumplir diez años de relación, posan por primera vez con sus tres niñas frente al mar, donde cumplieron su sueño de abrir una escuela de surf.
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Pablo cambió las botas de fútbol por las olas y Priscila, que antes de triunfar en la moda llegó a competir como nadadora, compagina su faceta de modelo con su trabajo en la escuela y la fundación que lleva su nombre, con la que realiza muchos proyectos para niños con discapacidad. Juntos cogieron la ola de su vida y han surfeado momentos muy felices y, también, algunos complicados, pero no han perdido nunca el equilibrio y, con sus niñas, que siguen los pasos de su madre en la moda y apuntan maneras sobre la tabla, forman una bonita familia.
“La llegada de Malia fue un regalo para sus hermanas, Teresa y Alanah. El 2020 había sido un año muy duro, tanto por la pandemia como por la pérdida de mi padre, quien me decía: “Los niños siempre traen alegría”. Y así fue”
—Priscila, vuestra tercera hija nació el pasado verano, ¿cómo estáis llevando el pasar de tener dos niñas a tres?
—A día de hoy, ellas son mayoría. Por el momento, lo llevamos muy bien y está siendo muy divertido… Veremos el padre en unos años cómo lo gestiona (ríe).
—¿Por qué elegisteis el nombre de Malia para la pequeña?
—Tiene doble significado. Al igual que Alanah nos pareció apropiado para la isla en la que vivimos, porque es hawaiano, encontramos Malia, cuyo significado es “aguas en calma” y nos gustó, ya que la abuela de Pablo se llamaba así y decidimos seguir eligiendo nombres tropicales.
—¿Qué tal han recibido Teresa y Alanah a su nueva hermanita?
—Su llegada ha sido inmejorable, fue un regalo que le dejaron los Reyes Magos a Teresa y Alanah en el árbol de dos mil veinte en forma de ecografía. Había sido un año muy duro, tanto por la pandemia como por la pérdida de mi padre, quien me dijo: “Los niños siempre traen alegría”… Y así fue. Desde que estaba en la tripa ha sido todo mimos y cariño de las niñas hacia su nuevo “juguete”.
“Tuve covid en la semana treinta y siete de embarazo y, en un país como Indonesia, estuve un poco asustada. Provocó pequeñas secuelas en las analíticas de Malia, que, a día de hoy, están solventadas”
—El nacimiento de Malia, que fue en Bali, ¿ha sido distinto al de tus hijas mayores?
—Con Alanah, por temas sanitarios y un poco por miedo, fuimos a dar a luz a España, pero nos hacía ilusión que Malia naciera, aquí y, aparte, por las restricciones no nos permitieron muchas opciones. Si os contara la experiencia del parto en un hospital de Bali, necesitaríamos varias ediciones, pero, en resumen, es diferente. Como también lo es la obtención de papeles y el registro, son países muy diferentes y sabíamos a lo que nos exponíamos. Si Pablo, en un hipotético caso, se saliera con lo de ir a por el niño, lo tendríamos en España.
—¿Pasáis temporadas en España, como antes?
—Nuestras hijas mayores están matriculadas en colegios de aquí y nosotros tenemos nuestros permisos de residencia, por lo que nos tenemos que adaptar a las fechas escolares para cuadrar las visitas a España. En los dos últimos años y medio no hemos podido volver —por las restricciones—, por lo que tenemos muchas ganas de ir para que, entre otras cosas, gran parte de la familia conozca a Malia y enseñar también nuestras raíces a Alanah, así que la excusa de la boda de mi cuñada Paloma, que es en septiembre, nos viene al pelo.
—¿Cómo vivisteis el confinamiento en Indonesia?
—La isla ha estado cerrada al turismo durante mucho tiempo y, gracias a Dios, parece que ahora vuelve a normalizarse la situación. Al principio, pasamos un poquito de miedo por la lejanía de la familia y por no estar seguros de las capacidades sanitarias para atender a los doscientos sesenta millones de habitantes que tiene Indonesia. No había vuelos y estábamos un poco desinformados, por lo que muchos de los expatriados optamos por ser más cautos con nuestra salud no por imposición, sino por responsabilidad. Nos hemos vacunado aquí, siguiendo todos los protocolos que el país ha impuesto, y el miedo más profundo fue cuando cogí la enfermedad a las treinta y siete semanas de embarazo, lo cual produjo unas pequeñas secuelas en los balances analíticos de Malia, que, a día de hoy, están solventadas.
“Nos hacía ilusión que Malia naciera aquí. Si os contara la experiencia del parto en Bali, necesitaríamos varias ediciones, pero, en resumen, es diferente”
—¿Qué ha supuesto Bali en vuestra vida? ¿Por qué decidisteis ir a vivir allí?
