Nadie es inmune al dolor, al terror y a la barbarie que transmiten las imágenes que cada día llegan de la guerra en Ucrania . Toda ayuda es poca y muchos son los héroes anónimos que han dado un paso al frente para colaborar con lo que se pueda. Entre estos últimos se encuentra Sebastián Castella , el torero francés afincado en Sevilla, que no pudo quedarse de brazos cruzados ante el horror desatado por Putin.
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Retirado de los ruedos desde 2020, Sebastián está unido sentimentalmente a la fotógrafa bielorrusa Katia Sol. Este fue uno de los motivos por los que decidió ir a la frontera de Polonia con Ucrania para ayudar a los pocos días de la invasión de las tropas rusas. “Al ver esas imágenes tan terribles, tanta injusticia, me sentí muy sensibilizado. También, obviamente, por Katia. Aunque es bielorrusa, tiene muchos amigos en Ucrania y decidí que teníamos que hacer algo”, relata el torero, que resalta que fueron un poco “a la aventura, pero muy decididos”.
Katia contactó con dos hospitales en Ucrania y le facilitaron una lista de lo que necesitaban. “Eran cosas básicas, como aspirinas, vendas, gasas, Betadine… Nos dijeron que ni siquiera tenían eso y estaban atendiendo tanto a víctimas de los bombardeos como a personas con enfermedades corrientes”, nos cuenta Katia. A través de donaciones de amigos y seguidores del torero de España , pero también de Perú, Colombia, Argentina, Chile, Venezuela, México..., y de las clientas de la empresa de gimnasia facial de Katia (Upface), reunieron 4.000 euros para gasolina, víveres y medicamentos. La pareja viajó junto a una amiga hasta Varsovia. Allí alquilaron tres furgonetas y llegaron a la frontera, “donde nos registramos como voluntarios. Hay que ser muy cuidadosos con esto por el tema del tráfico de personas”, subraya Katia. Durante una semana estuvieron “trasladando personas desde el punto de control hasta el primer campo de refugiados y ayudando como intérpretes, puesto que los polacos no hablan ruso ni ucraniano”, añade.
‘Es muy doloroso’
“La mayoría de las personas que llevábamos a los campos de refugiados eran mujeres con sus hijos —recuerda Sebastián—. Estaban dejando sus casas, sus vidas, sus trabajos y a sus hombres atrás, y algunas de ellas decían: ‘Si el destino de nuestros maridos es quedarse y pelear para defender nuestra patria, que así sea’. Lo decían con una sangre fría, pero con un amor a su patria... Eso me marcó mucho, me impactó”.
Para Katia “es muy doloroso” lo que está ocurriendo, “porque los bielorrusos y los rusos somos dos pueblos muy cercanos”. Además, su familia no quiere salir de Bielorrusia. “¡Tienen miedo, pero están resignados! Mi madre me dijo: ‘Si Rusia lanza la bomba nuclear, la respuesta de Europa también nos llegará a nosotros, así que moriremos todos’”.