Estudió en París y en Estados Unidos, vivió en Tánger cuando se casó con Jorge Verstrynge, con veinte años, ha viajado, ha escrito, ha investigado, ha sido empresaria y profesora… y hasta Lady España en un época en que todos los focos estaban puestos en ella. Pero la mayor parte de su vida no tiene nada que ver con las luces y el interés que generó en los ochenta y noventa. María Vidaurreta aseguraba hace un tiempo en estas páginas que es una persona con muchas lecturas. Hoy se permite a sí misma tener más tiempo para su familia y amigos, sigue viajando a África y organizando viajes privados con el conservacionismo como sello, y es una abuela encantada rodeada de sus cuatro nietos, con los que posa por primera vez. Chloe, de catorce años; Flavie, de trece, y Carlo, de nueve, son hijos de Sigfrido y su nuera Sandie, y Eric, Jr., de cinco, de Eric y de su nuera Carmen. Todos han heredado la pasión por la ciudad donde nació su abuelo hace setenta y tres años. “Allí se criaron mis hijos y, de alguna manera, también lo están haciendo mis nietos”, dice María, cuyo matrimonio con Verstrynge finalizó en 1989 tras diecisiete años.
“Mis nietos viven en España. Los mayores viajan con frecuencia a Tánger, son muy viajeros. Les encanta y no se sienten extraños en absoluto. Eric, Jr., al ser el más pequeño, no ha tenido aún muchas oportunidades, pero Tánger es para todos. ¡Es como una especie de refugio!”. María nos recibe en la casa familiar: “Un riad invertido, pues, a diferencia de los riad marrakechís, en Tánger, las casas tradicionales de la casba y la medina tienen el patio o la terraza arriba”. Además, este tipo de casas suelen tener todas espléndidas vistas a la bahía de Tánger, casi hasta Malabata. “¡Es muy relajante sentarse aquí a ver cómo entra en el puerto el ferri procedente de España, esperemos que vuelva pronto!”.
“Tánger fue escenario de mi juventud, y volver aquí es como un viaje al pasado. Pero no es para nada triste, sino, al contrario, muy alegre”
—¿Cómo es tu vida cuando estás en Tánger?
—Cada vez que regreso a Tánger, es como entrar en un espacio extraordinario de nostalgia. Tánger fue escenario de mi juventud, y el volver aquí es como un viaje al pasado. Pero, contrariamente a lo que suelen ser los viajes al pasado y la vivencia de la nostalgia, el retorno a mi pasado y a ese escenario que, aunque hoy esté muy cambiado, fue y sigue siendo tan especial es un ejercicio que no es para nada triste, sino, al contrario, muy alegre.
—Disfrutas de la casa familiar.
—Se trata de una construcción de estilo colonial con toques árabe-andaluces, de finales del siglo XIX, situada en la antigua mellah del Tánger internacional. Durante un tiempo se cedió a un holandés que hizo de ella un hotel boutique. A la muerte de su madre, decidió volver a Holanda. Desde entonces la hemos recuperado y restaurado, siempre manteniendo esa esencia innata y mágica que posee.
“No esperaba que ser abuela me importase tanto. La vida ahí me ha dado una gran sorpresa”
—Nos presentas a tus cuatro nietos. ¿Cómo es María Vidaurreta como abuela?
—La verdad es que no esperaba que ser abuela me importase tanto. La vida ahí me ha dado una gran sorpresa. Uno de mis personajes favoritos del cine y de los musicales es Mame y ese role model de tía/abuela siempre me pareció fascinante. Quisiera creer que soy una abuela del tipo de auntie Mame, y me encantaría que mis nietos piensen en mí como en ese personaje. Me divierto mucho con todos ellos y aprendo especialmente de mis nietas. Como solo tuve hijos varones, me encanta ver cómo son, cómo crecen mis nietas. Por una parte, comparto con ellas ese universo enorme y diverso que abarca desde lo más banal hasta lo más profundo y que comúnmente lo identificamos como “cosas de chicas”. Eso no lo tuve con mis hijos y lo tengo ahora con ellas. Y, por otro lado, me gusta ver lo que significa ser mujer hoy a través de sus vidas, especialmente ahora que comienzan a ser unas teenagers divertidas, sanas y responsables. Además, yo tuve dos abuelas maravillosas de las que aprendí, sin saberlo en su momento, a ser abuela. Quisiera ser para mis nietos lo que mis abuelas fueron para mí. El recuerdo que tengo de mis dos abuelas, que eran muy distintas entre sí, es maravilloso. Yo espero, deseo, que a todos mis nietos les quede algo de mis pensamientos, de mi carácter, de mis pasiones, de mi rebeldía, en resumen, de mi historia de vida, como a mí me quedó, hasta hoy, de mis abuelas.
—Y cuando no estás Tánger, ¿en qué centras tu trabajo y tus esfuerzos?
