Desde que empezó su historia de amor con Ágatha Ruiz de la Prada, desvelada por ¡HOLA!, José Manuel Díaz-Patón trata de seguir la frenética agenda de la diseñadora. Después de viajar juntos a París, Venecia, Granada y Málaga –todo ello en poco más de un mes–, el abogado apoyó a su novia en la Semana de la Moda de Madrid. Lo hizo asistiendo al colorido desfile de Ágatha con sus dos hijos, gemelos, de diecisiete años. Allí, tuvimos la oportunidad de hablar con José Manuel, que nos compartió su felicidad por su noviazgo, que comenzó el pasado noviembre. Además, recordó su etapa antes de convertirse en confundador del despacho Legaltrade: el novio de Ágatha fue uno de los socios de la discoteca Archy, que reunió a ‘lo más de lo más’ de la sociedad, incluido el entonces Príncipe Felipe, allá por los ochenta.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
—José Manuel, ¿es la primera vez que vienes a la pasarela de Madrid?
—Sí, es la primera vez. Me parece muy interesante, desconocido y sorprendente.
—Siempre se dice que la abogacía es un mundo gris.
—Además de la abogacía, que me encanta y empecé con un maestro, que era magistrado y con su hijo, me hicieron beber Derecho. Sin embargo, nunca me quitaron la idea de ser mundano y disfrutar de las cosas, aunque mis vocaciones han ido más por la música, montar a caballo, hacer deporte… Cuando veo esto por televisión, veo que hay un mundo entero: económico, una estructura detrás… Hay mucha gente y lo hace muy bien. Me encanta porque veo que factura muchísimo y es una industria, con todas la palabras. Una verdadera y auténtica industria.
—Trae una corbata de su pareja. Comienza a agathizarse.
—Sí, me estoy agathizando (ríe). No tengo más remedio (ríe).
—¿Le pide consejo a Ágatha?
—A lo que siempre le atañe a ella, por supuesto. Al igual que ella me pide consejos del mundo jurídico.
—¿Ya la has asesorado?
—Sí, por supuesto. Cuando ella tiene una duda o piensa en hacer algo, le digo qué se puede hacer, cómo se debería hacer… No soy el mejor, pero idea tengo.
—Y fundamento, que tiene una dilatada experiencia.
—Cuarenta y un años llevo de abogado.
“Estoy muy bien, como hacía muchísimos años que no había estado. La sensación que tengo es que me he caído en un caleidoscopio, lleno de colores. Estoy flotando”, dice José Manuel de su noviazgo con Ágatha
—Ágatha es una persona verdaderamente fascinante. ¿Qué es lo que más admira de ella?
— Las piernas y el corazón. Tiene una especie de muelle brutal, que hace que se mueva continua y permanentemente. Creo que es una mujer con un resorte directo y sin nada de pereza. Todo lo que se proponga lo conseguirá. Podrá tener errores y caídas, pero es una persona que olvida enseguida los malos tragos y no tarda en volver a pelear. Es una cosa romántica vivir la vida como lo hace Ágatha, por esa fuerza y esa fuerza moral.
—No es fácil seguir su ritmo, pero Ágatha dice que usted lo consigue.
—No, no. No puedo seguirla (ríe). Desgraciadamente. Es muy difícil, porque ella tiene muchísimo ritmo y, en muchas ocasiones, mi trabajo requiere una tranquilidad y un silencio que es imposible de conseguir en el mundo de Ágatha.
—En las últimas semanas, ha viajado con Ágatha a París, Venecia, Granada y Málaga. No paran.
—Bueno, yo la acompañaré siempre que pueda. Hago un poco de paje.
—¿Y cómo es introducirse en el mundo de Ágatha? ¿Es fácil acomodarse?
—Sí. Creo que es más fácil acomodarse en el mundo de Ágatha que en el mío. Es mucho más complicado el mundo de la abogacía, de los abogados, de los jueces y la magistratura. Es más complejo. El mundo de Ágatha es un mundo más sencillo y más a la pata de la Ayala, además de que la gente tiene menos retranca.
