El pasado 18 de febrero, Oleksandr Abramenko se convertía en un héroe nacional para Ucrania tras conquistar la que a la postre sería la única medalla de su país en los Juegos de Invierno de Pekín 2002. Tan solo seis días después de tocar la gloria como deportista, estallaba la guerra y su vida daba un vuelco absoluto de la noche a la mañana. Es decir, de saborear las mieles del éxito a esconderse con su familia del terror de las bombas. Todo en apenas un suspiro, lo que hace aún más rocambolesca y conmovedora su historia. No hace ni un mes que se subía al podio para lucir y besar con orgullo la plata conseguida, y además lo hacía tras protagonizar una de las escenas más comentadas y emotivas de la cita olímpica. Se trata del cariñoso gesto que tuvieron él y su rival en la modalidad de esquí acrobático, el ruso Maxim Burov que logró el bronce, en lo que se llamó el "abrazo de la paz".
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Así, mientras el conflicto bélico estaba a un paso de desatarse, ellos mandaban al mundo un mensaje de hermandad. La sucesión de acontecimientos ha sido tan rápida desde entonces, que el panorama es ahora radicalmente distinto y desolador para Oleksand. Está en Kiev con su familia, en la casa que tienen cerca del aeropuerto, pero ni mucho menos como le gustaría sino que tiene que refugiarse en el interior del garaje del edificio donde viven. Sobre un colchón tumbado en el suelo y muy abrigados, apenas hacen frente a las bajas temperaturas con un pequeño radiador. "Hemos pasado la noche dentro del parking subterráneo ya que las sirenas antiaéreas no paraban de sonar", cuenta el protagonista a The New York Times. "Nos daba miedo dormir en el apartamento y yo mismo oía las fuertes explosiones", explicaba sobre la tragedia que les rodea tanto a él como a su mujer Alexandra y su hijo de dos años, Dimitry.
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Precisamente, el objetivo número uno del subcampeón en Pekín y oro en PyeongChang 2018 es sacar a su esposa y su vástago del país lo antes posible, las dos personas a las que más quiere y con las que posaba feliz hace no tanto tiempo al calor de su hogar. Al parecer, su intención es que los suyos escapen a través de las fronteras de Hungría o Eslovaquia, mientras que el permanecerá en Ucrania ante una posible llamada a filas. Cuenta que se quedará en la ciudad de Mukachevo, donde precisamente reside el entrenador que tanto le ha ayudado para conseguir sus metas deportivas de altísimo nivel. En este lugar se llevará consigo "algunos enseres, comida y las medallas", esperando que el horror termine de una vez por todas mientras espera con anhelo que todo vuelva a la normalidad, esa en la que era una estrella del deporte y no un refugiado de guerra.
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