Después de haberse convertido en toda una superestrella en su Argentina natal a sus treinta años, Lali Espósito nos confiesa cómo se imagina dentro de otros diez. “¡Uy, toda operada!”, manifiesta a ¡HOLA! antes de soltar una sonora carcajada. Y es que, además de su desparpajo para la música y su gran talento para la interpretación –coprotagoniza la serie de Netflix Sky Rojo, del creador de La casa de papel–, la artista sorprende con su espontaneidad e impresionante magnetismo en las distancias cortas. ¡HOLA! lo comprueba en Madrid, mientras nos presenta sus tres últimos lanzamientos musicales: Como tú, Disciplina y Diva, que forman una enérgica trilogía de singles. Claro que hablamos con Lali de todo, todo, todo: de su aventura española, los últimos romances atribuidos, el amor libre, Leo Messi, la salud mental… Y después de charlar con ella, no podemos quererla más.
—Arrancas el año con muchísima, muchísima energía.
—Sí, Disciplina y Como tú son dos singles para bailar, para dejarse la vida.
—¿Tenías ganas de empezar tan animada?
—Si no se empieza el año así, no lo empiezo (ríe). Tenía ganas, sí. Fueron casi dos años de ahondar en estos sonidos, que me son muy familiares. De hecho, me considero una artista más pop que urbana, pero tenía la necesidad imperiosa de meterme en un universo mucho más yo de lo que estaba haciendo. Y siento que Disciplina y Como tú lo son.
—También menudo cambio de imagen te has hecho.
—Me aburro enseguida. Para mí, el look no es una cuestión frívola. Es muy ‘cómo estás tú’. Lo cambio mucho para los personajes. El de Wendy –que interpreta en Sky Rojo – tenía un pelo muy de muñeca porque trabajaba en el club. Este cambio es para la nueva temporada. Fue una propuesta que le hice a la jefa de peluquería. Quería que pareciese que ella misma: se ha quitado su pelo de prostituta y molaba cambiarla a algo tan radical.
—A pesar de que hemos pasado una pandemia, no has parado casi ni un día.
—Nunca paré. Bueno, casi treinta días. Pero Sky Rojo fue de las primeras series que se volvieron a rodar en plena pandemia. Por eso, casi no sentí la pandemia ni esa sensación de estar en casa.
—¿Cuándo llegaste a España?
—Hace cincuenta años (ríe). Vine en noviembre de 2019. Cuando estalló la pandemia, me pilló acá. Estuve un poco y logré irme a Argentina en un vuelo. Pero, estando allá, me llamaron para volver a rodar. Era como… “¿Ya? Pero, ¡si estamos en pandemia!”. La gente rodaba como si fuesen buzos de la marina, con trajes y la mandanga (ríe).
“He aprendido de mi soledad, a estar conmigo. He descubierto que no era tan guay como pensaba. Soy bastante enroscadita”
—¿Tu familia no estaba preocupada por estar tan lejos de tu país?
—La verdad es que no. Nunca había vivido tanto tiempo al otro lado –en España–, eso es cierto. Pero hay una sensación de que siempre estoy en movimiento, de nunca estar en casa. De hecho, me había mudado a una casa nueva en Argentina el año anterior de la pandemia, el 2018, y siempre tuve la sensación de no haberla habitado porque ya ese año me la pasé rodando. Después vino la propuesta de trabajar en España, luego la pandemia…
—Bueno, pero la estás pagando gracias todo este volumen de trabajo.
—¡Total! (ríe).
—En unas semanas volvéis a rodar Sky Rojo, la tercera temporada. ¿Qué está suponiendo esta serie en tu carrera?
—Muchas cosas. A nivel personal, me supuso la experiencia de traer a mi persona. Siempre estuve en un núcleo rodeada de mi equipo, de mi núcleo, de mi entorno laboral… Me sacó de mi zona de confort emocional. A nivel personal, fue muy fuerte la experiencia de estar en otro lado y de jugar un rato a cómo me las apaño.
