Fue la primera vocalista de Olé Olé, la que grabó éxitos como No controles y Voy a mil, convertidos en himnos, y la artista que representó a España en el desaparecido Festival de la OTI de 1987, donde alcanzó el tercer puesto con el tema Bravo, Samurai. Pero ahora cierra su etapa como cantante para siempre, tal como nos anuncia. Hablamos de Vicky Larraz, una artista que vive un revoltijo de sentimientos difíciles de explicar mientras cuenta los días para salir al escenario por última vez. Aún no sabe cómo vivirá sin el aplauso del público. Todo se andará. Eso sí, a sus cincuenta y nueve años (cumplirá sesenta en agosto) sigue siendo una mujer luchadora, con muchos retos por delante y una fascinante vida a sus espaldas. Ahora le esperan sus amigos para rendirle una merecida despedida en el último concierto que ofrecerá en Madrid después del verano y cuenta con el apoyo en la distancia de sus hijas: Sophia, de dieciocho años, y Olivia, una atractiva rubia de diecinueve que ha decidido seguir los pasos de su madre y se defiende con la misma soltura que ella ante las cámaras en su primer posado juntas. Y es que es innegable que por sus venas corre la sangre de una de las grandes de la música española.
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—¿Cómo te suena la palabra ‘adiós’, Vicky?
—A mí la verdad es que me suena bien, no ha sido una decisión tomada a la ligera.
—¿No hay vuelta atrás?
—No, no la habrá. Cuando dejo algo es porque sé que voy a llenar ese vacío con otra cosa.
—¿A qué te vas a dedicar?
—Quiero volcar toda mi energía en la televisión, que es lo que he hecho durante dos décadas en Estados Unidos. Me gustaría que la gente de España conozca esa otra faceta mía.
—Habrá, de todos modos, una parte de ti que no quiere decir ese adiós.
—Era algo que tenía que valorar tarde o temprano y que ha caído por su propio peso. Además, he madurado la decisión con la gente a la que le afecta: mi productor, Guillermo Ereño, y mis compañeros de Ole’Star, Pedro Vela y José del Pino.
“Siempre digo que mis hijas, Olivia y Sophia, son mi mejor producción. Es insuperable”
—¿Y por qué te retiras?
—En primer lugar, porque creo que es imposible superar lo que hemos hecho desde que regresé hace diez años con Olé Olé y ahora con Ole’Star: cincuenta temas, conciertos desde la Puerta de Alcalá al WiZink Center y duetos con Marta Sánchez, Sonia Santana, Falete y Paloma San Basilio, entre otros. Hemos hecho hasta una versión de Hoy quiero confesar, de Isabel Pantoja, que a ella le encantó. Por otra parte, estamos en un momento en el que no se consumen artistas. La música de ahora es un producto y no eres más que una canción en una lista de reproducción. Y luego hay otro motivo muy importante, que ahora sentimos que estamos como mendigando. Tienes que mendigar para hacer una televisión y, cuando llegas, te hacen cortar tu tema.
—Volviendo al momento que estás viviendo, ¿se puede decir que estás más triste que alegre?
—No… Yo la tristeza la identifico siempre con algo negativo.
El día después
—¿Qué sientes entonces?
—Yo diría que nostalgia. Una nostalgia que he llevado siempre conmigo y que ya forma parte de mí. Añoro la época de los ochenta, una parte de mi vida que existió y jamás volverá. Eran años en los que se creaban espacios musicales y se apoyaba a los artistas noveles y a los veteranos en la radio y la televisión.
—¿Has pensado ya en el día después?
—Un poco. Cuando hice pública mi despedida, pasé dos o tres días muy revuelta. Sentía que estaba en una montaña rusa de emociones. Ahora he decidido centrarme en los compromisos que nos quedan con Ole’Star y, cuando termine, ya tendré tiempo de sobra para pensar. Supongo que me meteré de nuevo en mi ‘cueva’ y después volveré como siempre, como un ‘samurai’.
—¿Te angustia el pensar que ya no contarás con el aplauso del público?
