Érase una vez... un cuadro y sus mil y una peripecias. Nunca la historia de una obra había tenido tanto que ver con esta frase, inicio propio de cuentos y fábulas. Y no solo por el nombre mismo, ya que eso significa en maorí ‘Mata Mua’, sino por todo lo que ha rodeado a la obra de Paul Gauguin: la curiosa historia de las tres veces que llegó a la vida de Carmen Cervera; su salida del Museo Thyssen en plena pandemia, en medio de las negociaciones por el préstamo de la colección, y su regreso como parte del histórico acuerdo alcanzado. El pasado 7 de febrero, ¡HOLA! fue testigo de un momento excepcional, la salida de la obra del búnker de Andorra donde ha permanecido casi dos años, a la espera de una firma que se ha hecho de rogar, pero que, por fin, tenía lugar el día 9 y, precisamente, ante la joya de la corona de la colección. Un contrato rubricado por la baronesa; su hijo, Borja, y el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, poniendo así fin a más de una década de negociaciones que culminaron en febrero de 2021 con el pacto alcanzado por la aristócrata y el entonces ministro, José Manuel Rodríguez Uribes. El acuerdo contempla el alquiler de 329 obras por 6,5 millones de euros anuales durante quince años, con opción a compra al finalizar el mismo. Fue un día de emociones para Tita, que se lo dedicó a su marido, el barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, de quien en abril se cumplen veinte años de su fallecimiento. Y también muy especial, ya que compartía el histórico momento de la firma con Borja: “Claro que era muy importante que estuviera. Y como coleccionista también. Desde muy pequeño está involucrado en el mundo del arte, él también está muy ilusionado y muy feliz”. Y por primera vez en un acto público la acompañaba Carmen, de quince años, que, con aplomo y mucha seguridad, pronunció sus primeras palabras ante las cámaras. Su hermana, Sabina, había estado el día anterior, cuando el ‘Mata Mua’ se colgó de nuevo en el lugar destacado que, desde ahora, ocupará en las nuevas salas habilitadas para albergar la colección de Carmen Thyssen, una de las más importantes del mundo. Lo que ha estado a punto de convertirse en un cuento de nunca acabar… termina con final feliz.
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—Estarás feliz, pletórica, podríamos decir.
—Exacto, me siento pletórica, muy feliz y agradecida. El día de la firma fue muy emocionante y se lo dediqué a Heini, como dije en mi discurso, porque he luchado mucho y durante mucho tiempo para que estas dos colecciones estuvieran en España.
—Te habrás acordado mucho de Heini estos días. ¿Qué crees que te hubiera dicho?
—Heini confiaba plenamente en mí y estaría orgulloso. Creo que fue el destino conocernos y estar juntos para crear una colección tan importante que forma parte de la historia del arte. Yo creo en los museos porque es el lugar donde se protegen las obras y así perduran durante siglos. Por eso en el Thyssen comenzamos con el siglo XIV. A mí me encantaría rodearme de los cuadros para levantarme cada mañana y acostarme cada noche viéndolos, pero no, siempre he entendido que el arte es para el mundo.
—El pasado año se celebró su centenario y en abril se cumplirán veinte años desde su fallecimiento, ¿qué echas de menos todos los días?
—Echo de menos todos los días a una persona espectacular. Era un hombre maravilloso, con el que podía hablar de todo de manera natural, como era él y como soy yo, y, sobre todo, esas charlas sobre arte… Nos divertíamos muchísimo, lo pasábamos muy bien y teníamos conversaciones amenas y llenas de alegría.
—Parece que era el destino que el acuerdo, después de tantos años, se firmara en este dos mil veintidós. El quince de febrero de dos mil dos, justo hace veinte años, se firmó el pacto de Basilea por la herencia del barón, y el Museo Thyssen se inauguró el ocho de octubre de mil novecientos noventa y dos, justo hace treinta.
—¡No había caído! Pero es verdad, son cosas del destino, que lo marca Dios. Así lo ha querido. Parece mentira, no me había fijado, pero claro que son fechas muy significativas.
—El ‘Mata Mua’ ha regresado al museo después de dos años en el búnker de Andorra. ¿Qué significa que esté colgado de nuevo en el Thyssen?
—¡Y otra vez el destino! El ‘Mata Mua’ y yo nos hemos convertido en inseparables porque lleva muchos años a mi lado, por alguna razón del destino. Y estoy feliz de que siga conmigo. Hasta tres veces lo compramos, como he contado en alguna ocasión. Por el ‘Mata Mua’ he recibido ofertas muy tentadoras, de entre doscientos cincuenta y trescientos millones.
—Y con esas cifras, ¿nunca se te pasó por la cabeza venderlo, ni por un minuto?
—¿Y a quién no? Mentiría si dijera que no se me ha pasado por la cabeza, claro, para vivir tranquila, sin deudas. Pero después de lo que luché para traer la colección de mi marido, no podía privar a España de una pieza tan importante a nivel mundial.