—¿Qué has aprendido?
—De todo, querido. Más que haber aprendido, reafirmé algunas cosas y afirmé otras. Por ejemplo, mi manera de vincularme con las personas. También mi curro me lleva a estar en movimiento y me era imposible sostener ciertos vínculos. Lo volvería a hacer una y mil veces porque me gusta lo que hago. Tampoco me gustaría que nadie cambiara su vida ni su profesión por acompañarme. Pero aprendí de mi soledad, a estar conmigo. Nunca había estado sola. Descubrí que no era tan guay como pensaba. Soy bastante enroscadita –de darle vueltas a las cosas–.
—Bueno, supongo que nos pasa a todos.
—Sí, pero yo tenía una concepción… Como soy una persona muy energética, pensaba que todo estaba bien y no, todo no está bien.
—La pandemia nos ha puesto sobre la mesa los problemas mentales, la ansiedad…
—Sí, obvio.
—¿En qué momento la has sufrido?
—Todo el rato, sin haber sido consciente.
—Pero empezaste a trabajar muy pequeña –realizó su primera aparición en televisión con siete años y debutó como actriz con trece–.
—No puedo decir que lo sintiera desde muy pequeña porque no es así. Pero sí que, adentrando en la edad adulta, a día de hoy, siento que fingí en algunas cosas. Ha sido más recientemente, una sensación postcovid, postrabajo, ‘posttodo’… Una sensación de “me va a pasar algo”, como si fuera a prever que algo malo me va a pasar. La experiencia de estar sola en otro lado me abrió las puertas a una introspección que no había hecho hasta el momento y que naturalmente me encontré.
—¿Cómo está siendo tu experiencia en España?
—Preciosa y, como te decía, de mucha introspección. También de mucha conexión con gente. Soy hipersocial y me encanta charlar. Puedo ponerme a hablar en una esquina con una persona que ni conozco y soy feliz.
“En España puedo caminar por la calle, tomar un café o sentarme en una mesa de la calle y donde. En Argentina, evito las terrazas porque alguien siempre me dice algo”
—Es que has venido de Argentina, donde eres megaconocida.
—Allí no puedo ni caminar.
—Sin embargo, aquí puedes pasar más desapercibida.
—Me cambió mucho eso.
—Habrás experimentado esa sensación de anonimato por primera vez en muchísimos años.
—Sí, fue espectacular. Es una sensación muy loca para mí. Suena a superproblema de rica y blanca privilegiada, pero es mi realidad. Aquí puedo caminar por la calle, tomar un café o sentarme en una mesa de la calle y donde pasa la gente. En Argentina, evito las terrazas porque alguien siempre me dice algo.
—¿Qué haces ahora en España que no puedes hacer en tu país?
—Por ejemplo, tomarme una cerveza en una terraza o salir por la noche y, a la salida del boliche o de la disco, en la puerta, beberme mi cerveza con mis amigos, como cualquier persona. Antes, tenía que salir, cuidarme, subirme a un taxi… Si te ve la gente o alguien que está borracho, te viene a decir cosas… Aunque, en este último año en España, ya me reconoce la gente, por Sky Rojo. Gracias a eso, hay gente que me ubica y, de hecho, con nombre. Si bien noto ese crecimiento, es una cosa absolutamente distinta a la que yo tengo en Argentina.
—Aunque estés lejos de tu país, le has hecho un homenaje en Como tú. ¿Cómo surgió esta canción?
—Salió de estar en el estudio con Mauro y Martín, que es con quien yo hago las canciones. Estábamos conectados, hablando de la vida y de otras cosas, cuando empezamos a hablar qué era eso o de alguien, con lo que me cuelgo y me olvido de los quilombos (líos). La canción engaña un poco porque parece que habla del amor. Pero, si la analizas un poco en profundidad, no es tan obvio. No se trata de un amor romántico. Quería hacer un crossover inesperado con mi cultura y con guiños a cosas argentinas.