—Dice que está dispuesto a pagar el precio por salir con Ágatha, pero se le ve muy contento con ella.
—Sí, porque, el rato que estoy con ella, los dos nos olvidamos de todo. Estoy muy bien, como hacía muchísimos años que no había estado. La sensación que tengo es que me he caído en un caleidoscopio, lleno de colores. Estoy flotando… Y cuando me quiero poner de pie, me caigo en más colores.
—De momento, el mundo de Ágatha le ha recibido muy bien. Cósima habla maravillas de usted y Ágatha dice que es porque usted sabe mucho de señoras.
—(Echa una carcajada) Cósima es muy simpática, muy guapa y da gusto hablar con ella. Y me llevo bien con ella tanto como con Tristán, a quien veo muy trabajador. Siempre admiro a la gente que trabaja.
—Ágatha dice de usted que es una joya, porque sabe cocinar, conducir… Que todo lo hace bien.
—(Ríe) Al final sé cocinar porque he tenido restaurantes y es mi gran afición. Luego, he hecho mucho deporte.
—Aquí le acompañan sus hijos.
—Mis hijos se tienen que acostumbrar al mundo en el que me voy metiendo cada vez. Primero fue el mundo agrícola, del campo y los caballos y la agricultura, con cereales y alfalfa, aunque ya no estamos prácticamente. Ahora sólo la familia, pero residualmente. Luego, empecé con el tema de la abogacía y yo les intento inculcar.
“Su Majestad era un clásico en Archie, junto con alguna hermana suya, que también venía”, recuerda el abogado a ¡HOLA!
—¿Alguno de sus hijos seguirá sus pasos?
—No lo sé.
—¿Cómo vive la expectación mediática que ha generado su relación con Ágatha?
—Bueno… Estoy sorprendido. Es un precio que tengo que pagar por estar con Ágatha y me parece barato. En algún momento, creo que alguien se olvidará de mí. Ya he salido en el papel couché y en los periódicos antiguamente.
—¿Por Archie?
—Era socio de Archy, que era una discoteca famosísima de Madrid. Además de eso, por unas cosas jurídicas. Son cosas que pertenecen al pasado y no quiero hablar sobre ningún cliente anterior.
—¿Qué recuerda de la época de Archie?
—Teníamos la copa más barata y la puerta más dura.
—Allí se daba cita lo más importante de Madrid y de España.
—Y muchas veces del mundo. Era un local muy limpio. No había drogas y lo conseguimos por todos los medios. Lo hicimos muy bien, porque salíamos hasta las seis de la mañana. Nosotros, en broma, decíamos: “Somos Sor Gertrudis y Fray Leonisio”. Allí salía todo el mundo tan tarde y era lo menos perverso o malo que podía haber por la noche. Era un sitio muy inocente, pero muy divertido. Su Majestad el Rey venía bastante.
—¿Tuvo oportunidad de conocer a Felipe VI en persona?
—Sí, le he saludado muchas veces. Era un clásico allí, junto con alguna hermana suya, que también venía.
—¿Qué destacaría de su persona entonces?
—Destaco la templanza que tenía. Es una persona muy preparada y lo está demostrando. Aparte, es heredero de la Corona, lo han aupado todos, quitando algún partido político por ahí que no tiene trascendencia porque Podemos ha muerto y los partidos de más de la izquierda están todos defenestrados.
—Sería un orgullo recibir al Rey de España.
—Es una cosa de la que uno puede presumir. Además, de la limpieza que había. Entiéndase que, cuando era príncipe, había un sistema de control y protocolo. Es más, todavía ETA no había tirado la toalla y el terror se olía. Cada vez que había un sitio en el que se reunía mucha gente, sobre todo en Madrid, había miedo de que ETA pudiera actuar. Teníamos mucha gente fuera, vigilando los coches que aparcaban.
—¿Entonces don Felipe tenía pareja?
—No te puedo decir, porque no lo he visto. No lo sé.