Había una vez un niño que cada noche, al apagarse las luces, imaginaba “un mundo de ilusión, lleno de alegría y emoción”. Ese niño soñador se convertiría, con el tiempo, en un legendario payaso llamado Miliki. Ahora, su hijo, Emilio Aragón, nos cuenta su historia en el nuevo espectáculo de Circlassica, El sueño de Miliki , que ya había cautivado al público antes de su estreno. Nada menos que ciento cincuenta mil personas habían comprado ya sus entradas para acudir a la carpa instalada en el recinto ferial IFEMA-Madrid. Cabeza visible del proyecto junto a Productores de Sonrisas, el protagonista de Médico de familia nos comenta que “este proyecto llega un año después de lo inicialmente previsto” y que “el confinamiento me permitió cambiar muchas cosas”.
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—La historia que cuentas es la de un niño de siete años que sueña con hacer reír a la gente y componer canciones. ¿Puede… que esa sea la historia de Emilio Aragón?
—En realidad, la idea de este espectáculo surge del día en que mi padre me contó como él y mis tíos soñaban con cómo iban a ser los escenarios, los camerinos y los países que iban a recorrer embarcados en un circo.
—¿A ti no te gustaría volver a salir a una pista?
—Añoro salir a una pista, pero no quiero caer en la tentación porque me quitaría tiempo para escribir, producir o dirigir. Esa nostalgia la alivio con mi programa, BSO, de Movistar+.
“Mis hijos no se dedican a esto, pero lo que hacen es creativo. Icíar está en una agencia de publicidad, Maca es diseñadora de moda y Nacho se dedica también al mundo textil”
—Has trabajado también en el cine y la televisión, has compuesto y grabado discos, has dirigido orquestas y has publicado un libro de relatos. ¿Qué queda en tu tintero?
—Muchas cosas. Ahora estoy aprendiendo a tocar el chelo junto al mayor de mis tres nietos y este verano he empezado a recibir clases de cerámica.
—¿Hay algo que no sepas hacer? ¿Tienes alguna asignatura pendiente?
—Claro que las tengo. A mí me gusta mucho la pintura y me encantaría tener la facilidad que tienen algunos amigos míos de coger un lápiz y hacer una figura con tres trazos.
—A ninguno de tus hijos le ha dado por seguir tus pasos en el mundo del espectáculo, ¿fuiste tú quien les quitó la idea de la cabeza?
—Qué va. Mis hijos no se dedican a esto, pero lo que hacen es creativo. No se han ido por el mundo de ingenieros, ni el de los abogados, ni nada de eso. Icíar está en una agencia de publicidad, Maca es diseñadora de moda y Nacho se dedica también al mundo textil.
—Háblame de tus nietos, ¿te gustaría que alguno de ellos se dedicara a lo tuyo?
—Me haría muchísima ilusión que mis nietos siguieran mis pasos. De momento, tengo una sobrina que está recibiendo clases de arte dramático, mi sobrino Víctor va a sacar su primer disco dentro de nada y tengo una sobrina nieta de doce años que siente pasión por la interpretación.
—Te quedan menos de tres años para alcanzar la edad de la jubilación. Cuando llegue ese día, ¿te retirarás?
—Yo creo que podré aguantar, por lo menos, hasta los setenta años. Lo bueno que tiene lo de escribir o dirigir es que lo puedes hacer desde casa. Ahora me han pedido que dirija conciertos familiares con piezas sinfónicas y que prepare más cuentos del capitán Bebo, que así es como me llaman mis nietos. Estoy dándole vueltas a la idea de convertirlo en un personaje de animación para los niños.