—Hablas de deudas y nunca has ocultado que tienes falta de liquidez. ¿El acuerdo no soluciona esos problemas?
—Nunca lo he negado, tengo cuatro casas hipotecadas. Y ahora espero aliviar mi situación. Lo he repartido con Borja, es normal, es mi hijo mayor y tiene familia.
“Las niñas han estado muy contentas de ir y también preocupadas por hacerlo bien. Tienen quince años, viven en un sitio muy tranquilo y no están acostumbradas”
—En cuestión de los días que ahora, después de firmar el acuerdo, puedes pasar en España, ¿qué ha cambiado?
—Nada, solo que tendré que dedicar más tiempo a trabajos y actividades relacionadas con la colección y con los museos que llevan mi nombre en España.
—El martes pasado, cuando se colgó el cuadro en el museo, te acompañaron Carmen y Sabina, casi la primera vez que te acompañan a un acto público, desde luego sí de esta envergadura.
—Sí, porque están siempre estudiando, pero esta vez les pedí a los profesores que las dejaran venir. Aun así, han estado con los deberes porque tampoco puedes romper la rutina.
—¿Ellas han estado contentas de acompañarte?
—Sí, muy contentas y también preocupadas de hacerlo bien, porque, sobre todo, Sabina es muy tímida. Carmen ha estado seria, con aplomo y muy tranquila. Me ha sorprendido porque no es fácil. Ellas nunca han hablado, ha sido su estreno y lo ha hecho muy bien, por eso la he felicitado.
—Estarás orgullosa de ellas, claro.
—Orgullosa y tranquila, porque te diré que tampoco yo estaba segura de si me gustaba que, de repente, salieran tanto. Tienen quince años, viven en un sitio muy tranquilo y no están acostumbradas a tanta prensa. Por eso el día de la firma Sabina, que, como digo, es muy tímida, prefirió quedarse en casa. Fue al museo el día anterior, lo hizo fenomenal y estuvo monísima.
—Parecen muy coquetas.
—¡Sí, madre mía! Son muy presumidas.
—Van teniendo su estilo… ¿Te ‘roban’ del armario?
—Yo les ofrezco, la verdad. Es una tontería comprar cuando tengo cosas que he usado muy poco, porque no hago vida social, salgo solamente a cosas oficiales del museo. Les dejo bolsos, por ejemplo, y si les gustan mucho, se los regalo, naturalmente.
“He conseguido seguir los pasos de Heini y he sabido llevar su legado muy bien”
—¿Siguen siendo tan estudiosas?
—Carmen es muy estudiosa, saca todo dieces en el colegio. Se pasa todo el día estudiando. Yo le digo que se tranquilice, que no se preocupe tanto y que viva la vida un poco. Sabina es muy creativa, a ella lo que le gusta es crear, le gusta dibujar, escribir, se le da genial hacer películas cortas, a las que incluso les pone música…
—Hablan cuatro idiomas.
—Sí, porque en Andorra hablan el catalán, el español, el inglés y el francés. Y los hablan muy bien. El colegio de Andorra es muy bueno, aunque es duro. Carmen quiere ir a Harvard, aunque todavía no sabe muy bien qué camino tomar. Yo le he aconsejado que estudie Ciencias Económicas y Arte, pero, de momento, lo que quiere es saber, por eso estudia tanto. Estuvo este verano en Le Rosey, en Suiza, quince días y quiere volver, porque le gustó. Nunca había estado fuera de casa y el primer día que llegó parecía que no se quería quedar… Yo le dije: «Tienes la libertad de irte cuando quieras, yo no te obligo a quedarte si no te gusta». Y a los dos días estaba encantada.
Lo más difícil
—Desde pequeñas les has inculcado el amor por el arte.
—Sí, como hice con Borja. Se lo he ido acercando, pero sin forzarlas, para que no haga el efecto contrario y termine por no gustarles. Y también les enseño lo que es el manejo del arte, que es muy importante, de ahí lo de las Ciencias Económicas. Porque hay que saber… Yo soy capaz de montar un museo, aprendí de la experiencia.
—¿A qué te gustaría que se dedicaran?
—Son libres de elegir lo que quieran hacer, no les voy a imponer nunca. Si Sabina el día de mañana quiere dedicarse al mundo del cine como directora o lo que le guste, que lo haga, o ser dibujante, que lo hace muy bien, pues fenomenal. Cada uno tenemos nuestro camino.
—Cumplen dieciséis años en julio, ¿cómo estás lidiando con la adolescencia en casa?
—Pues es lo más difícil —ríe—, y los chicos ya están en la cabeza. Los chicos ya están pululando en verano, en el colegio, en el campus… —Vuelve a reír—. Y luego la ropa, hace ya tres o cuatro años que no hay forma de que les pueda decir ponte esto o aquello. Eso se acabó.
