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Francisco Rivera guarda un sinfín de historias en el campo. Inolvidables son los recuerdos de su infancia junto su padre, el añorado Paquirri, al igual que esos años en los que entrenaba con becerras y morlacos para convertirse en una figura del toreo. Ahora que está alejado de los ruedos —puso fin a sus veintidós años de carrera profesional en 2017—, Francisco es el encargado de transmitir su amor por la Naturaleza a sus hijos. Ya lo hacía desde ‘El Recreo de San Cayetano’, la casa de su abuelo materno, el legendario Antonio Ordóñez, sin embargo, ahora Francisco cuenta también con lo que él considera su nuevo paraíso, su finca ‘La Calma’, donde tiene pensado desarrollar unos proyectos muy ilusionantes. Allí recibe a ¡HOLA!, junto con su mujer, Lourdes Montes.
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Se trata de un terreno que compró a principios de año, en la localidad sevillana de Villamanrique de la Condesa. Se encuentra a 40 kilómetros al sur de Sevilla y a 25 de El Rocío (Huelva), donde Francisco compartió tantos momentos con su madre, la inolvidable Carmina Ordóñez. La zona es uno de las parajes más bellos de toda Andalucía, a las puertas del Parque Natural de Doñana.
En ‘La Calma’, Francisco y Lourdes han encontrado un lugar para desconectar y pasar momentos inolvidables con sus dos hijos: Carmen, de seis años, y el pequeño Curro, que cumplirá tres este 9 de enero.
Dentro de su ‘paraíso’
—Francisco, háblanos de ‘La Calma’, el lugar donde nos encontramos.
—Es nuestro refugio, mi paraíso. En Villamanrique recibimos mucho cariño y tenemos muchos amigos. Es un terreno ubicado en un entorno único, como es Doñana. Es muy chiquitito, pero esperamos llenarlo de recuerdos y vivencias maravillosos. Es el mejor sitio donde se pueden criar a los niños. Ahí tenemos los caballos y estamos con una ilusión tremenda.
—¿Tienes pensado hacer algo en este terreno?
—Tengo un proyecto muy bonito desde hace tiempo. Se llama Experiencia el Trébol y consiste en acercar empresas a lo que es el toro y el campo. Les intento contar mi mundo un poco desde mi experiencia como torero, no solo en la plaza, sino como concepto de vida.
—¿Por qué has llamado ‘La Calma’ a este lugar?
—Porque es un sitio donde se me olvida todo cuando llego. Aquí encontramos calma, se aclaran las ideas… Creo que el nombre está muy bien puesto.
“¿Ampliar la familia en el 2022? Uy, me encantaría”, nos confiesa la diseñadora
—¿Es también un paraíso para tus hijos?
—Creo que en la Naturaleza es donde mejor se puede criar un niño: que corra, que se caiga, que se ensucie, que se vuelva a caer y se levante. Es la mejor manera de que un niño aprenda a valerse por sí solo en esas pequeñas situaciones. La sociedad de hoy en día ha perdido el contacto con la Naturaleza y es fatal, porque no se entienden muchas cosas de la vida sin ella. No quiero que mis hijos pierdan ese vínculo, sino que cada día estén más cerca de la Naturaleza, para que la entiendan, la respeten y la amen como yo.
—Entonces, esa calma la compartes aquí con la familia.
—Sí. Aquí somos una piña y vamos todos a una.
—Guardarás muchos recuerdos de infancia en el campo junto a tu padre.
—Toda mi vida he estado en el campo. Soy más de campo que los espárragos trigueros (ríe). Cuando toreaba, me tiraba seis meses en el campo. Ahí soy feliz. En la ciudad, me siento encerrado.
—Alguna vez te habías planteado que ese campo soñado fuese ‘Cantora’. ¿Has pensado en comprarla en alguna ocasión?
—Jamás. Nunca se me ha pasado por la cabeza.