—Claro, ese aplauso es el alimento de los artistas y lo echaré de menos. Por eso, por muy enferma que estuviera, no cancelé nunca un concierto.
—¿Cómo están viviendo tus compañeros tu adiós? ¿Se ha puesto en contacto contigo Marta Sánchez, tu sucesora en Olé Olé?
—Todavía no. Marta y yo mantenemos una relación muy bonita y las dos sabemos que nos queda esa conversación pendiente, pero ambas tenemos nuestros tiempos y los respetamos.
—Llegado este momento de hacer balance, ¿sientes que has alcanzado las metas que te propusiste al principio de tu carrera?
—Yo creo que he alcanzado incluso más cosas de las que imaginé, porque en el camino he conocido a gente maravillosa que ha sido valiente conmigo y me ha impulsado mucho más arriba.
—¿Y cuál es el momento más duro que has vivido?
—Dejar Olé Olé fue una de las decisiones más difíciles de mi vida, pero nunca me he arrepentido. Estábamos en lo más alto, pero tenía las puertas completamente cerradas a nivel creativo. No podía componer ni escribir, era simplemente una voz.
-—Hace casi diez años que te separaste del empresario William Molino, ¿sentimentalmente cómo estás?
—Estoy muy enamorada de Ricardo Mejías, un empresario que fue durante mucho tiempo diputado de la Asamblea de Madrid por Ciudadanos.
—También eres madre, Vicky.
—Me siento muy orgullosa de mi carrera, pero muchísimo más todavía de mi familia. Siempre digo que mis hijas, Olivia y Sophia, son mi mejor producción. Es insuperable.
Olivia: “Mi madre es a la primera persona que llamo para preguntarle si la mezcla musical que he hecho está bien. Confío mucho en su opinión”
—Dices que hay que dejar paso a las nuevas generaciones, que vienen ‘a mil’. ¿Olivia es una de ellas?
—Olivia no llega ‘a mil’, llega con un motor ‘turbo’ (risas). La siento detrás de mí, pidiéndome paso.
—¿No te habría gustado que hubiese tomado otro camino?
—Yo creo que ella habría sido capaz de hacer cualquier cosa a nivel creativo porque lo ha sido desde muy pequeñita. Y sé que esto de la música lo va a hacer maravillosamente bien.
—¿Qué consejo le has dado?
—Que todo lo que haga lo haga con pasión, esa es la diferencia entre ser bueno y ser excepcional.
Habla Olivia
—¿Qué has aprendido de tu madre, Olivia?
—Mi madre me ha enseñado a ser fiel a mis ideales y honesta conmigo misma.
—¿Habláis mucho de música?
—-Es a la primera persona que llamo para preguntarle si la mezcla musical que he hecho está bien. Confío mucho en su opinión.
—¿Cómo te estás preparando?
—Estoy estudiando una Ingeniería de Audio y ahí aprendo producción, diseño de sonido y la parte técnica.
—¿Qué tipo de canción te gusta interpretar y qué influencias musicales tienes?
—Yo, en estos momentos, estoy intentando hacer de todo, porque sigo buscando mi sonido, pero me veo haciendo trap, reguetón y algo en español al estilo de C. Tangana. En Estados Unidos gusta mucho esa mezcla del flamenco con el trap.
—¿Con qué sueñas?
—A mí lo que me encantaría es ser conocida por mi música y también como ingeniera de sonido y productora.
—¿También compones?
—Sí, claro. Cuando se me ocurre algo, me encargo yo de todo. El año pasado publiqué «2 a. m.» y ahora acabo de sacar Man Like You. Es el primer proyecto en el que he me sentido cómoda porque soy básicamente yo.
—Has decidido llamarte Livy Vic, ¿por qué? ¿Pesaba el apellido Larraz?
—A mí me habría encantado usar el apellido de mi madre pero sentía que, si no usaba el otro, haría daño a mi padre. Por eso decidí elegir un nombre neutro y se me ocurrió Livy Vic por mi nombre, Olivia Victoria, y también porque todos mis amigos me conocen así en mis redes. Me parece un nombre dulce y, al mismo tiempo, también suena un poco cool.