“Carmen es muy estudiosa. Quiere ir a Harvard, aunque aún no sabe qué camino tomar. Sabina es muy creativa, le gusta dibujar, escribir…”
—Es normal que piensen ya en chicos… ¿Cuál es tu deseo para ellas en ese aspecto?
—Me gustaría que se dieran la oportunidad, primero, de vivir a fondo sus ilusiones, y después, ojalá encuentren a la persona adecuada en su vida que las haga felices. Es lo que deseamos todas las madres, ¿no? Que sean felices, pero que primero sepan bien lo que quieren para no desperdiciar unos buenos años de su vida. Todos cometemos equivocaciones, porque somos humanos, pero me gustaría poder evitarlo. Mi madre conmigo también estaba muy preocupada por los chicos, pero al final entendía que yo tenía ganas de salir. En aquella época era mucho más fácil que ahora.
—¿Y las dejas salir con su grupo de amigos?
—Claro. Andorra es, además, un país muy seguro. Ellas salen, tienen amigas y amigos del colegio. Una vez a la semana van con el colegio a esquiar y pasan el día con sus amigos, comen en un resort… Lo pasan muy bien. Les gusta y hacen deporte. También juegan muy bien al tenis, dan clases desde que eran pequeñas. Les dejo hacer lo que les guste. A Sabina le gusta también mucho la natación, a Carmen no tanto.
—Me refería también a si salen, por ejemplo, a bailar.
—Claro que salen a bailar, estoy muy tranquila porque, como te decía, es un país muy seguro.
—¿Tienen redes sociales?
—Sí, tienen, pero no se anuncian, las llevan de manera muy discreta y son privadas.
—El día de la firma fue la primera vez que se os veía a la familia junta en público, pero en privado sí os reunís.
—Nos reunimos, naturalmente. Ese mismo día, por ejemplo, después de la firma nos fuimos todos a comer con la gente que había venido de fuera y mis abogados, Ángel Acebes y José María Michavila. Los invité a almorzar y estaban también el hijo mayor de Borja, Sacha, y la niña, Kala, que habían estado en la firma, aunque no hay fotos de ellos. Y luego, en familia, estuvimos, al día siguiente, comiendo también en el jardín del Ritz. Y en cuanto podamos volveremos a reunirnos.
Amigos y esquí
—En cuestión de herederos, supongo que lo tienes arreglado, para que no pase lo mismo que sucedió con los herederos del barón.
—Sí, claro. Por esa razón he llegado a un acuerdo con Borja y que todo el mundo esté feliz y tranquilo.
—Ahora que la parte del acuerdo ya se ha solucionado, tendrás algo más de tiempo para ti…
—Sí, un poco de tiempo para mí. Estoy feliz de poder hacer las cosas que me gustan, como pintar, que no he podido estos años; leer, y hacer jardinería. Me encanta trabajar el jardín con las manos, plantar, podar… Me hace feliz.
—Y has empezado tus Memorias.
—Sí, he empezado a preparar mis Memorias.
—¿Volverías a vivir todo lo que has vivido o hay capítulos que borrarías?
—Sí, como todos nosotros. ¿Quién no lo haría? Yo borraría, sobre todo, algunos capítulos para no perder un tiempo precioso. Es una pérdida de tiempo lo que conlleva el haberse equivocado, aunque de eso te das cuenta después.
“Era muy importante que Borja estuviera. Y como coleccionista también. Como yo, él está muy ilusionado y muy feliz”
—Dicen que ‘te has salido con la tuya’.
—Sí, pero en el sentido de que ese cuadro y la colección tienen que estar en España, como lo está también la de Heini. Todos los que sabemos de qué va el arte nos hemos salido con la nuestra. Absolutamente.
—¿Y qué nos puedes decir de los museos de Málaga y Cataluña?
—Es un museo maravilloso el de Málaga, de verdad, precioso… Es una joya para mí. Es el único museo del mundo que tiene obras tan completas de arte español de los siglos XIX y XX. Quedan tres años… Pero hay que pensar en el futuro del museo también. Y luego el de Cataluña, que se está construyendo, con la colección catalana, también es la más completa. Se hizo un concurso y lo ganó el estudio de arquitectura Nieto Sobejano, que ha hecho un diseño maravilloso. Estará en la zona más bonita de Sant Feliú, pegado al monasterio del siglo X, y está prevista su inauguración dentro de un año y medio o dos.
— ‘Mata Mua’ quiere decir ‘érase una vez’, en maorí, y finalmente es el final feliz de un cuento.
—Lo es, fíjate. Qué premonición tuvo Gauguin con su cuadro (ríe), pero de verdad. Yo empecé con la colección de Heini, recibí cuadros, trescientos cincuenta millones de aquella época y se han convertido en mil setecientos millones. La garantía del Estado es por esa cantidad, de dólares estamos hablando. He conseguido seguir los pasos de Heini y he sabido llevar su legado muy bien.