Entrar en casa de Samantha Vallejo-Nágera es como sumergirse en un universo de color y energía positiva. Acogedora, familiar, rodeada de recuerdos y un reflejo de su forma de ser y ver la vida. Acompañada por sus dos hijos pequeños —Roscón, de trece años, y Diego, de diez—, la chef nos abre por primera vez las puertas de su nueva casa de Pedraza, el mágico pueblo medieval de Segovia que ocupa un lugar importante en su corazón y en el de su familia y del que se enamoraron gracias a su madre. Aquí viene todos los fines de semana desde que era niña y aquí ha llevado a cabo dos grandes proyectos: De Natura, de celebración de bodas, donde la gente vive Pedraza como si fuera su propio pueblo, y Casa Taberna, un restaurante y casa de huéspedes, que abrió el año pasado junto a su marido, Pedro Aznar.
Para ella, su familia es su vida, pero también lo es su trabajo. Incansable, Samantha vive volcada en su faceta de madre de cuatro hijos: Cloe, Pedro, Patrick —a quien todos llaman cariñosamente Roscón— y Diego. Reconoce que ha tenido mucha suerte en la vida, pero nada le ha caído del cielo. Ama su trabajo y se ha esforzado mucho para cumplir sus sueños y llegar a ser una de las chefs más reconocidas de España. Empezó con su catering Samantha de España hace treinta y cuatro años y ahora es uno de los más solicitados, por su experiencia y su buen hacer y, ahora, después de una temporada muy difícil a causa de pandemia, vuelve a retomar el ritmo con muchas ganas de seguir entrando en las casas de la gente y en fiestas maravillosas haciendo lo que mejor sabe: que la gente disfrute de su cocina. Si todo esto parece poco, también lleva casi diez años triunfando en televisión como jueza en el programa MasterChef , donde ha terminado de ganarse el corazón de la gente. Una auténtica mujer todoterreno.
—¿Desde cuándo estáis en esta casa?
—La compré hace unos seis años, pero la tenía alquilada. Después del confinamiento me independicé de mi madre, pero no por nada malo, sino porque tengo cuatro hijos y en su casa éramos siete todos los fines de semana. Pero ahora, ya tengo mi casita, nos hemos instalado y estamos al lado de la de mi madre. Queremos hacer más habitaciones porque, aunque es muy grande, tengo muchos hijos y mi marido también tiene una hija que ya tiene dos bebés.
—¿Cómo la describirías?
—Es una casa muy de pueblo, con una altura de techo de diez metros en el salón, que no te esperas al entrar. En cuanto a la decoración, todo lo que tengo son recuerdos, muebles de familia, con cosas de mi madre, mías…, como un batiburrillo de mercadillo, es muy familiar y muy casera.
“Es una casa muy de pueblo, con una altura de techo de diez metros en el salón, que no te esperas al entrar. En cuanto a la decoración, todo lo que tengo son recuerdos. Es muy familiar y muy casera”
—¿Es la casa que siempre has querido?
—Sí, ya de aquí no quiero salir, estoy encantada porque también tengo aquí mi caballo, que era otro de mis sueños. Toda mi vida he querido ser bilingüe inglesa —que eso me va a costar un poco más, aunque me apaño— y montar a caballo por el campo, y eso lo he conseguido.
—Vuestra historia de amor con Pedraza comenzó con tu madre, ¿qué significa para ti este pueblo con tanta magia?
—La culpable de todo es mi madre, que nos ha traído siempre desde pequeños y hemos hecho aquí nuestra casa familiar. Ahora me gusta mucho que mis hijos conozcan lo que es la vida en el campo, lo que es estar en familia en una casa, lo que es cocinar, convivir, la chimenea… Me parece un planazo.
—Aquí tienes también dos negocios: De Natura y Casa Taberna, que abriste justo hace un año.
