Pablo López fue "un niño viejo" que soñaba en grande con la música. Ahora, a los 37 años quiere que ese chico no se marche, pero no porque tenga el síndrome de Peter Pan, sino por conservar intacta la ilusión de cuando era pequeño para seguir experimentando y jugando a ese juego tan especial que es para él la música. Lejos de lo que parece, es un hombre tímido al que le impresiona el éxito y le imponen las multitudes que le aplauden, que solo sabe comunicarse fundiéndose con las negras y las blancas de su piano y dejando volar sus sentimientos sobre un escenario hasta donde la pasión le lleve. Es uno de esos artistas que canta con el alma y escribe con el corazón, basta escuchar los primeros acordes de su inseparable instrumento y su inconfundible voz para reconocerle, ya que la sinceridad y la verdad calan y nunca se olvidan.
Pablo presenta Un Piano Y Una Voz En 360º Desde La Maestranza De Sevilla, un proyecto muy especial que inmortaliza, en audio y vídeo, la inolvidable noche que el artista malagueño y más de 10.000 fans vivieron el pasado 6 de octubre de 2019 en la capital andaluza. Un valiente show en el que el músico iba un paso más allá ya que el público podía pedirle las canciones que quisieran escuchar, suyas o de cualquier artista y él las improvisaba al instante. Aunque han sido meses complicados por la pandemia, Pablo ha sabido reinventarse y termina el año de la mejor manera posible: con su trabajo UNIKORNIO, Once Millones de Versos después de ti como superventas; con el Ondas 2021 al Fenómeno Musical del año, y con lo que más ilusión le hace, encima de un escenario para despedir el próximo 28 de diciembre su gira Mayday&Stay tour en Barcelona.
- Por curiosidad, ¿te has buscado alguna vez en Wikipedia?
Justo me buscaron en mi casa hace dos días.
- Me ha sorprendido que apareces como tenor...
¡Eso leí! Yo no sé si soy tenor, porque en el conservatorio era contralto.
- Entonces sí que lo eres.
Se supone que sí, pero lo que me hace gracia es lo de la altura. El otro día estaba con otro compañero dudando sobre la altura de un tercero. Yo decía una cosa, él otra… y lo miramos. Al verlo no me lo creía y entré a ver la que me habían puesto a mí para contrastar, ponía 1,79 cm y yo mido 1,81 cm, y mi preguna fue… ¿cómo medirán esto? (risas)
- Si no fueron con un metro y tú no se lo has dicho, ¿un poco a ojo?
A ver, si está bien tirado, que son dos centímetros, pero yo no sé cómo funciona eso, porque también ponía que Malú era mi exmujer o algo así (risas)
- Un piano y una voz, no se necesita nada más, con lo más sencillo has conseguido lo más complicado.
¡Efectivamente! Un piano y una voz, pero sí se necesita algo más, alguien que te esté escuchando. Es vital. Yo tengo una querencia absoluta al concepto y a la verdad de que la música no es más que un diálogo o, como mínimo, un soliloquio, pero que alguien tiene que escucharlo. No canto en casa solo nunca.
- ¿Nunca? ¿Ni en la ducha?
Si estoy muy feliz sí canto en la ducha cosas insospechables (risas). Si estoy grabando o escribiendo, sí, pero yo no canto en mi casa, no me emociono haciéndolo allí.
- ¿Y cuáles son esas cosas insospechables si se pueden saber?
Canto muchísima copla de las tonadilleras clásicas (risas). Tiro mucho de Rocío Jurado o de la canción que me ronde la cabeza esa mañana, ópera incluso. Pero insisto, tanto para reír, como también para llorar, soy hipersensiblemente empático, necesito que haya un flujo de información emocional con, como mínimo, otra persona.
- Un Piano Y Una Voz En 360º Desde La Maestranza De Sevilla es un formato donde se te ve desde todos los ángulos y desde donde aparece un Pablo sin trampa ni cartón.
La suerte que he tenido en estos 8 años es que nunca la ha habido. Si estoy tocando con la banda tengo más escondrijos, puedo mostrarme más, levantarme más del piano, experimentar con otras cosas, jugar mucho más, es mucho más divertido. Disfruto más tocando con amigos porque es un privilegio técnico, emocional, musical... Sin embargo, el removimiento de alma cuando he hecho un concierto solo con el piano es mucho más impactante. Durante el show sientes un poquito más de escozor, es más difícil. Pero, en cualquier caso, el artificio y las trampas y los cartones no existen, solo existe la intensidad que, en ese momento, no tiene trampa ni cartón.
- ¡Menudo momentazo! Pablo López sale a cantar a la calle en mitad del concierto y el público alucina
- Un show en el que el público te va pidiendo las canciones de cualquier artista que quieren que intérpretes, donde no improvisas una canción sino un concierto entero, ¿cómo te preparas para eso?
