España entera admiró el coraje de Ana Obregón cuando, el año pasado, en medio del más duro duelo por la ausencia de su hijo, Aless Lequio, presentó las campanadas de fin de año. Lo hizo sabiendo que sería un reto durísimo, pero pensando en todas las personas que, durante estos meses, han perdido a algún ser querido. Habló desde el corazón, con un discurso espontáneo, sin preparar ni ensayar.
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Para recibir a 2022, ya estaba todo preparado: el vestido espectacular, obra del alicantino Rubén Hernández; las joyas de Rabat; el estilismo pensado; el discurso pensado… y el 28 de diciembre descubrió que estaba contagiada de coronavirus. El sueño de tantas personas que habían participado en esta aventura se desvaneció como por encanto. Rubén dice que se sintió como “una novia abandonada en el altar” y Ana, que había pasado las Navidades sola, sin salir de casa, recordando a Aless, lloró de impotencia. El día 31 se sentó en el sofá de su casa, ante el televisor, y vio las uvas ella sola. Después se fue a dormir, y el Año Nuevo amaneció más triste que nunca.
Ahora que se acerca la presentación de la fundación Aless Lequio, hemos querido recordarle de la mejor manera: dedicándole a él estas fotografías de su guapísima madre, Ana, luciendo el vestido que no pudo ponerse esa noche, que lleva bordado su nombre en un trocito de tul (“Aless en mi corazón”).
“No celebro las Navidades ni las celebraré jamás. El día 24 fui a dar un besito a mi padre por la tarde y pasé la Nochebuena en casa como un día normal. Pedí una cena de reparto a domicilio. Intentaba que pasara muy rápido el reloj, porque no tenía fuerzas para nada”
Ana sigue triste, esto no hay quien lo supere. Pero, de vez en cuando, su trabajo la traslada a otros universos, y allí reaparece la estrella. De esta manera, el sufrimiento es igual de profundo…, pero menos horas. El trabajo es consuelo y distracción. Y su brindis, para el año que empieza es un mensaje de amor: “Que desaparezcan las tres pandemias: la del coronavirus, la del cáncer y la de la violencia”.
—¿Cómo has pasado esta Navidad, la primera sin tu madre; la segunda sin Aless?
—Tuve una reunión en la tele para hacer la escaleta de campanadas, el lunes veintidós, con mi mascarilla y con todo y vine a casa, y sabes que no celebro las Navidades ni las celebraré jamás. El día veinticuatro pasé a dar un besito a mi padre por la tarde, y pasé la Nochebuena en casa como un día normal. Pedí una cena de reparto a domicilio. Intentaba que pasara muy rápido el reloj, porque no tenía fuerzas para nada. El veinticinco estuve en casa y luego me cuidé mucho para no contagiarme.
“Mi padre también se contagió, pero, gracias a las vacunas, lo pasó sin síntomas. Está muy delicado de salud. Está apagándose. Yo creo que ya quiere estar con mi madre”
—¿Y cómo pudo ser el contagio?
—Pues no sé cómo ha podido ser. No me he movido de casa. También se contagió mi padre y me preocupó, pero no tuvo ni un síntoma. Para que luego digan que las vacunas no funcionan… Las personas públicas tenemos que hablar con conocimiento. Y más conocimiento que el hecho real de mi padre, que tiene noventa y cinco años y que, gracias a las tres vacunas, ha pasado la covid sin enterarse, con menos síntomas que yo. Pero está muy delicado de salud. Está apagándose. Yo creo que mi padre ya quiere estar con mi madre.
“El día 28 por la noche me hice un test y me dio positivo. El disgusto más grande para mí era el cariño tan enorme de toda la gente involucrada en la ilusión de esa noche”
—Qué shock cuando diste positivo, ¿verdad?
