Pocas personas hay que no recuerden la película Dirty Dancing, un papel que lanzó a la actriz Jennifer Grey a la fama y que marcó su carrera para siempre. Junto a Patrick Swayze, la artista hizo soñar al público con esta romántica historia de amor imposible, que desafía las normas y encuentra en la música y el baile sus mejores aliados. La cinta, todo un boom en 1987, supuso el punto de partida de una fama que tristemente quedó marcada por las exigencias estéticas de la sociedad y la industria. Son estos algunos de los episodios que recuerda Jennifer Grey en su libro de memorias Out of the Corner, que sale a la venta el 3 de mayo y cuyo título hace un guiño a la ya mítica frase de la película: “Nadie va a arrinconar a Baby”.
La intérprete, de 62 años, abandona su rincón y se decide a contar su vida para repasar algunas de las decisiones que considera que no debió tomar, como detalle en declaraciones a People. "Quería salir de mi rincón. Reconocer que me he puesto yo sola en el rincón a lo largo de mi historia. El relato de mi vida que me estaba contando a mí misma sobre cómo llegué hasta aquí no fue bueno. No todo ha sido cierto y no me he dado cuenta de algunas de las decisiones que he tomado a lo largo del tiempo". Dice que se arrepiente de haberse dejado llevar por los complejos físicos tras el éxito de la película y que la rinoplastia (fueron dos intervenciones) a la que se sometió fue un error. “Perdí mi identidad y mi carrera” asegura. Se ha dicho siempre que estas operaciones, que la dejaron irreconocible, supusieron el declive de su carrera en Hollywood. “Empleé demasiada energía en imaginar lo que había hecho mal, por qué había sido vetada del reino (…) Yo misma me veté” apunta la hija del que fue ganador del Oscar Joel Gray.
Cedió a la presión de su madre
Fue su madre, Jo Wilder, que había sido también actriz, quien la animaba a hacer estos retoques desde que era una niña, algo a lo que ella siempre se había resistido. Explica que al final la convenció y que le decía que así sería más fácil que pasara los castings. “Me enfadaba con mi madre porque ella insistía en que lo hiciera. Finalmente fue como rendirme al enemigo” cuenta. Recuerda Jennifer un evento al que fue después de haberse operado por segunda vez en el que se encontró con Michael Douglas y no la reconoció. “Era la primera vez que aparecía en público y entonces vi que me había convertido en invisible de un día para otro. A ojos de los demás, ya no era yo”. Actualmente se siente a gusto consigo misma como aclara. “Quiero ser como soy ahora. Pero creo que cuando le preguntas a otros quién eres, les pides que te quieran y consideras su opinión como una medida de tu valor, es un camino complicado”.
También se refiere Grey a su compañero de reparto Patrick Swayze (murió en 2009 a los 57 años) con quien no tenía nada de química en el rodaje. “Igual que Johnny y Baby no estábamos destinados a estar juntos, no era una pareja natural. Y el hecho de que tuviéramos que serlo generaba tensión”. Explica que si pudiera decirle algo ahora le pediría perdón por no haber apreciado cómo era. En su libro de memorias, Jennifer incluye las experiencias vividas con dos de sus relaciones de juventud con Matthew Broderick (marcada por un accidente de tráfico en el que se vieron implicados en 1987 y en el que fallecieron dos personas) y Johnny Depp (dice que había mucha atracción entre ambos). La actriz se casó en 2001 con el actor Clark Gregg, con quien tuvo a su hija Stella, de 20 años. En 2020 anunciaron su separación.
Después de Dirty Dancing, en la que apareció cuando tenía 27 años, Jennifer participó en películas como La fuerza del viento, Ritual, Algo que contar y Ladrones de Hollywood; y series como Friends, House y Anatomía de Grey.