“Han estado muy contentas de acompañarme y también preocupadas de hacerlo bien”, nos cuenta la baronesa Thyssen de las mellizas Carmen y Sabina que la semana pasada se convirtieron en inesperadas protagonistas del momento en que el Mata Mua, de Paul Gauguin, regresaba a las paredes del museo Thyssen de Madrid, tras dos años en el búnker de Andorra, en víspera de la histórica firma del alquiler de su colección al Estado el 9 de febrero. Son 329 las obras incluidas en el acuerdo -se exponen 179- que contempla el pago de 6,5 millones de euros anuales durante quince años con derecho a compra al finalizar el plazo. “Carmen ha estado seria, con aplomo y muy tranquila. Me ha sorprendido porque no es fácil. Ellas nunca han hablado, ha sido su estreno y lo ha hecho muy bien, por eso la he felicitado”, nos comentaba la baronesa tras las primeras palabras de Carmen ante las cámaras, confirmando que está muy interesada en el mundo del arte. Con Tita hablamos de sus hijas, que el próximo julio cumplen dieciséis años, de sus gustos y aficiones, de sus sueños, estudios y la ‘temida’ adolescencia.
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—Estarás orgullosa de Carmen y Sabina.
—Orgullosa y tranquila porque te diré que tampoco yo estaba segura de si me gustaba que de repente salieran tanto. Tienen quince años, viven en un sitio muy tranquilo y no están acostumbradas a tanta prensa. Por eso, el día de la firma, Sabina, que es muy tímida, prefirió quedarse en casa. Fue al museo el día anterior, lo hizo fenomenal y estuvo monísima.
—Parecen muy coquetas.
—¡Sí, madre mía! Son muy presumidas.
“Carmen es muy estudiosa, saca todo dieces en el colegio. Se pasa todo el día estudiando. Yo le digo que se tranquilice, que no se preocupe tanto y que viva la vida un poco”
—Van teniendo su estilo… ¿Te ‘roban’ del armario?
—Yo les ofrezco, la verdad. Es una tontería comprar cuando tengo cosas que he usado muy poco porque no hago vida social, salgo solamente a cosas oficiales del museo. Les dejo bolsos, por ejemplo, y si les gusta mucho, se lo regalo, naturalmente.
—¿Siguen siendo tan estudiosas?
—Carmen es muy estudiosa, saca todo dieces en el colegio. Se pasa todo el día estudiando. Yo le digo que se tranquilice, que no se preocupe tanto y que viva la vida un poco. Sabina es muy creativa, a ella lo que le gusta es crear, le gusta dibujar, escribir, se le da genial hacer películas cortas a las que incluso les pone música…
—Hablan cuatro idiomas.
—Sí, porque en Andorra son el catalán, el español, el inglés y el francés. Y los hablan muy bien. El colegio de Andorra es muy bueno, aunque es duro. Carmen quiere ir a Harvard, aunque todavía no sabe muy bien qué camino tomar. Yo le he aconsejado que estudie Ciencias Económicas y Arte, pero de momento lo que quiere es saber, por esto estudia tanto. Estuvo este verano en Le Rosey, en Suiza, quince días y quiere volver, porque le gustó. Nunca había estado fuera de casa y el primer día que llegó parecía que no quería quedarse… Yo le dije: “tienes la libertad de irte cuando quieras, yo no te obligo a quedarte si no te gusta”. Y a los dos días estaba encantada.
—Desde pequeñas les has inculcado el amor por el arte.
—Sí, como hice con Borja. Se lo he ido acercando, pero sin forzarlas para que no haga el efecto contrario y termine por no gustarles. Y también les enseño lo que es el manejo del arte, que es muy importante, de ahí lo de las ciencias económicas. Porque hay que saber… Yo soy capaz de montar un museo. Aprendí de la experiencia.
“Sabina es muy creativa, le gusta dibujar, escribir, se le da genial hacer películas cortas a las que incluso les pone música…”
—¿A qué te gustaría que se dedicaran?
—Son libres de elegir lo que quieran hacer, no les voy a imponer nunca. Si Sabina el día de mañana quiere dedicarse al mundo del cine como directora o lo que le guste, que lo haga, o ser dibujante, que lo hace muy bien, pues fenomenal. Cada uno tenemos nuestro camino.
—Cumplen dieciséis años en julio. ¿Cómo estás lidiando con la adolescencia en casa?
—Pues es lo más difícil -ríe- y los chicos ya están en la cabeza. Los chicos ya están pululando en verano, en el colegio, en el campus…-vuelve a reír-. Y luego la ropa, hace ya tres o cuatro años que no hay forma de que les pueda decir ponte esto o aquello. Eso se acabó.
—Es normal que piensen ya en chicos… ¿Cuál es tu deseo para ellas en ese aspecto?
—Me gustaría que se dieran la oportunidad primero de vivir a fondo sus ilusiones y, después, ojalá encuentren a la persona adecuada en su vida que las haga felices. Es lo que deseamos todas las madres, ¿no? Que sean felices, pero que primero sepan bien lo que quieren para no desperdiciar unos buenos años de su vida. Todos cometemos equivocaciones, porque somos humanos, pero me gustaría poder evitarlo. Mi madre conmigo también estaba muy preocupada por los chicos, pero al final entendía que yo tenía ganas de salir. En aquella época era mucho más fácil que ahora.
“¡Son muy presumidas ¡Madre mía! -ríe la baronesa- Yo les ofrezco que cojan cosas de mi armario. Les dejo bolsos, por ejemplo, y si les gusta mucho, se lo regalo, naturalmente”
—¿Y las dejas salir con su grupo de amigos?
—Claro. Andorra es, además, un país muy seguro. Ellas salen, tienen amigas y amigos del colegio. Una vez a la semana van con el colegio a esquiar y pasan el día con sus amigos, comen en un resort… lo pasan muy bien. Les gusta y hacen deporte. También juegan muy bien al tenis, dan clases desde que eran pequeñas. Les dejo hacer lo que les guste. A Sabina le gusta también mucho la natación, a Carmen no tanto.
—Me refería también a si salen, por ejemplo, a bailar.
—Claro que salen a bailar, estoy muy tranquila porque, como te decía, es un país muy seguro.
—¿Tienen redes sociales?
—Sí, tienen, pero no se anuncian, las llevan de manera muy discreta y son privadas.