Muy guapa, con un look navy compuesto por una camiseta a rayas y un pantalón blanco, Amaia Salamanca asistió como embajadora a la inauguración de la nueva tienda de IKKS, en Madrid, y el lanzamiento de la nueva colección cápsula Free the sea, con la que la actriz se siente muy identificada: “Me ha encantado esta línea ecológica, se trata de una línea fabricada con un cincuenta por ciento de algodón ecológico y el otro cincuenta, con un hilo poliéster procedente del reciclaje de los residuos plásticos que se encuentran en el mar. Estamos en un momento en el que tenemos que estar todos muy concienciados con los temas mediambientales y cuidar el mundo en el que vivimos, así que me encanta que hayan pensado en mí para promocionar este proyecto”.
—¿Ese espíritu eco-responsable es lo que más te gusta del proyecto?
—Bueno, no es que me guste, es que creo que nuestra obligación es ir un poco hacia esa convivencia con nuestro mundo. En este caso, ayudar a recoger los plásticos que se encuentran en todos los mares del mundo. Imagínate todo lo que debe haber. Con el cinco por ciento de lo recaudado con esta línea, se fabricará un barco “manta” que los recoja.
—Aunque eres actriz, en muchas ocasiones te toca adentrarte en el mundo de la moda, ¿te gusta ejercer de modelo?
—Me da más vergüenza. Me lo paso mucho mejor rodando doce horas en un set de rodaje. Ahí estoy mucho más tranquila.
—Sueles estar en la lista de las mejor vestidas de las alfombras rojas, ¿hasta qué punto te involucras en la elección de los detalles para este tipo de eventos?
—Me dejo asesorar. Por una cuestión de tiempo, resulta más cómodo tener una persona que te ayuda con todos los estilismos, que conoce tus tallas y tus gustos y que sabe qué es lo que te puede favorecer. Yo tengo a esa persona, aunque la última palabra la tengo yo porque nunca voy a llevar algo con lo que me sienta disfrazada o no me sienta cómoda. Pero sí que cuento con ayuda y también para el maquillaje y la peluquería.
—¿Eres indecisa en la ropa o tienes un estilo muy definido?
—Soy indecisa, pero tengo que tener la última palabra. Lo que no quiero lo sé seguro.
—¿Y cómo te sientes por estar entre las más guapas y elegantes de las red carpets?
—Pues te sientes bien y orgullosa, porque significa que el modelo que te has puesto ha gustado. Y a una siempre le gusta más escuchar cosas buenas que críticas. Soy humana, y si algo de lo mío no gusta, no me siento bien. Eso sí, siempre intento sacar el lado positivo de las críticas, verlas en plan constructivo.
—En cuanto a tu carrera como actriz, estás a punto de estrenar una nueva serie en Netflix, Bienvenidos a Edén. ¿Cuándo se emitirá?
—Se estrena el seis de mayo. Es un proyecto que me llegó directamente, no tuve ni que hacer casting y, en realidad, es un personaje que nunca había hecho. Estoy encantada de que me dieran la posibilidad de hacer algo tan distinto. Siempre he hecho más historias de época, de amor y de relaciones amorosas imposibles. Esto es diferente. Ahora dicen que hago de villana, pero no lo es tanto. Es un thriller y tiene como todos los ingredientes: misterio, sorpresas, romances. Son cinco chavales que acden a una isla desierta para hacer el vídeo promocional de una bebida y al final se quedan atrapados en ella. Los que habitamos en la isla tenemos una Fundación que nadie más del exterior conoce y al frente dela cual me encuentro yo.
—¿En qué otros proyectos estás trabajando?
—En este último año y medio, he sido muy afortunada y no he parado de trabajar. En agosto se estrena la comedia de Nacho García Velilla, Por los pelos, una serie con Arturo Valls que se llama Dos años y un día, que se emitirá en Atresplayer, y La piel del tambor, adaptación de la película de Arturo Pérez Reverte, que ha sido mi primer proyecto rodado en inglés. No me puedo quejar. He pasado mis momentos malos. Esta profesión al final va por rachas y ahora mismo estoy pasando una buena.
—Por cierto, ¿se puede decir que Amaia ha encontrado su Edén particular al lado de Rosauro Varo y sus tres hijos?
—Ja, ja, ja… Se puede decir que ha encontrado un Edén familiar. Al final, la vida te cambia mucho de cuando tienes tu propia vida y nadie depende de ti a cuando tienes una familia. Hay cosas que echas en falta de esos momentos en los que no tenías hijos, pero hay otras que no cambiarías por nada del mundo.
—¿Qué es lo que echas en falta?
