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raquel perera© Félix Valiente

Publico, luego existo

‘El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que ofreces a cambio’


14 de febrero de 2022 - 17:04 CET

Te ha llegado una notificación, tienes 15 correos sin leer, 7 mensajes, 300 nuevos likes, 120 comentarios, hay una actualización nueva, una aplicación mejor para editar las fotos, alguien ha publicado algo y te ha etiquetado. Interrumpen en mi pantalla esas gafas que siempre has querido y están rebajadas, las personas que sigues están siguiendo otras cuentas de cómo tener el cuerpo 10 en menos de 1 mes, cómo hacer la tarta de queso más sabrosa o superar 4 retos diferentes en los próximos 20 días.

Nuestro cerebro se ve sometido a una dictadura digital constante, sin apenas darnos cuenta.

No se puede negar que la tecnología, internet y el  social media  han revolucionado nuestras vidas y la forma en la que nos relacionamos. Aunque parezca que ha irrumpido de forma abrupta, lo cierto es que han ido incorporándose de forma gradual pero con mucha fuerza.

Redes sociales© GettyImages

La interacción entre personas por Internet se estrenó en 1971, con el envío del primer mensaje por correo electrónico. Aún recuerdo ese fenómeno que por arte de magia nos hacía enviar todo tipo de documentación e información a través de una red wifi. También recuerdo la primera vez que oí hablar de Twitter y cómo corrí a abrirme un perfil para ver que me traería esa experiencia ciberespacial.

En esencia, estos espacios son recursos buenísimos de comunicación que debemos explorar con responsabilidad. Soy de las que opinan que suponen una herramienta de productividad y una forma de crear comunidad virtual y que te acerca a mucha gente y a mucha información. Como todo en la vida siempre que existe una parte de desarrollo para las buenas acciones hay quien lo utiliza para lo contrario.

“Los  likes, cuánta gente ha visto tu post... Esto es lo que genera una adicción especial, porque es lo que dice tu comunidad, si te aceptan, si te valoran”

Con esto quiero decir que las redes sociales existen, son y están en nuestras vidas con sus ventajas y sus desventajas. El social media trata más de sociología y psicología que de tecnología. Desde que tengo Instagram soy moderadamente activa y procuro compartir prácticamente a diario alguna cosa.

Sin embargo, es la primera vez que llevo 1 mes sin publicar nada. Y he llegado a la conclusión de que no comunicar nada en tus redes sociales es una forma de comunicar… He recibido muchos mensajes de preocupación sobre si me pasaba algo...

Lo cierto es que no me pasa nada, simplemente he estado enfocada en una serie de cosas que me han tenido alejada de Instagram. Y cierto también es lo querida que me he sentido al comprobar que hay mucha gente que se preocupa por mi y extraña mis apariciones.

Redes sociales© GettyImages

Sin haber sido una cosa premeditada, el estar tiempo sin publicar y más desconectada del móvil, me ha hecho reflexionar sobre algunas cosas: no somos adictos a la tecnología, somos adictos a la dopamina que nos provoca la tecnología.

Las redes sociales son como máquinas tragaperras, que están cuantificadas en forma de  likes  , de corazones, de cuánta gente ha visto tu   post  y esto es lo que genera una adicción especial, porque es lo que dice tu comunidad, tu gente, tus seguidores, si te aceptan, si te valoran. Cuando esa aceptación, entra en tu vida, te vuelves adicta. Se ha conseguido cuantificar esa valoración y convertirla en un chute de dopamina.

“Nuestro cerebro está sometido a una dictadura digital constante, sin darnos cuenta”

Hemos pasado a un escenario donde la emoción y el sentimiento comparten protagonismo con la imagen y el reconocimiento. Likes, hashtags, comentarios y caricias virtuales son las piezas más codiciadas en nuestro marco virtual. Como si la capacidad de pensar, sentir y ser estuvieran supeditadas al acto de publicar en redes sociales.

Es esa publicación la que da entidad a una relación, un evento, un estado de ánimo o un logro.

Aquello de:

Pienso, luego existo

Siento, luego existo

Público, luego existo.

El sujeto moderno tiene que demostrar su existencia para decirle a su ámbito laboral que está cumpliendo sus deberes; a la pareja, a fin de demostrarle cariño y fidelidad; a los amigos y la familia, para que tengan la certeza que son valiosos. En otras categorías, a los votantes para demostrar humanidad y cercanía, a los clientes, eficiencia y seriedad, a los fans, para que sepan que son lo más importante en su vida de deportistas o artistas.

Redes sociales© GettyImages
‘Pienso, luego existo; siento, luego existo; publico, luego existo’

Todo esto se puede publicar con honestidad, puede ser solo para ser condescendientes o simplemente una puesta en escena carente de sinceridad. Pero eso ya depende de la altura moral de cada uno.

Comparto la idea de que cada quien utilice las redes a su parecer, siempre y cuando se haga un uso responsable y evite la maldad, el engaño, la burla o la mentira.

El desafío es volver a pensar si podemos utilizar estos caminos, a través del diálogo honesto, para  conocernos y hacernos conocer de forma sincera, sin dejar de ser nosotros.

Confieso haber tenido inmensas caricias virtuales en esta improvisada ausencia que me empujan a volver a este universo tan efímero como dinámico.

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Salud y Rock,

Raquel.