Yo le tengo puesta forma y sexo a las canciones, las humanizo mucho, hay muchas de ellas de las que yo no podría escapar sin cantarlas... si me bajo del escenario sin cantar Mi enemigo, ¡imagínate la que me formarían! (risas) Por suerte, siempre van a caer algunas canciones que son importantes para el público y para mí. En Barcelona, que fue el primer concierto que hice, intenté hacer un guion, no cumplí nada. La segunda noche lo volví a intentar, no cumplí nada tampoco, así que en Madrid salí directamente a lo que pasara. En el camino desde toriles hasta el escenario me sentí aturdido por las 11.000 personas que había en Vistalegre y se me olvidó todo. Me senté y empecé a tocar como si no me estuvieran mirando por esos pantallones gigantes pensando: "¡a ver qué narices hago ahora!", y arranqué con Sabina. Y en Sevilla, igual.
- Y si te piden una canción que no conoces, ¿qué haces? Porque tú no sabías qué te iban a pedir.
¡Exacto! Sin ser melómano, porque no me lo considero, sí que tengo muy claro todo lo que he escuchado y me ha marcado, lo tengo muy interiorizado. Y después, el lenguaje del piano se ha convertido para mí en algo maternal, hablo inglés un poquito "tal", mi español andaluz lo domino más o menos… (risas) Sin embargo, soy muy bilingüe con el piano. Si he escuchado una canción alguna vez, voy tirando.
- ¿Puedes tocar cualquier canción que hayas escuchado?
No quiero que suene raro, pero sí, es verdad que si la has escuchado sabes más o menos por donde va yendo. Por eso no tenía ese miedo a que se subiera el público porque, por muy amplio que sea el abanico, que va desde Supertramp, Rocío Jurado, Alejandro Sanz, Silvio Rodríguez, Queen… todos hemos escuchado el mismo tipo de música.
- ¿Te ocurrió alguna anécdota con alguna de las canciones?
Me pidieron ¿Lo ves? de Alejandro Sanz y dio la casualidad de que había una persona de su equipo en Vistalegre, lo llamó y me pasaron esa llamada al escenario, ¡eso no estaba preparado y me dejó alucinado!
- ¿No sabías que eso iba a suceder?
¡No, créeme! Mira mi cara en los vídeos y verás como no (risas) Ni eso ni lo de Antonio Orozco. En ese caso, fue mi hermano el que me dijo por el pinganillo: "Estoy llamando a Antonio". Y yo le hice el gesto desde el escenario para que me trajera el teléfono. Fueron dos cosas superbonitas.
- Al ver el resultado de esas noches, ¿eres consciente de lo que pasó? Porque a veces da la sensación de que vives el éxito desde fuera, como si ni siquiera te creyeras lo que está pasando.
No lo he visto entero… porque he de reconocer que hay un momento en el que me abrumo. Los conciertos, en mi caso, pertenecen a ese tipo de shows en los que nunca va a ser igual uno que otro. El 360º era el paradigma de eso, por lo que hay ciertos procesos que son difíciles de asimilar para el que lo ha hecho.
- ¿Y cómo lo haces?
El otro día iba conduciendo camino de la final deLa Voz, lo escuché y me fui adivinando sin recordar lo que había hecho… mi mente decía: "yo cantaría esto así", y cantaba igual encima de la canción pero, otras veces, lo hacía de manera distinta. Me dio mucho vértigo revivir eso. Este trabajo es la máquina del tiempo más certera que he tenido en mi vida y me impacta. Creo que debería empezar a verlo por el final porque las veces que lo he puesto, veo hasta la 7 o la 8 y me abruma, no puedo más. Mis caras, lo que digo... me sorprendo a mí mismo. Y me va recordando y me va llevando a un momento en el baño del camerino, a otro en el que entró mi madre, a uno en el que saludé a una persona, al olor de la plaza… Me está dando miedo porque cualquier día me quedo atrapado en el 360º del 6 de octubre de 2019, ¡cómo lo vea dos veces me quedo allí y me tienen que llevar a un sanatorio! (risas) La sensación es la de mirar con los ojos entreabiertos porque me impacta muchísimo.
- En realidad lo ves como un espectador más, no lo asumes como tu propio éxito.
Sí, pero me da mucho miedo entrar en esa necesidad de la autocrítica excesiva... Imagínate que te graban el día en el que te estás declarando al amor de tu vida y tú lo puedes ver desde muchos ángulos y con un audio tremendo. Y ves la cara de ella, la tuya… ¿a que no sería del todo agradable? Pues esa sería la alegoría más grande que te puedo hacer.
- En algunos de tus conciertos, he observado que en algunas partes del show necesitas mirar al backstage y buscar a los tuyos como para sosegarte y encontrar la calma para continuar.
