Tras casi dos años alejada de la vida social, Patricia Olmedilla se mostraba de lo más feliz en la última gran fiesta que Moët&Chandon organizó en el Teatro Real de Madrid. Tenía motivos para estar tan exultante. No hay que olvidar que, en febrero de 2020, justo dos semanas antes de decretarse el estado de alarma por el coronavirus, la duquesa de Terranova sufrió una caída mientras esquiaba en Baqueira-Beret. Ese “absurdo accidente” –tal y como ella misma lo cataloga– le ocasionó una complicada lesión de rodilla. Fue una ruptura el ligamento cruzado anterior, por la que ha permanecido ocho meses en cama y necesitado más de otro año de rehabilitación.
Tanto de su recuperación como de la mudanza a su nueva casa ha hablado con ¡HOLA!. Patricia también comparte su ilusión por disfrutar estas fiestas junto a su marido, Gonzalo de la Cierva, y sus tres hijas. Especialmente, por la pequeña Alejandra, que nació en abril de 2018. “Ahora está descubriendo las Navidades y todo. Con una niña de tres años, se viven de una manera muy especial y muy entrañable”, nos comenta la aristócrata.
—¿Cómo te encuentras después de todo lo que has pasado?
—Mucho mejor. Llevo una pequeña prótesis que no se ve y me quitaron las muletas en septiembre. Ya puedo hacer un poco de footing y de vida normal, pero he estado ocho meses en cama por un accidente de esquí absurdo. Me caí para adelante y me saltó la fijación. Me rompí los ligamentos, tuve microfractura en la tibia…
—¿Cuántas operaciones has necesitado?
—Solo una, pero luego se me microtracturó la tibia y tuve un edema óseo, así que tuve que empezar otra vez.
—¿La recuperación va bien?
—Va bien, bien. Requiere mucho esfuerzo. Voy todos los días a rehabilitación. Todos, todos. No perdono ni los festivos, pero lo hago feliz y encantada. Además, te diré que me estoy poniendo en forma.
—Se te nota, la verdad.
—La gente me lo dice y estoy muy contenta. Ya entro en la ropa de antes del primer embarazo. Estoy muy animada.
—¿La recuperación ha sido muy traumática?
—Para nada. Como fue justo antes del confinamiento, mis hijas y mi marido estuvieron a mi lado y cuidando de mí en casa, todo el día.
—Pero con lo agitado que ha sido el confinamiento para algunas familias con tantos hijos…
—Pues yo al contrario. He sido muy feliz, porque estábamos juntos todos los que teníamos que estar.
—Con todo lo que has pasado, ¿volverás a esquiar?
—Me llevo a las niñas a esquiar en enero, porque ellas tienen que esquiar… ¡Pero yo no! (ríe). ¡Y el padre, por si acaso, tampoco! (ríe).
—También os habéis cambiado de casa.
—Sí, acabamos de mudarnos a las afueras de Madrid. Ahora estamos en obras.
—¿Por qué decidisteis mudaros?
—Porque, al aumentar la familia, no nos encajaba la anterior casa. Soy muy gallina clueca y me gusta tener a mis pollitos conmigo. Entonces, quería una casa en la que cada niña tuviese su cuarto grande, para poder invitar a todas sus amigas. Me gusta tener la casa llena de niños y conocer bien a los amigos. Mi marido también tiene el despacho en casa y yo, ahora, también. Entonces, tenemos nuestro espacio con vistas bonitas.
—Ya con el 2021 finalizado, toca hacer balance. ¿Qué ha sido lo mejor de este año pasado?
—Por mi parte, poder andar sin muletas. También la ilusión de la casa nueva.
—¿Qué propósito tienes para el 2022?
—¿Terminar la decoración de la casa? (ríe). No, me quiero quedar como estoy. Ojalá se congele el tiempo.
—¿Gonzalo y tú os planteáis tener más niños?
—Con las edades que tenemos los dos y todo no queremos más. Por mí, tendría más, pero no sería coherente.
—¿Por qué lo dices?
—Porque ya tenemos unas edades.
—Tus hijas mayores, María y Sofía, cuidarán mucho de su hermana pequeña.
—Morimos todos de amor y estamos todos encantados, aunque es una dictadora. Alejandra dice una cosa y vamos todos detrás (ríe). Ya me han dicho en el colegio que la vida no es así… Pero en casa, sí (ríe). Estamos todos encantados con ella, porque nos ha dado un chute de felicidad, que es lo que hace falta.