De tanto rodearse de leyendas, el fotógrafo Patrice Calmettes se ha convertido en una de ellas. Afincado en París, es un enamorado de nuestro país, donde cada verano recala en su casa del norte de la isla de Ibiza. Amigo de la intelectualidad y la farándula internacional, está de actualidad porque una de las fotografías que tomó de Miguel Bosé para la revista Interview de Andy Warhol ha sido la elegida por el cantante español para ilustrar la portada de sus controvertidas memorias, El hijo del capitán trueno (Ed. Espasa). Pero cualquier ocasión es buena para reivindicar a este profesional de la fotografía y de la vida cosmopolita. Su cuenta homónima en Instagram -@patricecalmettes- es un buen ejemplo de su fascinante vida entre flashes: encontrarán desde Barbara Hutton a Diana Vreeland o la duquesa de Alba. Y, por supuesto, a Miguel Bosé, su “hermano amado”.
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—Hábleme de esa fotografía que ilustra la portada del libro de Miguel Bosé. ¿En qué año fue tomada?
—La foto fue tomada en 1972 cuando viajé a España para asistir a la boda de Carmen Martínez-Bordiú con Alfonso de Borbón.
—¿Cómo era Miguel Bosé entonces?
—Fui con una amiga pintora, Sweety Larrañaga, a ver a Lucía Bosé a su casa de Somosaguas. Miguel nos abrió la puerta y parecía sorprendido de que yo estuviera ahí, como si nos hubiéramos conocido de toda la vida. Me abrazó y desde ese día hemos tenido una relación fraternal. ¡Es mi hermano amado! Regresé unos días después para tomar fotos. Había en la casa una montera y un capote de torero pintado por Georges Mathieu. Y así fue cómo hice esa serie que luego ha ilustrado la portada de su libro, El hijo del capitán trueno. Eligió la que yo también habría elegido.
—Esas fotos sirvieron para ilustrar una entrevista en la revista Interview de Andy Warhol, del que luego Miguel también sería amigo. ¿Recuerda cómo surgió esa idea?
—Miguel y yo estuvimos en París con Diana Vreeland que fue la que sugirió a Andy que usara esas fotos para la revista y que yo hiciera la entrevista. La hice y lo seguí fotografiando para el Vogue inglés y Harpers and Queen.
—Como fotógrafo, ¿qué es lo que más llamó su atención?
—Miguel tenía 16 años. Era un chico alegre, simpático y de gran sensibilidad.
—Hay muy poca información sobre usted. ¿Cuándo se convirtió en fotógrafo y quién fue la primera persona a la que fotografió?
—¡Desde siempre! Fue en Nueva York donde compré mi primera Nikon. Tenía 18 años. Una amiga estaba trabajando para la revista Life y me enseñó a usar la cámara. Tomé mis primeras fotos allí. Fotografié los edificios de Nueva York, en los que vivíamos mis padres y yo, cerca del Metropolitan Museum, el Liceo francés, donde había estudiado, y amigos que había conocido en clubes de moda.
—¿Hubo alguien en su familia que le influyera para dedicarse a la fotografía?
—Mi tío abuelo, André Calmettes, influyó mucho en mi pasión por la fotografía. Él era actor, productor y director. Era buen amigo de Eugène Atget, el fotógrafo del viejo París, a quien ayudó y del que fue su mecenas. Me transmitió la pasión.
—Poco a poco labró una trayectoria envidiable. Hasta el punto de que se convirtió en el fotógrafo favorito de Diana Vreeland, ¿cómo la conoció? ¿Qué destacaría de ella?
—Nos conocimos en una barcaza durante una fiesta ofrecida por mi amigo, el barón Arnaud de Rosnay, en París. Al día siguiente, me citó en el Hotel Crillon para ver mis fotos. ¡Le gustaron mucho y me contrató! Y, a partir de ahí, nos hemos visto mucho. Cenábamos a menudo en Nueva York, estuve en Roma con ella y con Pilar Crespi en el Palacio Chigi-Odescalchi y juntos hemos visitado los estudios de los grandes fotógrafos: Irving Penn, David Bailey... Mi encuentro con ella fue decisivo.
—Habrá conocido a mucha gente interesante gracias a su amistad…
—Diana quería que me convirtiera en actor de cine y que conociera a Sue Mengers, una de las primeras agentes más importantes de Hollywood. Gracias a ella pude estar con Frank Sinatra durante un concierto. ¡Pasamos a saludarlo en el backstage! Y también pude conocer a Aline Griffith, condesa de Romanones, en Madrid. Era única, insustituible… ¡La echo de menos! Fue Diana la que le pidió a Andy Warhol que trabajara para su revista Interview, donde publiqué la entrevista con Miguel y la sesión de fotos que ahora ilustra su libro.
—Andy Warhol, Diana Vreeland… ¿Cómo era esa Nueva York de los 70 y 80 de la que usted formó parte?