—¿Cuál es la mayor diferencia que has encontrado a la hora de vivir en España con respecto a tu país?
—No tantas. Creo que los argentinos somos más ruidosos (echa una carcajada).
—Pues los españoles no somos precisamente silenciosos…
—Los argentinos nos parecemos más a los italianos. Cuando oyes a alguien hablando alto, te das cuenta de que es un argentino. Hablamos muy alto, gritamos, llamamos la atención… Somos locos. Siento que ustedes son un poco más medidos, si bien son locos también y roqueros. Nosotros somos un poquito más ruidositos y quizá ustedes son más polite (educados).
—¿Qué es lo que más extrañas de Argentina?
—Algo tan sencillo como mis amigos en la cotidianidad. Si bien mi vida de allá no me permitía una cotidianidad de mucho ocio, yo soy muy, muy anfitriona. Si alguien se quiere quedar a dormir, tiene su baño y su habitación. De pronto, extraño ese espacio de uno, que te define.
—¿Y de costumbres o comidas?
—¿Sabes qué? Yo no tomaba cerveza hasta que vine a España. De hecho, no me gustaba nada… A niveles de asco (ríe). Era más del Fernet con refresco de cola, como tomamos los argentinos, y del vino. Cuando vine acá, empecé con la clarita, que me parece más liviana. Ahora soy una señora que me puedo tomar una cerveza al día. Cuando termino el curro, me tomo una.
—¿Qué costumbres de tu país mantienes?
—Por siempre, mantendré mi mate cotidiano. Porque, sin mate, no somos nada. A ver si busco estas hierbas en Madrid y me hago esas mandangas.
“He conseguido más de lo que nunca imaginé. Nací en un lugar en el que no importaba lo que quisieras ser, había que salir a currar porque la vida cuesta y es dura”
—¿Y nuevas que hayas tomado de España?
—Hay palabras que las digo cuando me vuelvo para allá. Por eso, me cargan: “Ay, ¿la típica argentina que se fue dos minutos y ya habla como si fuera de Madrid?” (ríe). Por ejemplo, palabras como guay, mola mucho, macarra… Allí, me miran y me dicen por qué hablo así, pero es que me gusta cómo suenan y las disfruto (ríe).
—¿En España sales de fiesta, por la noche?
—No te puedo decir que salga todo el rato, pero me gusta salir. Pero más que irme de fiesta, me gusta más la juntada, la comunión de un grupo, el charlar… Disfruto mucho de lo social. Soy muy social.
—Aquí te sentirás menos observada.
—Si me observan ya… No sé, cumplí treinta y algo te pasa en el cerebro… Estoy bastante más conectada con el relax. Ya no estoy tan pendiente de si me miran o no. Te lo digo en serio. Y si me miran, es lo que hay.
—¿Bailas mucho en las discotecas? Porque en tus últimos videoclips, especialmente en los de Como tú y Disciplina, sorprende por darlo todo.
—Sí, bailo a saco. Bailo hasta morir, hasta dolor de rodillas. Bailo y casi me lesiono. Sí, sí, sí. Lo doy todo, con cualquier ritmo.
—¿Tienes pensado permanecer en España por mucho tiempo?
—Hasta finales de abril o principios de mayo. Después, me tengo que ir a Argentina a hacer La Voz. A continuación, sacaré más música y haré más shows. Obviamente, volveré a España. Probablemente, terminando el verano de ustedes, con algún concierto.
—Durante esta etapa en España, ¿has encontrado el amor?
—Muchos amores, gente espectacular. He conocido a gente que me llevo por siempre en mi corazón, con la que estoy conectada en un montón de aspecto… De decir: ‘qué guay’.
—Pero hablo de amor de pareja porque se te ha relacionado hace unos días…
—¿Con quién?
—Con Iván Pellicer.
—Ay, no. Cero, cero (echa una carcajada). Lo conocí el otro día.
—¿No hay nada entre vosotros?