—A día de hoy, consideramos que es nuestro segundo hogar, porque nunca dejaremos de sentir España como nuestra casa, pero residimos de manera permanente desde hace seis años aquí y Pablo lleva bastante más. Cuando nació Alanah, nos vimos obligados a asentarnos por temas escolares de Teresa. Hasta entonces, pasábamos seis meses en España y seis en Bali, pero por costes, dinámica, agilidad y distancia, nos plantamos aquí definitivamente. Las niñas tienen su grupo de amigos y eso es muy importante. Tenemos la pena de no poder vivir esta experiencia tan bonita con nuestra familia y no haber podido compartir más momentos con mi padre, que falleció hace casi dos años y no pude ir a despedirme por las restricciones. Pero estamos muy contentos de poder inculcar una educación más abierta y pluricultural a nuestras hijas —en la clase de Teresa y Alanah hay más de diez compañeros de nacionalidades y costumbres diferentes—, pero siendo nuestras tradiciones y fiestas de guardar españolas las principales. Nunca sabremos qué nos deparará el futuro, pero Bali ha supuesto el crecimiento de nuestras hijas y el nuestro como pareja, por lo que siempre estaremos muy agradecidos y ,en el libro de nuestras vidas, siempre será un capítulo importante.
—Tenéis una escuela de surf, ¿qué proyectos lleváis a cabo con ella?
—Tenemos una escuela de surf, cerramos nuestro hotel con la pandemia, y trabajamos mucho con mi fundación, la Fundación Priscila de Gustín, en la integración al deporte para niños con discapacidad, junto con la Fundación AON España, quienes son nuestros patronos desde dos mil diecisiete. Desarrollamos actividades en España e Indonesia, por ejemplo, el próximo mes de julio haremos el V Surfing Day by AON, en la playa de El Palmar (Cádiz), donde esperamos a veinte niños con síndrome de Down. En Indonesia, durante dos mil veintiuno, hemos desarrollado eventos de boxeo para niños sin techo, de pádel para niños con discapacidad, de fútbol junto a la Fundación Real Madrid para niños en exclusión social, además de nuestro ya conocido Surfing Day para niños sin movilidad, entre otros. También estamos empezando proyectos de hostelería en la zona de Canggu. Además, tanto yo como las niñas seguimos en la industria de la moda.
“Las niñas empiezan a seguir a Pablo con el surf. La mayor algún día va con él al agua antes del cole. Veremos qué le gusta más de mayor, la moda, como a la madre, o el surf”
—¿Las niñas saben ya hacer surf?
—Tanto Teresa como Alanah están empezando a seguir a su padre. La mayor algún día se va con él al agua antes de ir al cole y por las tardes, dos días a la semana, va con sus amigas a nuestra escuela. Veremos qué le gusta más de mayor, la moda, como a la madre, o el surf, como al padre, pero, hoy por hoy, hace las dos.
—¿Te cuesta compaginar tu faceta de modelo con tu trabajo en la isla y tener familia numerosa?
—Gracias a mi profesión en la moda, las niñas han resultado de interés en el sector asiático, más siendo rubias y de ojos azules, por lo que hacemos algunos trabajos juntas y también por separado, lo cual me ha permitido volver a mis orígenes como modelo. También, Teresa ya ayuda en casa y Alanah sigue su estela, o sea, que está siendo como volver a mis treinta años, cuando empecé a cambiar pañales solo de un bebé. Por otro lado, las ganas que tienen ellas de verme posar y cómo quieren imitarme han hecho que vuelva a tener la ilusión que sentía por la moda y recuperar mi silueta para poder hacerlo con todas las garantías para las marcas.
“Con Pablo, cada día es una aventura diferente, es un gran padre y muy divertido. Vivimos en lo que denominamos el “país de Peter Pan”, donde parece que el tiempo no pasa y las únicas que crecen son las niñas”
—Cuando nació Alanah, nos contabas que Pablo y tú seguíais con la intención de casaros, ¿siguen adelante vuestros planes de boda?
—Creo que no hay mayor compromiso que tener tres niñas, aun así, tenemos la ilusión de poder formalizar nuestro compromiso, adquirido hace nueve años, y nos gustaría que fuera en familia y con nuestros amigos.
—¿Qué es lo que te enamora de Pablo cada día?
—Pues que no me aburro, cada día es una aventura diferente, es un gran padre y muy divertido. Vivimos en lo que denominamos el “país de Peter Pan”, donde parece que el tiempo no pasa y las únicas que crecen son las niñas, así me hace sentir cada día. ¡Aparte de lo que salta a la vista (guapísimo)!