—Nueva York supuso mi encuentro con Andy Warhol y Fred Hughes (manager y parte indispensable en el éxito internacional de Andy) en la gran era de La Factory, de Studio 54 y más discotecas de esa época. Recuerdo que a Andy le gustaba mucho salir de noche, a menudo venía a verme cuando yo estaba a cargo de las relaciones públicas del Club 78 y de la discoteca Le Palace.
—Además de Bosé, ¿conoció a otros españoles interesantes en aquellos momentos?
—Vi mucho a Salvador Dalí en el Hotel Meurice de París. Estuve en Marbella y, durante una fiesta organizada por Duarte Pinto Coelho, conocí a muchos amigos como Lorenzo Larios Fernández de Córdoba. Me hospedé en casa de su madre, la duquesa de Lerma. También estuve con la duquesa de Alba. Recuerdo que, por ejemplo, organicé con una amiga una cena para Julio Iglesias en Maxim’s.
—Hábleme de su relación con España…
—Uno de mis antepasados fue José Finat, nacido en 1807, uno de los hombres más ricos de España y quien recibió el título de conde de Finat. También desciendo de Hipólito Finat Rojas, un gran hombre de estado del conde de Romanones de 1926 a 1930 que asistió al rey Alfonso XIII en sus últimos momentos en España…
—¿Cuándo vino por primera vez y qué fue lo que más le gustó de nuestro país?
—Yo era muy joven y viajé con mis padres para pasar un verano en el Hotel Formentor. La segunda vez fue porque mi padre le compró una casa a mi madre cerca de Valencia. También recuerdo mi primera vez en Madrid. Mis hermanos y yo nos alojamos en la suite más grande del Hotel Ritz. Antes de irnos visitamos el Museo del Prado. Allí pude admirar la pintura española. Velázquez me hizo amar España.
—Vive parte del año en Ibiza y fue uno de los primeros en descubrir este paraíso…
—Fueron los mejores años de Ibiza, cuando era un sueño vivir en Dalt Vila, la fortaleza medieval en lo alto de la ciudad de Ibiza. Poder regresar de noche a altas horas y pasar por la puerta principal de la ciudad fortificada, el portal de Ses Taules, era un sueño. Otros recuerdos son en el Hotel Montesol, donde nos encontrábamos todos después de nuestro largo día de playa. Ibiza era de una extraordinaria belleza, como de paisajes bíblicos, los hippies con collares multicolores recorriendo la isla, la belleza de las iglesias escondidas en la naturaleza. tuve la suerte de conocer esa Ibiza, de haber vivido en el casco antiguo y ahora vivo en una finca al norte de la isla. Para mí ella es mi ancla, mi fuente de renovación y serenidad.
—Entrar en su perfil de Instagram, es un ejercicio de nostalgia. ¿Cualquier pasado fue mejor?
—No soy nostálgico, pero en mi perfil de Instagram efectivamente hay muchos recuerdos de esta era pasada. Fotos mías o de mi colección. La gran era de Studio 54, de la discoteca Le Palace… De los bailes más grandes de París, como el Oriental del barón Alexis de Redé en su Hotel Lambert, cuando entré con un leoncito en mis brazos. El baile de Proust por el centenario de Marcel Proust, ofrecido por los barones de Rothschild, donde me fotografiaron bailando con Elizabeth Taylor…
—Efectivamente, además de fotografiar, también cuenta con su propia colección de fotos. Barbara Hutton, Gayatri Devi... ¿Cuál es la imagen más importante de su colección y por qué?
—Tengo una gran colección. Me gustan especialmente las imágenes de los ballets rusos, como el de Diaghilev. Las fotos del legendario bailarín Vaslav Nijinsky. Hay muy pocas y tuve la suerte de poder encontrar algunas.
—En el pasado lo relacionaron con algunas de las mujeres más fascinantes, como Diana Ross o “São” Schlumberger.
—“São” Schlumberger (mecenas y coleccionista de moda y arte) fue extraordinaria para mí. Me presentó a todas las personas que importaban en ese momento. Me abrió el camino. Un día, el colaborador de Pierre Cardin, André Olivier, me pidió que acompañara a una de sus amigas al castillo de Ferrières, a un baile de los barones de Rothschild. Era la cantante Diana Ross. Y desde entonces nuestra amistad no ha hecho más que crecer con el tiempo.
—De todos sus retratos, ¿cuál es su retrato favorito?
—Hice un retrato de Jacqueline de Ribes en el hotel Ritz de Madrid antes de la boda de Carmen Martínez-Bordiú con Alfonso de Borbón. Me gusta mucho esa foto, porque hay muchos recuerdos de esos momentos pasados en Madrid.
—Por último, ¿qué personaje le gustaría retratar y todavía no ha podido hacer?
—No hay una persona específica a la que me gustaría fotografiar. La naturaleza y los pájaros son mis guías. Me gusta dejar volar mi mirada y descubrir nuevas visiones. Puedo decir que pertenezco al mundo de las aves como demostré en mi última exposición sobre los cuervos.