—De Natura es el negocio familiar de bodas, que ha funcionado fenomenal desde hace años y, ahora que la gente vuelve a casarse tras la pandemia, seguimos trabajando. Es una casa dentro de Pedraza, no es una finca de bodas al uso, y me gusta mucho que sea completamente diferente porque parece que es tu casa del pueblo y eso es lo que yo quería. Luego, en dos mil dieciocho, mi marido me animó a comprar la taberna del pueblo y abrimos exactamente hace un año.
El motor de su vida
—Siempre has dicho que tener hijos era tu sueño, ¿ser madre de cuatro era como te esperabas?
—Sí, claro. Siempre he querido tener cuatro hijos. Yo salí como todo el mundo a las discotecas y, cuando me casé, tuve cuatro hijos seguidos y, después, a currar como una loca. Al final, soy muy extremista y muy de rachas, y mis cuatro hijos son mi vida, mi planazo, mi felicidad, para mí es el lujo mayor que se puede tener. Yo me despierto todos los días esperando a que entren en mi habitación para estar con ellos. Los días que grabo MasterChef, que salgo antes de que se despierten, para mí es un drama, el no desayunar juntos es tristísimo. Son pequeños momentos que hacen que el día sea redondo.
—¿Qué has aprendido de tus hijos?
—Tener un hijo es generosidad total, es entregar todo lo que tienes para ellos porque son la prioridad. Yo los educo superestricta, soy pesadísima y por eso quieren todos más a su papá, porque tengo la suerte de tener un marido que es superpadrazo y que está muchísimo con ellos cuando estoy fuera. Pero yo soy la que pone las reglas. ¿Qué me han enseñado los niños? A abrazar, a querer, a estar tranquila con ellos, me da muchísima paz estar en casa a su lado, tumbarme y que vengan todos. Me han enseñado a tener un hogar, que es lo máximo.
—Tu hija mayor, Cloe, ya es mayor de edad y está hecha una mujercita guapísima.
—Cloe está estudiando Hostelería en Suiza, está en primero de carrera y está encantada. Le ha salido la vena hostelera y ahí está, formándose, cocinando y estoy superorgullosa de ella.
—¿Y los tres chicos?
—Los tres están aquí conmigo. A Pedrito le queda este curso y uno más para terminar el colegio, tiene diecisiete años y está guapísimo… Le cuesta un poco ir a Pedraza ahora, pero también le gusta estar en plan familia, en pantalón de pijama y todos abrazados. Todavía tiene esa cosa de ‘hijo oso’. Luego está Roscón, que es la alegría de la casa, es el que más te saluda cuando llegas, el que más te abraza, el que hace un show todas las mañanas en Pedraza cuando se levanta a desayunar, saca una capa un sombrero y una espada… Es muy divertido. Además, la convivencia con Roscón, y eso lo saben todos los que tienen un niño con síndrome de Down, es muy alegre.
“Estas Navidades estaremos entre esta casa y la de mi madre, con Colate, que viene con su hijo, Nico, y estamos supercontentos. Mis hijos mueren por su primo”
—En tu Instagram sale mucho cantando y cocinando, está hecho un artista.
—Yo soy muy reflejar en mis redes sociales (@samyspain) mi vida diaria, lo que hago, lo que cocino, lo que viajo y cómo me visto, aunque tampoco soy muy fashion. Es el día a día real y me gusta mucho ser yo, cantando, bailando y haciendo deporte, que soy muy deportista.
—Y Diego, ¿cómo es?
—Ya tiene diez años, pero es el chiquitín, mi bebé. Es muy perfeccionista, sale por las mañanas el primero al cole y está siempre impecable, es mi debilidad porque es mi último bebé. Luego estaré deseando ser abuela, pero todavía falta mucho para eso.
—El año que viene cumples veinte años de casada, ¿cuál es el ingrediente secreto para estar así de bien?