—Creo que soy la perfecta jubilada, en el sentido de que “jubilación” viene de “júbilo”. Me ha sentado muy bien. Soy mucho más dueña de mi tiempo ahora que antes. Eso es muy gratificante y liberador. Ahora es mi familia, mis amigos, y mis viajes (sobre todo a África) lo que llena mi tiempo, y es un tiempo que disfruto mucho más.
“Creo que soy la perfecta jubilada, en el sentido de que ‘jubilación’ viene de ‘júbilo’. Me ha sentado muy bien. Ahora son mi familia, mis amigos y mis viajes lo que llena mi tiempo, y es un tiempo que disfruto mucho más”
—¿Sigues organizando viajes privados exclusivos a Tanzania y Kenia?
—¡Por supuesto! Son viajes a medida a Kenia, Tanzania, Namibia, Botswana, Zambia, Sudáfrica, Mozambique… Todos nuestros viajes llevan un maravilloso sello: la defensa y protección del medioambiente en esa parte del mundo. Los establecimientos con los que trabajamos (los mejores) comparten esa filosofía porque ellos, además, la viven todas las horas, todos los días.
—¿Y qué te gratifica a día de hoy?
—Muchas, muchas cosas. Pero una en particular es esa característica de la vida que consiste en seguir ofreciéndote sorpresas continuamente. Por ejemplo, este reportaje con mis nietos, ¡no sabes la ilusión que me ha hecho! El fin de semana de las fotos, en el que nos reunimos toda la familia en Tánger y se unió el equipo de ¡HOLA!, fue genial. Disfrutamos muchísimo estando juntos, riéndonos, comiendo cuscús, etc. ¡Siento que habéis hecho un trabajo precioso y para mí ha sido un regalo enorme!
“Me divierto mucho con todos mis nietos y aprendo especialmente de mis nietas. Como solo tuve hijos varones, me encanta ver cómo son y cómo crecen”
—Tu vida dista mucho de la imagen que durante un tiempo se tuvo de ti…
—Ah, ¿sí? Realmente, no sé qué imagen se tenía de mí. Supongo que estar bajo los focos, como yo estuve en un momento determinado de mi vida, a veces puede ocasionar muchas distorsiones en la percepción que la gente tiene de ti. Lo que te puedo decir es que hoy me siento más dueña de mis circunstancias. Desde hace muchos años estoy en un espacio de total libertad, por el que he trabajado mucho y que me da muchas satisfacciones.
Por qué Tánger
Tuve la gran suerte de llegar a Tánger con veinte años. Precoz, rebelde y soñadora, todos mis sentidos se abrieron ante el crisol cultural que empezaba a descubrir. Nunca antes había experimentado tal sensación de libertad, cosmopolitismo e intelectualidad, y todo ello enmarcado en un escenario casi irreal. Solo hacía catorce años desde que su estatuto internacional había concluido, pero aún se sentía que la ciudad seguía teniendo esa personalidad única y especial que le había conferido, en parte, ese histórico período de tiempo.
En el Tánger en que aterricé, aún vivían escritores, pintores, artistas en busca de inspiración y de una forma especial y fascinante de vivir.
Conocí al escritor Paul Bowles, al anticuario Adolfo de Velasco, al maestro del surrealismo Claudio Bravo y su mansión del siglo XIX en la forèt diplomatique… y a un enorme elenco de personajes que, en poco o en nada, se parecían a nadie que hubiera conocido anteriormente…
Entre ellos, estaba el abuelo de mis nietos, ingeniero belga proveniente de una familia de diplomáticos, que llegó a África a través del Congo, y acabó estableciéndose, como no podía ser de otro modo, en esa ciudad de benevolencia y de laissez aller. Y allí se criaron mis hijos y, de alguna manera, también lo están haciendo mis nietos, como siguiendo una estela imperceptible y kármica.
Contrariamente a lo que mucha gente cree, yo siento que hoy, después de tantos años, Tánger sigue pareciéndose a Tánger.
El icónico hotel El Minzah, fundado en 1930 por Lord Bute, continúa alojando a huéspedes de todos los países, y sigue siendo un lugar de peregrinación para muchos de nosotros. El escritor Tahar ben Jelloun, premio Goncourt, hace los vernissages de sus pinturas en la Kasbah, dándole un toque rive gauche, al igual que las exquisitas galerías Conil y la temeraria efervescencia de color del moderno arte africano.
El viejo establecimiento Madini continúa embriagando la Medina (a dos pasos de nuestra casa familiar) y el Boulevard Pasteur de sus esencias y perfumes.
También sigue ahí, como si el tiempo se hubiera detenido, el Café de París, escenario de la última secuencia de la película de Bertolucci Bajo el cielo protector , basada en la novela del mismo título de Paul Bowles, y donde este último aparece y nos advierte, al hilo de su relato, de la brevedad de nuestra existencia…
Y cuando el muecín sigue llamando a la oración, sus palabras me llegan mezcladas con el olor de las especias, el bullicio de las callejuelas y el incontrolable bavardage de Chloe, Flavie, Carlo y Eric, Jr.
—María Vidaurreta