—¿Has tirado la toalla en la batalla por recuperar los objetos que os dejó tu padre a Cayetano y a ti?
—Esa toalla está tirada hace muchos años… (Guarda silencio). Es que tampoco es una batalla por mi parte, ni siento que hayamos emprendido alguna. Ahora, que cada uno tenga su conciencia todo lo tranquila que pueda tenerla. Solo he contado las cosas como son porque aquí hay una sola verdad y es la que es. Si mi padre levantara la cabeza, más de uno tendría que agacharla… O más de una… Agacharla y meterla bajo tierra, como un avestruz.
—Tu hermano Kiko no ha vivido su mejor año. ¿Sabes cómo se encuentra?
—Esas cosas mejor se las tenéis que preguntar a él. No quiero meterme.
Sus planes para estas fiestas
—¿Cómo habéis pasado estas Navidades?
—Lo mejor que hemos podido, dentro de las restricciones que ha habido. Pero, sobre todo, en familia. Con mis hijos y mi mujer.
—¿Te has reunido con tus hermanos por estas fechas, como solíais hacer?
—Este año, no nos hemos reunido.
—A la hora de preparar algún plato para estas fiestas, ¿cuál es tu especialidad?
—Lo máximo que cocino o hago es preparar las anchoas, que me apasionan. Esa es mi aportación a la cocina. Soy negado.
“Soy más de campo que los espárragos trigueros (ríe). Ahí soy feliz. En la ciudad, me siento encerrado”, nos cuenta Francisco
—¿Te gustan las Navidades?
—Me encantan. Me encantan los sentimientos de alegría y felicidad que traen. Y con niños, todo se multiplica. Es una pena con todo lo que estamos viviendo… Vamos a tener que convivir con esto y con cosas peores que puedan venir, pero no podemos parar la vida.
—¿Qué recuerdos tienes de tu infancia en estas fechas tan especiales?
—Son de cuando vivía mi abuela Amor, la madre de mi madre. Ella organizaba las cenas de Navidad en Ronda. Son recuerdo muy entrañables y los tengo grabados como algo muy especial.
—Hace ya cuatro años que anunciaste tu retirada de los ruedos.
—Soy consciente de que me fui en el momento que me tenía que ir. Esta es una profesión muy exigente y para los jóvenes. Al toro tienes que dedicarle la vida en cuerpo y alma. También has de renunciar a muchas cosas, como, por ejemplo, a los niños pequeños. Para mí, era muy importante irme, sin que me echaran. Del toro hay que irse con dignidad, sin dar pena. Además, hay que dejar paso a los jóvenes, que vienen como leones.
—¿Qué ha llenado el vacío de tu profesión?
—Me llena mi familia, mis amigos, el caballo… Nada me va llenar nunca como el toro, pero lo vuelco todo en lo que te comento. También estoy colaborando con varias empresas. He tenido mucha suerte de que hayan confiado en mí y hayan visto que, más allá del torero, podía aportarles algo. Luego, los valores que traigo de mi profesión, como respeto o sacrificio, me sirven mucho en la vida. Tengo mucha capacidad de lucha, de trabajo y ambición, pero de la buena, la bien digerida.
—También sigues como colaborador de televisión, en Espejo Público.
—Ya llevo cuatro años en Antena 3 y estoy muy feliz de que hayan confiado en mí, dándome una sección. Ahí charlo con gente superinteresante, de la que aprendo mucho. Disfruto, es un regalo para mí. También estoy muy ilusionado porque ahora, que vuelve la feria, he recuperado mi colección de pañuelos de Kukawa.
—¿Y de salud? ¿Cómo has vivido la pandemia?
—Nosotros estamos bien, pero hemos sufrido algunas pérdidas de amigos. Luego, ver el dolor de la gente es terrible. Nos han robado mucha vida. La verdad que, anímicamente, lo veo todo bastante negativo. Creo que el panorama que tenemos tiene muy mala solución y que lo que viene es peor aún.
