Parafraseando el famoso tango, treinta años no es nada. Y Nieves Álvarez apostilla: “¡Y lo que me queda!”. Incombustible e imparable, la ilusión y las ganas son el motor de la top model madrileña, que acaba de sumar una nueva cifra récord a su prolífica carrera: acaba de cumplir tres décadas desfilando. Y, la verdad, no ha podido celebrarlo mejor: protagonizando el último show de la colección de alta costura primavera-verano 2022 de Stéphane Rolland.
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Fue en 1992 cuando comenzó su carrera en el mundo de la moda, tras ser finalista del concurso Elite Look of the Year. Su ascenso fue meteórico y, además de desfilar para las casas de moda más relevantes (Armani, Dior, Hermès, Lacroix, Ungaro...), protagonizar campañas y portadas históricas, se convirtió en musa de Yves Saint-Laurent desde 1994 hasta la retirada del diseñador, en 2002.
Hoy, Nieves suma y sigue. Compagina su trabajo como presentadora de Flash moda y diseñadora con diversas campañas y colaboraciones y sigue siendo la musa de otro grande de la moda, el aclamado couturier Stéphane Rolland, cuyos desfiles siempre abre y cierra. La última cita, el pasado martes 25 de enero, era más especial, no solo por el treinta aniversario de Nieves, también porque era la vuelta a los desfiles presenciales del diseñador parisino después de dos años, desde que estalló la pandemia. “Me emocioné mucho cuando entré en el backstage y vi a todos los costureros, a los que emplean tantas y tantas horas en cada traje, con sus batas blancas... En estos dos años habíamos hecho fashion films y, para ellos, poder ver su ropa de nuevo en el desfile y sentir el calor de la gente… Ver todo el trabajo que han hecho durante meses y que tú eres la responsable de darle vida durante esos minutos en la pasarela me emociona muchísimo”, nos confiesa Nieves, desde París, en conversación telefónica.
“¡Todavía estoy soñando! No se me ocurre una forma más bonita de celebrar treinta años desfilando que de la mano de mi amigo y maestro Stéphane Rolland”
La modelo sigue en una nube desde aquel día. “Todavía estoy soñando! —admite—. No se me ocurre una forma más bonita de celebrar treinta años desfilando que de la mano de mi amigo y maestro Stéphane Rolland. Para mí ha sido una de sus mejores colecciones. La verdad es que es un grandísimo amigo y lo admiro tanto, sobre todo, como persona. Como profesional siempre lo he admirado mucho, porque creo que es un maestro de los volúmenes y de la arquitectura en el diseño… Y como persona tiene una calidad humana impresionante”.
—¿Cómo te sientes?
—Justo antes del desfile, estaba yo reflexionando delante de la Torre Eiffel y me decía a mí misma: “¿Quién me iba a decir a mí, hace treinta años, que iba a estar aquí, que París me iba a dar tanto y que iba a disfrutar tanto de la moda?”.
—¿Recuerdas cuál fue tu primer desfile en París?
—Sí, fue Balenciaga. Me acuerdo del desfile, de lo que llevaba puesto y, qué casualidad, pero creo que esa temporada el diseñador era Stéphane, porque él comenzó como diseñador de Balenciaga. De él no me acuerdo, pero, por los tiempos, estuvimos calculando y casi seguro que era él. Me acuerdo de aquella temporada perfectamente, hice Balenciaga, Lolita Lempicka y Sonia Rykiel… Era una niña (ríe).
—Y ahora... ¿a por otros treinta?
—¡Hombre! (Ríe). No sé si treinta… La verdad es que una de mis ídolos es Carmen Dell’Orefice —la modelo y actriz estadounidense, considerada la más longeva del mundo, que sigue desfilando con noventa años—, pero no sé si quiero llegar desfilando a su edad. Bueno, si me lo permiten y estoy fenomenal, ¿por qué no puedo de vez en cuando disfrutar? El otro día fui al desfile de Elie Saab y me ocurrió algo muy bonito. Tras posar en el photocall, dos fotógrafos se acercaron y me dijeron: “Enhorabuena por ayer”. Al ver mi cara de extrañeza, explicaron: “Estuviste fantástica en el desfile”. Te emociona que alguien tan imprescindible en nuestra profesión, como son los fotógrafos, reconozca tu trabajo.
—Eres muy conocida y llevas mucho tiempo...
—¡Y lo que me queda! (Ríe de nuevo).
—¿Hasta que el cuerpo aguante?
—Bueno, hasta que el cuerpo aguante no lo sé, pero hasta que mi pasión y mis ganas me lleven a seguir luchando y disfrutando. Porque eso sí lo puedo asegurar: disfruto tanto cuando empieza la música y cuando me pongo la ropa, lo vivo de una manera...
El abanico de Lacroix
—El momento más especial o más bonito que recuerdes de estos treinta años.
—¡Uf! Tengo muchos y son muchos los diseñadores con los que he trabajado y de los que he aprendido. No sé, recuerdo momentos con monsieur Ungaro, mis primeros desfiles de costura, que fueron con Lacroix y con Saint-Laurent. Fueron los únicos desfiles que tuve aquella temporada, pero yo me decía: “¿Y qué más me da, si estoy trabajando con los más grandes?”. El desfile de Saint-Laurent, además, lo abrí yo y recuerdo perfectamente aquel tailleur color marrón chocolate y una blusa creo que morada. Pierre Bergé me cogió y me dijo: “¡Allez, Nieves, c’est la première!”, y yo me quedé como en shock. Recuerdo perfectamente los latidos de mi corazón, que me iba a mil, y yo pensando: “¿Cómo voy a abrir yo el desfile de Saint-Laurent?”… Hay momentos que recuerdo como si fuera ayer: yo cerraba una de las partes finales del desfile de Lacroix, llevaba un abanico y me dio como un subidón español: ya iba a meterme dentro, estaban ya todas mis compañeras allí, Karen Mulder, Yasmeen Ghauri..., y yo cerré el abanico así a lo español, me lo puse delante de los ojos y el abanico salió volando (risas).
“¿Hasta que el cuerpo aguante? No lo sé, pero seguiré desfilando hasta que mi pasión y mis ganas me permitan seguir luchando y disfrutando”
—Las pasadas Navidades confesaste que dos mil veintiuno había sido un año muy difícil. ¿Este año se presenta mejor?
—Se presenta con mucha ilusión, con muchas ganas. Cuando di la última campanada en La Palma, con esa situación tan tremenda y rodeada de todas las familias que verdaderamente tenían problemas, para mí fue como cerrar un capítulo y abrir uno nuevo, que estoy convencida de que va a ser bien bonito.