La escena es la siguiente: en el interior de un avión privado, decorado en color marfil y detalles dorados, viaja un artista mundialmente conocido, ante él hay un mantel blanco, una botella de vino tinto, una tortilla de patata y un cubo de la cadena de restaurantes de comida rápida estadounidense especializada en pollo frito. No se necesitan más detalles porque esa fotografía de Julio Iglesias no solo dio la vuelta al mundo en los ochenta, sino que la sigue dando como si él todavía estuviera de viaje en su jet privado. La última prueba es que el artista colombiano Maluma –que también tiene un excelente olfato para la promoción- la ha compartido en sus redes sociales coincidiendo con su viaje a España, Julio Iglesias le ha dado "like" y una vez más se ha vuelto viral. La imagen, firmada por el fotógrafo Jean Claude Deutsch, forma parte de la cultura pop, pero la historia detrás de esta historia es todavía es mejor.
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Para comenzar hay que decir que Julio Iglesias era viral antes de que naciera el fenómeno de la viralización (un poder del siglo XXI) y también de que viniera al mundo el artista colombiano en 1994. Para aquel entonces Julio Iglesias ya era un cantante consagrado a nivel mundial que había batido todos los records, cantado en 14 idiomas y vendido más de 300 millones de discos. Una vida que contamos en el pódcast Julio Iglesias, del hombre a la leyenda, seis episodios, que puedes escuchar a continuación.
Escucha aquí todos los episodios del podcast 'Julio Iglesias, del hombre a la leyenda'
Volvamos a la foto, volvamos a ese avión y volvamos al año 1986. Julio Iglesias fue uno de los primeros artistas del mundo en tener su propio avión, tuvo varios a lo largo de su vida, pero el primero fue precisamente este. El artista lo mostró por primera vez en abril de 1986 en la revista ¡HOLA! y es un Falcón que llevaba en la cola la fecha en la que ganó el festival de Benidorm que le cambió la vida, porque así, por casualidad empezó en la música, cuando triunfó con La vida sigue igual. Ese avión tenía los cinturones de seguridad en dorado y sus iniciales en las hebillas, también estaba bordadas en las servilletas y en las toallas del baño. En el mini bar llevaba las copas de cristal que salen en la foto y una selección de vino español, del que Julio Iglesias siempre hizo promoción.
Sin embargo, expertos en el mundo del vino apuntaron a que la botella corresponde a un vino de Burdeos, concretamente un Château Lafite Rothschild, que tiene actualmente botellas en venta desde los mil a los ocho mil euros. El precio del vino no es importante, lo curioso es la composición de toda la imagen: un vino francés, una tortilla española y un 'fast food' estadounidense. Todo ello en el contexto de que estamos en los años ochenta, ahora es más frecuente ver a futbolistas, artistas y otras "celebrities" viajando y compartiendo en redes sociales imágenes desde un avión privado, pero entonces era algo apoteósico, la señal de un triunfo absoluto.
Julio Iglesias sabía llegar y quedarse, eso es lo que cuenta la foto. El artista español triunfó en Francia desde el principio, casi sin proponérselo, de manera natural con sus primeras canciones, Un canto a Galicia entre otras; en cambio, la conquista del mercado discográfico estadounidense fue un reto calculado de diez años de trabajo, una gesta que sigue sorprendiendo a día de hoy; muestra de ello es que se acaba de publicar un libro que se titula Hey! Julio Iglesias y la conquista de América, centrado únicamente en cómo se convirtió en el primer artista no anglosajón en triunfar a lo grande en los Estados Unidos. El libro escrito por el músico y sociólogo Hans Laguna analiza como un hombre que se dedicaba a la música de forma provisional termina entrando en un mercado cerrado y convertido en el cantante vivo que más discos ha vendido en la historia de la música junto a Madonna y Elton John.
Volvamos a la foto, ya que Maluma es el último en demostrar que se puede volver una y mil veces. Resulta que cuando esa foto se tomó Julio Iglesias ya había cantado en la Casa Blanca y lo había hecho precisamente ante el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, y su invitado de honor, el presidente de la República Francesa, François Mitterrand. Tradicionalmente en una cena de Estado se busca un artista que represente al país invitado o al que invita, pero este español lo tenía todo había sido número uno en Francia y para el Presidente de los Estados Unidos era un representante de Europa.
Me va, me va
Esta actuación en la Casa Blanca fue la antesala de su triunfo en los Estados Unidos, ya que pocos meses después cuatro millones de estadounidenses comprarían su nuevo disco 1100 de Bel Air Place, que contenía el mítico Me va, me va con ese "wey-ah", que también forma parte del imaginario colectivo. El disco superó todas las expectativas y Julio se embarcó entonces en una gira mundial de 124 conciertos que él mismo narró en primera persona para ¡HOLA! En una de esas crónicas, escribió lo siguiente: "Durante estos cinco meses he dormido en 89 camas diferentes y me dicen que he volado más de 250 horas. He dado 80 ruedas de prensa y en todas me han preguntado por la clave de mi éxito y cuál es mi próxima meta. He saludado a más de 800 periodistas y he viajado 90.000 kilómetros, dos veces la vuelta al mundo. He vendido más de un millón de entradas y es imposible calcular el número de autógrafos que he firmado. He tirado 20 chaquetas al público y he cantado 3.360 canciones. Nunca he gozado, ganado, sufrido, triunfado, viajado, perdido, vivido, reído, peleado, pensado y amado como haciendo este disco: 1100 Bel Air Place. Al fin mi arte y mi nombre se conocen en los Estados Unidos".
Volvamos a la foto, ahora por última vez porque faltan dos detalles. La tortilla de patatas (otra española conocida en el extranjero) también tiene una historia que contar. Ramón Arcusa, el músico, compositor y productor discográfico que trabajó con Julio Iglesias durante veinte años, nos contó en el podcast que cuando salían de madrugada tras grabar en los estudios Criteria de Miami, donde el artista se instaló a vivir en 1978, siempre les esperaba la madre de Julio, Rosario de la Cueva, con una tortilla de patatas en la mesa, uno de los platos favoritos del cantante. Por último, las gafas de sol. Ese año se había estrenado la película Top Gun y todos –quizá también Julio- fantaseaban con ser como el piloto Maverick Mitchell, en definitiva, que las gafas de aviador que llevaba el artista en ese momento eran lo más, aunque no fuera a los mandos del avión.