“Es otro desde que no torea, porque le ha sacado el hecho de vivir sin miedo, de pasar tiempo con los niños, de hacer planes”, dice Lourdes de su marido
—Pasado el dos mil veintiuno, llega el momento de hacer balance. ¿Cómo dirías que fue el año para ti?
—Interesante a nivel profesional porque he conseguido reinventarme y eso nunca lo hubiera logrado sin el apoyo de Lourdes. Lo que más feliz me hace es que Lourdes esté orgullosa de mí. Porque llega un momento en el que, cuando lo único que sabes hacer es torear, te planteas qué hacer con tu vida y cómo saldrás adelante. También tengo muy buenos amigos que me han ayudado mucho.
—¿Qué le pedirías a los Reyes Magos? ¿Qué te falta?
—Es que no me falta nada. Sería egoísta si lo pensase. Soy un hombre muy afortunado. Doy gracias por la mujer, los hijos y los amigos que tengo, así que solo quiero salud para seguir caminando. La vida consiste en caerse y lo que marca la diferencia es lo que haces cuando te levantas.
Habla Lourdes
Durante la sesión de fotos y la entrevista, queda patente la complicidad que hay entre Francisco Rivera y Lourdes Montes, cuya historia de amor comenzó hace más de una década y se selló en dos ocasiones: con una boda civil, celebrada en septiembre de 2013 y con una ceremonia religiosa, en julio del siguiente año. Durante todo este tiempo, el extorero y la diseñadora han formado una preciosa familia, con sus dos hijos pequeños. Lourdes también le ha aportado a su marido una estabilidad necesaria en su nueva etapa alejada de los ruedos.
—Francisco nos ha hablado de su vida después de los toros y ahí tendrás mucho que decir. Sinceramente, ¿te lo ha puesto difícil?
—Al principio, no fue nada fácil. Fue duro porque él no estaba bien. Creo que estaba desubicado. Pero, luego, todo se coloca. Es verdad que es una profesión tan intensa que, cuando uno la deja, entiendo que no haya nada que le dé su sitio. Fran ha encontrado otro camino que no le llena tanto como el toro, porque eso es imposible, pero está feliz, realizado y ocupado, que eso es algo fundamental en él.
—¿Hay otro Francisco después de su retirada?
—Claro, porque le ha sacado lo positivo de no torear: el hecho de vivir sin miedo, de pasar tiempo con los niños, de poder hacer planes, poder irnos los veranos de vacaciones…
“Jamás se me pasó por la cabeza comprar ‘Cantora’”, dice Francisco, quien añade: “Hace muchos años que tiré la toalla para recuperar los objetos de mi padre. Si él levantara la cabeza, más de uno tendría que agacharla… O más de una”
—¿Piensas en cómo hubieran sido estos años con tus dos hijos pequeños estando Francisco ausente?
—Cuando Carmen nació, él toreaba, así que yo es lo que conocía. Pero, luego, dejó los toros y ahí nació nuestro segundo hijo. Para mí, volver atrás ahora sería imposible. Desde que soy madre, no tengo capacidad para pasar miedo. Además, ya me he acostumbrado a que esté siempre con nosotros.
Sus dos debilidades
—¿Cómo están tus niños? Háblanos de ellos.
—Son muy distintos, pero los dos son muy nobles. Carmen es más sensible y más tímida. Es una niña muy fácil, obediente y muy buena. Es muy inquieta, como su padre, eso sí, pero no hay que reñirla. Por otro lado, a sus seis años, es una niña muy madura. Es muy fácil hablar con ella y que entienda las cosas. Currete es un tío muy seguro de sí mismo, optimista, fuerte… Es el que más me cuida y más pendiente está de mí. Nunca me he sentido más querida, es una cosa impresionante. Es igual que su padre, en todos los gustos y aficiones. Incluso, en la comida.
