Teresa Baca mira al mundo con su corazón grande. Por eso, a pesar de su apretada agenda como periodista y modelo, en su vida siempre hay tiempo para los más desfavorecidos. Sobrecogida por el dolor, el terror y la barbarie que transmiten las imágenes que cada día llegan de la guerra en Ucrania, Teresa no pudo quedarse de brazos cruzados ante el horror desatado. “Fuimos a echar una mano a nueve familiares de Halina, la mujer que trabaja cuidando a la abuela de mi amiga Alejandra Núñez, y, al final, hemos terminado ayudando a 110 personas. A algunas las hemos reunido con sus familias, otras están en casas de acogida y los niños ya están escolarizados”, nos relata la sobrina del jinete Luis Astolfi, que está encantada con la experiencia vivida junto al resto de la expedición: Alejandra Núñez; Arístides Bermejo; Concha Álvarez-Ossorio; Blanca Parejo, de la Fundación Alalá; la traductora Anastasia, y Luis Alarcón, Mercedes y Carmen de la Vega, de Erasmus Cracovia. “Fueron seis días muy duros, pero lo vivido fue increíble. Una se da cuenta de que lo que más te puede llenar y más feliz te puede hacer es ayudar a quien lo necesita”.
—¿Qué viste allí, sobre el terreno?
—Desesperación, angustia, incertidumbre... Mucha gente pasa de tenerlo todo a no tener nada y tiene que empezar de cero sin saber a dónde va y con tan solo una bolsa en la mano. ¿Qué metes tú en una bolsa? ¿Ropa? ¿Comida? Muchas personas me llamaron la atención porque llevaban consigo en la mano fotos, como si fueran lo único que les puede aferrar a los recuerdos.
—¿Y qué fue lo que más te impactó?
—La cara de alegría de los niños cuando ya iban a subirse al autobús. Para ellos, salir de allí era partir rumbo a una nueva esperanza. También la fuerza de las madres, que hacen todo por sus hijos. Los dejaban allí y se volvían porque no quieren dejar a sus maridos, hermanos o padres.
—¿Eres otra después de este viaje?
—Sigo siendo la misma, pero la perspectiva de la vida te cambia. Te vuelves superhumana y se te quitan las tonterías de los problemas del día a día.
—¿Volverías?
—Ojalá no fuese necesario, pero volvería otra vez y doscientas veces más. No voy a cambiar el mundo, pero he aportado mi granito de arena y la satisfacción es brutal. Es, sin duda, lo que más me ha llenado en la vida.