—Me empecé a encontrar como con catarro; pensé que me había enfriado en el cementerio. El día veintiocho por la noche me hice un test y me dio positivo. El disgusto más grande para mí era el cariño tan enorme de toda la gente involucrada: el diseñador del vestido, Rubén Hernández, que le volví loco con mis peticiones: que tenía que ser blanco, que no quiero escotazo ni enseñar piernas, ni transparencias. Quiero algo muy minimalista, muy elegante y muy femenino. Que lo importante sea el mensaje… Claro, es muy difícil.
—¿Tenías preparado el discurso?
—Este año pensaba hablar igual que el año pasado, con el corazón, y quería dar un mensaje que lo tenía escrito en mi cabeza: que yo quería acabar con tres pandemias: la primera, el virus del coronavirus, que gracias a la investigación y a las inversiones en las farmacéuticas, hay una vacuna que funciona, así que esta se puede controlar con cuidado y medicina. La segunda, la pandemia silenciosa es la pandemia del cáncer. En España, mueren trescientas personas al día y estamos a la cola de la investigación. Iba a pedir que se destinen más fondos a la investigación. La tercera pandemia es la del virus de la violencia, que va para arriba y no alcanza techo: la violencia machista, la de orientación sexual, la de padres, hijos… Esta se trabaja con amor, empatía, generosidad y solidaridad. Iba a pedir que la próxima pandemia fuera la pandemia del amor.
“El trabajo me ayuda. El dolor es igual de intenso, pero, en vez de estar veinticuatro horas al día sufriendo de dolor de alma y de corazón, cuando trabajo son menos horas”
—¿Qué hiciste la noche de Fin de Año?
—¿Sabes qué día di negativo? ¡El uno! El treinta y uno me pedí una cena a domicilio y estuve viendo a Anne, que es tan generosa, que tiene un alma tan bonita… Es cariñosísima. No tomé las uvas esa noche porque estaba sola en casa, me entró mucha tristeza y mucha llorera.
—Estás muy guapa, Ana, ¿cómo lo haces? ¿Cómo te cuidas?
—No me cuido nada, qué quieres que te diga. Llevo cinco años sin hacerme una analítica y sin hacerme una sola limpieza de cara. He empezado ahora, porque, estando de cara al público, tengo que estar bien.
—Pero hemos sabido que vuelves a la tele.
—Sí. Entre todos los proyectos que tengo, me hace mucha ilusión Mask Singer . El trabajo me ayuda. El dolor es igual de intenso, pero, en vez de estar veinticuatro horas al día sufriendo de dolor de alma y de corazón, cuando trabajo son menos horas, pero el dolor sigue siendo igual de intenso. No hay receta para esto. No la hay.
“Sé que no soy la misma Ana, pero me gusta más la Ana en la que me he convertido. Es una Ana más de corazón, más fuerte, con un gran aprendizaje interior y más generosa. Lo único que me hace feliz es ayudar a los demás”
—En este camino del duelo, ¿cómo estás avanzando?
—Lo que creo que estoy haciendo bien es llevarlo pasito a pasito, trabajando interiormente mucho sola, buscando esa paz a través de la lectura, yoga, meditación y mucho silencio. Y no estoy tomando pastillas, ni nada exterior. Sé que no soy la misma Ana, pero me gusta más la Ana en la que me he convertido. Es una Ana más de corazón, más fuerte, con un gran aprendizaje interior, más generosa, lo único que me hace ilusión es poder ayudar a los demás, no solo con la fundación de Aless, sino con muchas otras fundaciones y acciones. Me he involucrado con algunos niños que tienen cáncer, y escribirles y hablar con ellos, compartir sus buenas noticias es lo que me da el subidón. Saber que puedo hacer más por los demás.
“Me he involucrado con algunos niños que tienen cáncer, y escribirles y hablar con ellos, compartir sus buenas noticias es lo que me da el subidón”
—Tuvo que retrasarse la presentación de la fundación.
—El día cuatro de febrero, que es el Día Internacional del Cáncer queríamos hacer la presentación de la fundación de Aless, pero no va a poder ser ese día porque la pandemia está muy mal. Ya tenemos los proyectos adonde van a ir los recursos, y todo está muy avanzado.