Sí, es verdad que necesito contacto visual con la gente que me ve tirado en el sofá de mi casa o que me regaña si realmente estoy haciendo el idiota para que sus ojos y su alma me digan: "Oye, que de verdad está pasando, tío, no seas tonto y disfrútalo". Y me emociona decirte esto, pero es que es así, buscaba a mi madre, a la gente que convive conmigo, a compañeros, a mi hermano, a mi manager… porque me encantaría que, igual que hemos estado juntos o hemos pasado un mal rato porque nos ha salido algo mal, me gustaría que estuvieran ahí encima del piano abrazándome. Bueno, es mi manera de abrazar, aunque, seamos pragmáticos, el COVID nos ha enseñado a hacerlo con la mirada.
- Pablo López se emociona al recordar a su padre, fallecido en 2014: 'Tengo mucho de él'
- Siempre hablas de libertad, paz, amor… ¿tienes alma de hippie?
No (risas) No viví eso y creo que hay mucha leyenda. La libertad es necesaria sin fastidiar al otro, eso lo tengo más claro que el agua, y el amor no es algo edulcorado o un "te quiero" de alguien que no conoces. El amor es tenerle cariño y respeto a todas las cosas, a cada paso que das y, sobre todo, cuando estás peor, cuando estás enfadado, hay que cuidar a la tristeza, hay que tenerle amor a la tristeza.
- A Alejandro Sanz le has "robado" alguna canción en este trabajo, me llamaba la atención que cuando coincidiste con él en La Voz, te costaba hasta mirarlo, como cuando te gusta alguien y no eres capaz de aguantarle la mirada.
Siempre me ha pasado y es una muestra de respeto absoluto, y mira que hay confianza. De hecho, en su último disco tengo un par de colaboraciones de la manera más bonita: a escondidas. Pudiendo estar ahí agazapado, observando el proceso y los mil mecanismos que pasan por la cabeza de un genio. El modelo más hermoso de featuring que he podido sentir es escuchándome a través de la canción, no escuchándome a mí mismo.
- En algún momento también os he escuchado comentar, tanto a Antonio Orozco como a ti, que os gustaría colaborar el uno con el otro pero en secreto, ¿ha pasado ya y no nos hemos enterado?
Sí, seguramente… (risas) Ha pasado y en ambas direcciones. Esto nunca lo he comentado pero la mano de Antonio está de manera física en El Patio, por ejemplo. Y en Aviónica, su disco, por suerte, hay también muchísimo mío.
- Estás escribiendo un álbum para Raphael del que él espera que sea "el disco del siglo"… ahí es nada, sin presión.
(Resopla) Sí, sin presión, ¡madre mía! Mira, lo bonito es que Raphael me escribe todos los días y me dice: "¿Has visto como está el tiempo?" o "¡Hay que ver esto que ha pasado!", pero, ¿sabes por qué lo hace?
- No tengo ni idea, por favor, sorpréndeme.
Lo hace como diciéndome: "Que estoy atento, ¿eh?" (risas) Nos vemos cada dos semanas aproximadamente. Viene a mi casa, lo digo con todo el orgullo de que el artista más grande de todos los tiempos de este país, venga a mi casa. Hablo más yo que él pero, tres frases suyas, son cuatro canciones. Estoy escribiendo con toda la paz y con todo el amor del mundo. Me está dando unos tiempos hermosos y, sobre todo, destacaría algo que tampoco he dicho nunca: me está permitiendo liberar toda mi intensidad porque, lo que yo no sería capaz de expresar, si alguna voz, si algún alma de escenario lo puede hacer, es don Raphael. Todo lo que yo grito en mi interior cuando nadie me ve realmente es para el señor Martos.
- ¿Cómo eres cuando nadie te ve?
Yo creo que soy… (piensa) un poquito más que tridimensional, alguna dimensión nueva, porque el 360º también incluye el mirar para dentro y yo lo hago mucho con todos los riesgos de lo que me pueda encontrar.
- ¿Y qué ves en ese interior?
¡Un lío! Veo una metrópoli de campo, un niño viejo, un videoclip de Coldplay, que son a todo color, en blanco y negro, una comedia dramática, no sé… veo todo antagonismos pero que también tienen su belleza.
- Además de la música, ¿qué otras cosas le gustan a Pablo?
Me gusta reírme muchísimo. Cada vez soy más disfrutón de la vida, de mi entorno y de mi familia. Me encanta conocer gente nueva y descubrir que todo el mundo tiene algo maravilloso. Y me gusta muchísimo dormir y los cereales con leche.
- ¿Qué deseo le pides al 2022?
Que las canciones sigan yendo por delante de mí. Más que un deseo, es mi lucha.