La infanta Cristina vive uno de los peores momentos de su vida, después de haber tomado la decisión más difícil: separarse de su marido. Un paso que no dio a la ligera y que se pensó mucho durante cinco días mirando sobre todo por el bien de sus hijos. Y es que, más allá de las implicaciones personales, han estado muy presentes las familiares y en cierta manera, y como hermana de Felipe VI, las institucionales, aunque en un grado muy menor.
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Las conversaciones
Como dijeron Iñaki y Pablo Urdangarin en las declaraciones que hicieron después de publicar la revista Lecturas el reportaje más comprometido del exduque, tenían que hablarlo entre todos y así lo hicieron. Tras varias conversaciones del matrimonio con sus hijos por videoconferencia -al menos dos de ellos estaban fuera de Ginebra- tomaban de mutuo acuerdo la decisión de poner fin a su matrimonio el fin de semana.
El entorno más cercano de doña Cristina todavía nos decía el sábado que, aunque todos sabían que la situación era insalvable y que lo sucedido tenía que tener consecuencias, la decisión no había sido tomada… Y que, aunque todas las personas cercanas a la infanta le estaban diciendo que se divorciara y lo comunicara cuanto antes, quiso estar muy segura del paso que iba a dar porque, a pesar de todo, quería a su marido, el padre de sus cuatro hijos, y ya no habría vuelta atrás.
La relación no estaba rota
Y el comunicado llegó el lunes. Finalmente, la hermana del Rey no pudo pasar por alto la traición y el engaño. Verlo paseando de la mano con otra mujer y abrazados (por la espalda) en una playa francesa a la caída del sol en una tarde invernal… Dando un portazo al futuro, después de la década de calvario a la que habían sobrevivido. A su matrimonio que no estaba ni en crisis ni roto, aunque sí desgastado por todo lo que han pasado. A su vida juntos en familia retomando todo donde lo habían dejado.
Porque doña Cristina estaba convencida de que su marido terminaría su condena viviendo de nuevo en Ginebra -con cada movimiento amparado por la ley- y el propio Urdangarin también estaba esperanzado con esa idea, al menos hasta hace algunas semanas. Así nos lo contaba su círculo, después de salir publicadas las imágenes que fueron una sorpresa para todos, aunque cuando saltó la noticia, doña Cristina llevaba ya muchas horas desolada.
No ha podido ver todavía a la reina Sofía y a la infanta Elena
La infanta lo sabía como adelantó ¡HOLA! el miércoles, pero no desde Navidad o el verano como se ha dicho, sino desde hacía 24 horas y casi al mismo tiempo que toda la familia Borbón, que también recibió la noticia con gran impacto. Don Juan Carlos, en Abu Dabi, y, la reina Sofía y la infanta Elena, su principal pilar y apoyo durante años, aunque todavía no haya podido reunirse con ellas, en Madrid.
Su madre y su hermana, a día de hoy no se han movido de España y, hasta donde hemos podido saber, doña Cristina tampoco ha dejado en ningún momento el barrio residencial en el que vive.
La infanta está recluida en su piso de Ginebra al que se mudó en 2018, el mismo año en el que su marido entró en prisión para que nadie pudiera seguir sus pasos. Allí recibió la noticia de las fotos y allí tomó la decisión de poner fin a su matrimonio. Y no puede estar más triste. Tiene 56 años, cuatro hijos, y su vida se ha venido abajo cuando empezaba a ver una luz al final del túnel. No fue posible, su matrimonio indestructible está roto.