Ainhoa Arteta ha saboreado el éxito más absoluto gracias a su prodigiosa voz, pero su vida también ha estado marcada por terribles sucesos. La soprano, de 57 años, conoce muy bien las dos caras de la moneda. Ha tocado el cielo y ha descendido a los infiernos, de hecho, sus últimas experiencias han sido sobrecogedoras. A principios de 2021 se contagió de covid y tuvo que lidiar con una "tediosa y dolorosa" secuela que afectaba a su movilidad. Meses después, sufrió una gravísima septicemia y estuvo al borde de la muerte. "Los médicos me dijeron que diera gracias a Dios porque sobreviví de milagro. No daban un duro por mí", declaró en ¡HOLA!. Cuando abandonó el hospital contó que había estado en coma y que al despertar descubrió que le "faltaba un dedo de la mano derecha y parte de otro del pie". Sin embargo, lejos de hundirse por su nueva realidad, resurgió con fuerza, dispuesta ha exprimir al máximo esta "segunda oportunidad" del destino. "No quiero que la gente diga: 'Pobre Ainhoa, se ha quedado sin un dedo y con los pies mal'. No. Ainhoa se siente tremendamente afortunada porque está viva", añadió.
Con el paso del tiempo la artista ha aprendido a relativizar. "Es la única manera de subsistir", aseguró en una entrevista concedida a ¡HOLA!. Pero hay golpes que son más difíciles de superar que otros. En 2019 habló por primera vez del atroz suceso que vivió en Nueva York en 1990, cuando solo tenía 25 años. "Vivía en una zona que de día era el mercado de la carne y de noche estaban allí las prostitutas, los proxenetas, las drogas... Había un submundo tremendo. Yo por las noches llegaba tarde porque estaba cuidando a una niña y tuve un episodio muy fuerte en mi vida que me marcó muchísimo", empezó relatando en el programa de Retratos con alma, de Isabel Gemio. "Casi me matan. No solo fue violarme, sino que casi me mata esa persona".
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Aquel episodio tan terrible ocurrió justo el día en que le habían dado el papel de Clorinda en La Cenicienta de Rosinni. "Me iba a mi casa con la partitura, que además me la tenía que aprender en cuatro días porque la tenía que interpretar en Palm Beach. Me ocurrió esto y al día siguiente yo no tenía tiempo ni para hacer duelo, ni para pensar en lo que me había pasado. La policía me dijo que si no me habían matado, podía estar contenta", relató en el citado espacio de Televisión Española. Ahora, tres años después, ha vuelto a recordar este terrible suceso.
En los momentos más oscuros de su vida, la música ha sido su tabla de salvación. Hace unas semanas reapareció en el Teatro de la Zarzuela tras darle la vuelta a un destino aciago. También se refugió en su carrera artística en 2007, cuando falleció su madre, Esther Ibarrolaburu Zurutuza, a quien estaba muy unida. "Llamé a mi agencia y dije que cancelaran todos mis conciertos. Pero a los pocos días de estar en casa, me di cuenta de que lo único que hacía era cantar. Por mi cabeza pasaban las palabras de mi madre en mis momentos de desaliento: '¡Tú me vas a decir a mí que dudas de tu vocación, cuando yo te he oído cantar con tres años. No lo dudes, a ti lo que te gusta es la lírica!'. Y cuando me faltó ella, toda mi congoja y los malos rollos se diluían cantando", reconoció en ¡HOLA!.
La ópera es su mejor medicina, por eso sufre tanto en las épocas en las que pierde su potencia vocal. La crisis más preocupante que recuerda fue a sus 39 años. Entonces "mi instrumento dejó de sonar" y la recuperación "fue un trabajo muy difícil, delicado y duro, con muchas recaídas, pues la voz tiene memoria y tienden a repetirse los mismos errores", señaló en la revista. Incluso llegó a pensar que no volvería a cantar. "Hubo momentos de auténtica desesperanza, pero tengo que decir que mi profesora y mi madre jugaron un papel importantísimo en todo ello".
La actitud de Ainhoa es admirable. Afronta con valentía cada obstáculo de la vida y considera que ha tenido "suerte en el amor" a pesar de haberse separado cuatro veces. "He sido feliz con todas mis parejas y no puedo culparlas, al revés. Mi carrera consume las relaciones", afirmó en ¡HOLA!. La relación con Matías Urrea, su cuarto marido, terminó el año pasado. "No tenía pensado separarme de él. Después de la operación, le pedí un tiempo para recuperarme. Necesitaba irme a mi casa, al norte. Ahí la cosa se empezó a torcer", explicó la cantante. "No me arrepiento de mi matrimonio con Matías porque al final no nos casamos, no hubo papeles. Las cosas empiezan y tienen un final", dijo con rotundidad. Las decepciones amorosas de la soprano no han cambiado ni un ápice sus convicciones. Sigue creyendo en el matrimonio y conserva una gran amistad con su tercer marido, el jinete Jesús Garmendia, con quien tuvo a su hijo Iker en 2010. Garmendia ha estado muy pendiente de ella en los momentos más críticos de su enfermedad. "Se ha portado como el caballero que es. Siempre hemos tenido buena relación, pero ahora es todavía mejor", aseguró.
La separación más traumática que ha vivido fue la de su segundo marido, el barítono norteamericano Dwayne Croft, padre de su hija Sarah. Se conocieron gracias a la ópera; se casaron en 1998 en el ayuntamiento de Nueva York, en una ceremonia oficiada por el entonces alcalde de la ciudad, Rudolph Giuliani; y se convirtieron en padres en el 2000. Todo era felicidad, sin embargo, en 2003 se separaron y Ainhoa decidió retirarse un tiempo de los escenarios para recuperarse emocionalmente. Tras este impasse artístico, la soprano siguió escribiendo su historia. Una historia con diversos capítulos. Algunos trágicos. Otros llenos de felicidad. "Tengo a mis hijos, que están sanos; tengo amigos; tengo familia; tengo trabajo… No puedo pedir nada más", dijo en ¡HOLA! al hacer balance del camino recorrido.