—Por ejemplo, el no tener que organizarlo todo. O poder improvisar para irme a tomar una cerveza y llegar a las dos de la mañana. No puedo hacerlo porque tengo gente que depende de mí, no puedo tener esa oportunidad. A lo mejor es que soy demasiado cuadriculada.
—O es que eres una madre “modelo”.
—No, eso seguro que no, y mis hijos te dirían también que no lo soy. Creo que intento hacerlo lo mejor posible y supongo que me equivocaré muchas veces porque nadie me ha enseñado a serlo. Al final, lo que quiero, como cualquier otra madre, es lo mejor para mis hijos. De todos modos, soy muy estricta algunas veces, pero, al mismo tiempo, soy muy payasa otras. Así se compensan las dos facetas.
—Eres madre de una niña y dos niños, ¿qué te enseñan tus hijos de la vida?
—Como antes te decía, a veces pienso que soy muy estricta. Nos empeñamos a veces en que nuestros hijos se hagan mayores demasiado rápido. Nos olvidamos que con ellos hay que jugar y disfrutar más las cosas. Ellos son los que siempre te llevan a ese terreno de querer jugarlo todo.
—Acabas de cumplir 36 años y, en alguna ocasión, has comentado que te ves mayor, ¿te asusta envejecer?
—No me preocupa envejecer sino el paso del tiempo. Siempre he vivido todo con mucha intensidad y voy a seguir haciéndolo, pero sientes que el tiempo se va agotando de alguna manera. La verdad es que es un horror verlo desde mi perspectiva.
—¿Qué has pedido al apagar las velas?
—Soy de las fáciles y lo único que pido es salud para la familia.
—Cuando te miras al espejo, ¿te gusta lo que ves?
—Me veo bien. Me parece que lo difícil es asumir el envejecer, pero de momento no tengo problemas.
—¿Eres de a las que la naturaleza les ha dado el regalo de comer y no engordar o de las que se lo tienen que trabajar para no engordar?
—Me lo trabajo porque me gusta hacer deporte. El ejercicio me ayuda a aclarar la mente. Siempre lo he hecho y también he comido lo que me ha dado la gana. A algunas personas les sienta mal que digas cosas así, pero es la verdad. Para bien y para mal. Hay veces que he intentado engordar un poco más y también me ha resultado muy difícil.
—Rosauro y tú formáis una pareja muy elegante, ¿le sueles aconsejar en cuestiones de imagen o es al revés?
—No, no, no (risas) Nosotros somos personas muy independientes y nos arreglamos cada a uno a nuestro gusto.
—Tu pareja es un hombre muy admirado y aparece a veces en las listas de los hombres más atractivos, ¿ a veces sientes celos?
—¿Ah, si? ¡No lo sabía! ¿Pero qué celos voy a sentir? Será al revés. Lo que siento es orgullo de tener a mi lado a una persona que profesionalmente es muy trabajadora, que le va bien y que encima aparece en esas listas.
—La boda nunca ha sido una obsesión para ti, pero si Rosauro llegara con el anillo de pedida, ¿reconsiderarías lo de casaros?
—Ni soy una madre “modelo” ni me veo casándome. No se puede decir “de este agua no beberé”, pero pienso que el matrimonio no te da tener una relación más estable o no. Eso te lo da la relación que tú tengas con esa persona.
—Para terminar, Amaia. ¿Qué opinión tienes del bofetón que propino Will Smith a Chris Rock en la gala de los Óscar?
—Lo vi todo tan exagerado que incluso pensé que estaba pactado. No sólo em la gala. Yo era de las que pensaban que saldrían dos días más tarde diciendo que nos habían tomado el pelo a todos. Sin embargo, pasan los días y las cosas se han complicado, sobre todo para Will Smith. Visto así, me parece que es algo desorbitado que un comentario pueda llevar a esa violencia. Me parece que hay otras maneras de poder arreglar las cosas o de decir que estás en desacuerdo con algo.
—¿Y crees que Chris Rock también tendría que haber pedido disculpas por el comentario que hizo sobre la alopecia de la mujer de Will Smith?
—Es que ahí entramos ya en lo de siempre de hasta dónde llega la libertad de expresión y hasta dónde llegan las bromas. No lo sé. Podría haber pedido perdón también, claro. Pero es que siempre ha habido un código en los Óscar de hacer como bromas muy pesadas. Luego he leído que esa broma no estaba dentro del guion, que se la inventó sobre la marcha. Si no estaba pactado y supervisado por los guinoistas, creo que a lo mejor podría haber dicho un “oye, mira, me he pasado”.