—No, aunque es amorosísimo. No lo conozco… La gente me tiene que caer guay, me tiene que molar.
—No ha sido el único con el que te han relacionado estas semanas, porque si ‘googleas’…
—Dime, con cuántos.
—Con Diego Domínguez.
—¡Dieguito! Le quiero mucho.
—¿Sí o no?
—No voy a hablar de mi vida privada, pero lo conozco desde hace muchísimos años.
—¿Miguel Ángel Silvestre?
—Mi compañero adorado.
Lali se confiesa sobre su vida sentimental: “A veces, me sorprendo de lo bien que me sale todo eso. ¿Cómo hice esto tan arriesgado y no salió?”
—¿Y hay alguno más con el que no te hayan pillado?
—Mira, no se enteran de nada. A veces, me sorprendo de lo bien que me sale todo eso (echa una carcajada). ¿Cómo hice esto tan arriesgado y no salió? (Vuelve a reírse).
—¿Estás soltera?
—En términos amorosos, como los conocemos, sí.
—Parece que siempre necesitamos estar en pareja. ¿Te apetece o prefieres estar sola?
—En este momento, no. Quizá en algún momento sí y dejaré que fluya mi sentimiento.
—En tus últimas entrevistas en España, te has venido arriba hablando de ciertos temas, como que no descartas enamorarte de una mujer.
—Por supuesto, adoro las mujeres.
—Pero, ¿has tenido novia o pareja?
—Nunca. Siempre tuve novios. Me encantan los hombres, pero no descarto que una mujer me flipe. Al contrario. Hay una cosa natural de que me relaciono más con chicos, pero no descarto la vida con chicas. Lo que más me gustan son los tíos. De hecho, me molesta que me gusten tanto (ríe).
—¿Notas diferencias entre los hombres españoles y argentinos?
—Varias (ríe). El argentino, en general… No me gusta generalizar, pero los argentinos tienen algo a lo que nosotros llamamos cancherito. ¿Qué es un cancherito? El tío que cree que mola mucho.
—¿Sobrado?
—Un poquito sobrado. En general, no todos, porque no me voy a enganchar por un pringado. Tratas de que sea gente guay, pero un argentino suele ser muy extrovertido. Y, en mi experiencia, he sentido que los españoles son más retraídos. Como más dudosos, sin saber si sí o si no. El argentino va de una.
—También puedes llevar tú la iniciativa.
—Absoluto, pero, en términos heteronormativos de hombre, noto esa diferencia. En mi experiencia.
—También has hablado públicamente del amor libre. ¿Cuándo lo descubriste?
—Lo he pensado siempre. Estando en pareja monógama, lo ponía sobre la mesa y lo discutíamos, pero por aprender, no porque yo quisiera… Hablar de ello pone el tema sobre la mesa y noto que hay una especie de pánico de hablar de ello. Al poner este tema sobre la mesa, pone muchas inseguridades de uno sobre la mesa. Normalmente, se trata de banalizar o rebajar el tema: lo que quiere es liarse con todo el mundo y no sabe ser fiel. Hay como un concepto raro de una pareja cerrada y pareja abierta. Yo creo que no se trata de poner un título, monógamo abierto, sino de franqueza. Hay mucha diferencia entre ser leal, ser respetuosa. El respeto no tiene título ni formato. En cualquier formato se puede ser un irrespetuoso con la otra persona o ser respetuoso.
—¿Crees que podrías estar con dos personas a la vez?
—No lo sé. No lo he hecho, per se. Es todo un rollo el vincular. Y siento que es tan rollo que el ser humano decidió cerrarlo en una cosa concreta para no tener que pensar tanto. Necesitamos comodidades para sentirnos seguros.
—De todos estos temas estás hablando en tus últimas entrevistas en España. ¿Qué respuesta tienes de tus amigos o de tu familia en Argentina?
