La guerra nos deja historias que encogen el corazón y nos conmueven hasta la más hondo, como la última en la que su protagonista es un jovencito que ha demostrado ser todo un ejemplo de tesón, aplomo y valentía. Convertido ya en un pequeño héroe, el menor ucraniano huía como tantos otros refugiados de los bombardeos sobre su ciudad, Zaporiyia, al sureste del país. Se trata además del lugar donde se encuentra la central nuclear más grande de Europa, cuyo asedio hace pocos días ponía en alerta a medio mundo. El caso que nos ocupa cobra aún más estoicidad si cabe, al tratarse de un niño de apenas once años que se veía obligado a viajar sin la compañía de ningún adulto para salvaguardar su integridad física. Así lo hizo con determinación, acometiendo una ruta hasta la frontera con Eslovaquia que comprendía nada menos que 1.700 kilómetros, de los cuales hizo mil doscientos completamente solo.
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De colgarse la medalla olímpica a vivir bajo las bombas: el increíble caso de Oleksandr Abramenko
Su madre, Júlia Volodymyrivná, es una mujer viuda con varios hijos que no tenía más remedio que permanecer en su localidad porque, según explicaba ella misma, debía quedarse al cuidado de la abuela del niño que está inmovilizada. Por este motivo decidió que su vástago se subiera al tren para emprender este largo viaje donde, al final del mismo, podría reunirse con otros familiares que residen en Bratislava. Tras su odisea y una vez llegó a su destino sano y salvo, la policía aduanera eslovaca compartía con emoción las imágenes del pequeño y contaba cómo lo habían recibido. Había llegado tan solo con su mochila a la espalda, bien abrigado frente a las bajas temperaturas con su plumífero, gorro y bufanda. Llevaba consigo su pasaporte y un número de teléfono con un nombre apuntado en la mano, algo fundamental ya que después le ayudaría a contactar con quien debía recogerle.
Antes de eso, un grupo de voluntarias se hacía cargo amablemente del pequeño hasta que fueran a por él, ofreciéndole comida y bebida caliente mientras esperaba. "Nos ha ganado a todos con su sonrisa", decían sobre el niño tanto los agentes de seguridad como las personas que en ese punto ayudan desinteresadamente a los refugiados. Al final, sus seres queridos se personaron en la frontera para ir a por él y felizmente todo acabó bien, en este relato humano que provoca las lágrimas de cualquiera frente al horror de la guerra. La peor cara de todo conflicto bélico es el sufrimiento de las víctimas civiles, más si se trata de menores inocentes como el protagonista de esta historia. En sus caras, viendo la de este niño ucraniano, se refleja también la esperanza de que puede haber luz al final del túnel y nadie cómo él para encarnar esta máxima.
La desgarradora separación de familias en su éxodo de Ucrania