—Ha sido muy importante tener dos trabajos y ser independientes. Él tiene su supertrabajo en Marqués de Riscal y yo tengo el mío, que me vuelve loca, mi catering y mi taberna, aunque en la taberna somos socios. Me llevo fenomenal con él, me gusta muchísimo cuidarle y hacer que se sienta como el rey de la casa, que para mí es importantísimo. Tenemos libertad, cada uno tiene sus obligaciones y las cumple y tenemos una vida familiar plena con nuestros maravillosos hijos y nuestros viajes.
—Si pudieses hablar con la Samantha de hace veinte años, ¿qué le dirías?
—Hace veinte años yo estaba en el sofá de mi casa, no me había casado, ni tenía novio, tenía treinta y un años y, por aquel entonces, pensaba que ya era mayor para casarme. ¡Fíjate cómo cambian las cosas! Pensaba: “Me quedaré soltera, tengo mi catering, tengo mis sobrinos…”. Yo siempre he sido muy feliz. La verdad es que he tenido muchísima suerte en la vida. En la parte profesional, me encanta lo que hago, me ha ido siempre muy bien y he disfrutado con cada uno de los pasos que he dado.
—Cuando empezaste con tu catering, ¿te imaginabas que algún día llegarías donde estás?
—¡Qué va! Nunca pensaba en el futuro, yo siempre he vivido el presente. Empecé con una caja con tres sartenes, un par de cuchillos y una tabla de cortar yendo a casa de mis amigos. A veces iba con mi patines y luego me compré una furgoneta. ¿Sabes lo que pasa? Que, hoy en día, la gente quiere hacer una empresa y en seis meses venderla y ser millonarios, todo muy rápido. Yo lo bueno es que empecé con dieciocho años. Comencé a formarme, pero ya iba cocinando y he ido muy poco a poco evolucionando. Llevo treinta y cuatro años haciendo caterings y estoy encima de todo. Ahora hemos vuelto a nacer porque la pandemia para nosotros ha sido terrorífica, bastante peor que para los restaurantes, porque ellos han podido estar abiertos. Hemos sido un poco los grandes olvidados.
—Y también sigues en MasterChef, que es una auténtica revolución, ¿cómo lo vives?
—Para nosotros, lo increíble no es que la gente nos quiera, es que la gente nos tiene en su casa, cocinamos con ellos, reímos con ellos y lloramos con ellos. A todo el mundo le encanta la relación que tenemos los tres porque tengo la suerte de estar con dos compañeros a los que amo y con los que me llevo divinamente. Me gusta cómo sale nuestro país, el campo, las ciudades, la gastronomía y el folclore. Tenemos una jefa, Macarena Rey, que es una crack de la tele, mezcla gastronomía, geografía, estética, competitividad y personajes perfectos. Vamos a hacer diez años y estamos muy orgullosos, somos unos privilegiados.
“Mis cuatro hijos son mi vida, mi planazo, mi felicidad, el mayor lujo que se puede tener. Me despierto todos los días esperando a que entren en mi habitación para estar”
—¿Qué planes tenéis para estas Navidades?
—Estaremos en Pedraza, entre esta casa y la de mi madre, con Colate, que viene con Nico y estamos super contentos. Estamos todos deseando que venga Nico porque mis hijos mueren por él. Dieguito ya ha sacado unos gorros para ir en trineo a la montaña con Nico, unos guantes para Nico… Todo es para Nico. Vino este verano, pero nos ha sabido a poco, queremos más.
Al cierre de estas líneas, conocíamos la triste noticia de la muerte de Verónica Forqué, quien fue una de las concursantes del último MasterChef Celebrity . Puestos en contacto telefónico con Samantha, nos hablaba, aún impactada, de lo que la actriz ha significado para ella: “Verónica era maravillosa. Como nada en este mundo. Para mí fue lo mejor que me pasó en este MasterChef. La quería con todo mi corazón. Me he quedado totalmente consternada. No me lo puedo creer”.