—¿Sabes que no? Creo que resuenan algunas cosas en la prensa de Argentina porque hace tiempo que estoy aquí más que en Argentina, y porque estuve un tiempo soltera. Entonces, cuando cuento algo en España, dicen: “Nunca dijo esto en una nota de Argentina”. Mi contexto había sido otro cuando estaba allí.
—También han pasado más de dos años desde que viniste y has crecido.
—Tiene que ver con eso. Entonces, suenan cosas: “Mira, Lali”. Pero noto una cosa relajada en el público. Mi familia ya me conoce y mis amigas solo se sorprenden cuando abro un poco mi corazón y cuento cosas más privadas. “Vos contaste tal cosa”. Se sorprenden que esté cómoda hablado de ciertos temas.
Sobre su polémica con Leo Messi, nos cuenta: “Lo vi en mis stories y ya. Para mí era un momento de risa. Lo que pasó después… No tengo ni idea, para serte franca”
—¿Cómo has vivido la polémica con Leo Messi –algunos medios publicaron que el futbolista dejó de seguirla en Instagram–?
—Un poco mal de que se diga cualquier cosa que no es. A veces, se dicen cosas tontas.
—Le conoces personalmente. ¿Has vuelto a hablar con él sobre este asunto?
—Después de esto, no. Pero me parece un amor y sus hermanos también. Fue algo que no pensé que se convertiría en algo así. No lo hubiese dicho. Lo vi en mis stories y ya. Para mí era un momento de risa. Lo que pasó después… No tengo ni idea para serte franca.
—Rusia acaba de declararle la guerra a Ucrania. ¿Tu familia no te ha pedido que te vuelvas para tu país?
—No me lo dijo nadie. Creo que nadie sabe un carajo qué decir. Es tan imposible…
—Al estallar la pandemia, fuiste un mes para Argentina para estar más protegida.
—Pero ahora no me han dicho nada.
—Empezaste en el mundo del espectáculo siendo muy pequeña. ¿Te encuentras en el lugar que soñabas?
—Estoy más de lo que mucho más imaginé. ¿Es que sabes dónde crecí yo? No había ningún tipo de expectativa de algo así. Nací en un lugar en el que no importaba lo que quisieras ser, había que salir a currar porque la vida cuesta y es dura. Entonces, tenía unos padres a los que siempre vi hacer lo que podían… Tengo una madre talentosa que no las podía llevar a cabo y tenía que hacer otras cosas para sobrevivir. Crecí en un barrio donde había un poco de desidia, desesperanza.
—Tu origen es humilde.
—Sí, claro. Vengo de un barrio del sur de Buenos Aires que se llama Parque Patricios.
—¿Vuelves por allí?
—Poco. Ahora no me lleva nada allí, pero mi canción Laligera habla un poco de mi origen y el videoclip se rodó en mi barrio. Fue una pasada la experiencia. Fui con la producción, las cámaras, a hacer el clip y los señores grandes que vivían enfrente de mi casa, que ya eran grandes cuando yo era una niñita, estaban tal cual… Más viejos, pero iguales… Y mi encuentro con ellos fue una emoción… Porque me veían bailar Raffaella Carrà en la terraza de mi casa y, cuando colgaban la ropa, me gritaban: “Esa es mi Raffaella Carrà”. Yo les gritaba: “Déjadme en paz que estoy ensayando” (ríe). Ya me lo tomaba muy enserio. Por eso, cuando me preguntas si me veía en este lugar, te digo que ha sido mucho más.
—¿Qué guardas de esa Lali?
—La ilusión por hacer las cosas es la misma que cuando inicié.
—¿Y cómo te ves en diez años?
—¡Uy, toda operada! –bromea, antes de echar una gran carcajada–.
—¿Te ves siendo madre?
—Ni lo pienso. ¡Pánico!
—Te lo digo porque algunas exparejas ya irán teniendo hijos…
—Sí, ya me pasa. Ya son dos ex.
—¿Y qué piensas?
—Maravilla por ellos. Enhorabuena, de verdad.