—¿Cómo es la relación de tus dos hijos con su hermana Tana?
—Maravillosa porque ella se ha encargado de que así sea. Los cuida mucho y juega con ellos. Los niños quieren a la gente que les dedica tiempo y Tana se ocupa de ellos mucho: les trae regalos, se los lleva de paseo y los mima.
—¿Cómo es tu relación con ella?
—Siempre digo que he tenido mucha suerte con Tana porque es una niña buena y cariñosa. Me lo ha puesto muy fácil. Me encanta tenerla en casa porque me acompaña mucho. Cuando está Tana, tengo una compañera.
—La relación con Eugenia ahora es muy cordial, como hemos visto en celebraciones puntuales, como la última Goyesca. Habrás tenido tú algo que ver, ¿verdad?
—Para nada. El tiempo todo lo ordena. Pero nunca he tenido ningún problema con Eugenia porque siempre ha sido cariñosa y amable. Nunca ha supuesto un problema para mí. Luego, con los niños, es un encanto. A Carmen le cae fenomenal y le encanta ir con su hermana a ver a los cerdos y a todos los animales que tienen en el campo en Sevilla. Es todo muy fácil y muy normal.
“He conseguido reinventarme y eso nunca lo hubiera conseguido sin el apoyo de Lourdes. Lo que más feliz me hace es que ella esté orgullosa de mí”, expresa Francisco
—¿Qué es lo que más te gusta de estas fechas?
—Viviría constantemente en Navidad, porque me gusta y me ilusiona todo: las luces, poner el árbol, las comidas, arreglarte, pasar tiempo con tu gente, los Reyes Magos… Es la época más bonita del año. Mis recuerdos desde niña son maravillosos.
—Dice Francisco que no se le da bien la cocina. ¿Te ha tocado prepararlo todo?
—No. Como pasamos las fechas importantes en casa de mi madre, ahí voy de invitada. Siempre suele haber consomé y pavo. El pavo lo hacía siempre mi abuela, pero ya está un poco mayor.
—Has despedido el dos mil veintiuno con nueva tienda de Mi Abril —la firma de moda flamenca creada por Lourdes—, porque vuelve la feria y, por tanto, los trajes de flamenca.
—Lo estoy viviendo con mucha ilusión. Después de dos años [sin feria], había que volver con fuerza y, en eso, estamos. Hemos sacado una continuación de la colección que presentamos en SIMOF (Salón Internacional de Moda Flamenca) y estamos viendo que la gente tiene muchas ganas.
—¿Cómo habéis sobrevivido a estos dos años de pandemia?
—Pues hemos estado vendiendo telas. Como nos ha funcionado, vamos a seguir con ello, con los manteles y todo el tema de textil de hogar.
—Lourdes, las redes sociales forman parte de tu vida profesional y es un espacio en el que, últimamente, se han conocido muchas situaciones de acoso. ¿Cómo vives tú esa exposición? ¿Has visto el lado negativo?
—En mi caso, es positivo en un noventa y nueve por ciento, pero no hay que consentir que, por tener un perfil abierto, la gente tenga la osadía de meterse contigo o criticarte. Hay un vacío legal muy importante que hay que llenar. Yo, a todo aquel que me ataca, lo bloqueo al instante. Me niego a aguantarlo.
—‘La Calma’ es otro proyecto que el dos mil veintiuno os ha traído a Francisco y a ti. ¿También te gusta la vida en el campo?
—Me encanta el campo en sí. Además, veo a los niños muy felices y eso me ilusiona mucho. Me parece un privilegio que pasen los fines de semana en el campo, hasta que tengan la edad de salir por sí mismos.
—¿Qué le pides al dos mil veintidós?
—Es un tópico, pero, teniendo salud, se puede con todo.
—¿Ampliar la familia sería otro posible proyecto para este nuevo año?
—¡Uy, me encantaría!