Adam Driver resulta exótico habiendo nacido en California y con ascendencia europea, enigmático, aunque nunca ha tenido reparos en hablar de su vida, y ¿guapo? el debate se polariza más que nunca y no hay medias tintas, solo un consenso: un carisma inigualable. Ha representado todo tipo de papeles. Le hemos visto como el villano de La guerra de las galaxias, como el peculiar novio de Lena Dunham en Girls y ahora se convierte en el magnate de la moda Maurizio Gucci, tristemente asesinado por un sicario contratado por su exmujer en La casa Gucci. Adam saborea uno de los mejores momentos de su carrera y versatilidad ha quedado más que probada, tal vez, porque su vida también ha sido igualmente poliédrica.
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El actor tenía bastantes papeletas para dirigir su futuro hacia el mundo de la religión. Es hijo de un predicador de la iglesia baptista, mientras que su madre tocaba el piano en la iglesia. Allí, comenzó a cantar en el coro y en cierto modo fue definiendo su gusto por las artes escénicas. Tras el divorcio de sus padres, la familia se introdujo en otra comunidad eclesiástica mucho más estricta, de la que Driver no guarda buen recuerdo y, aunque acabaron yéndose de ese grupo tan ortodoxo, su madre se casó con otro predicador, de modo que la religión no dejó nunca de estar presente en su infancia.
Del coro de la iglesia, a la famosa escuela de artes escénicas neoyorquina Juilliard, o al menos esa era la intención del joven Adam, que de pronto se encontró con una carambola del destino. No fue admitido en la academia y poco tiempo después ocurrió la tragedia que conmocionó a Estados Unidos y al mundo: el 11S. Tras el terrible atentado, el fervor patriótico hizo engordar las filas del cuerpo de marines norteamericano que preparaba la invasió de Afganistan. Uno de los que decidieron dar un giro de timón y enfundarse el uniforme militar fue Adam, aunque él le resta épica. En una entrevista aseguró que más que por patriotismo, se alistó porque no estaba haciendo nada honesto con su vida, más allá de comer comida rápida.
Fue asignado a infantería pero a los tres años un accidente volvió a cambiar su vida y lo situó de nuevo en la casilla de salida. Durante una excursió por la montaña en bicicleta se rompió el esternón y tuvo que abandonar el Ejército, del que guarda un recuerdo imborrable e innumerables enseñanzas sobre todo en lo que se refiere al espíritu de sacrificio y la camaradería. pero, sobre todo, lo que nunca olvidó fue su pasión por la interpretación, por lo que al volver a la vida civil lo primero que hizo fue graduarse en Bellas Artes volver a probar suerte en Juilliard. Ni que decir tiene que esta vez lo consiguió.
Tenía 27 años cuando consiguió su primer papel. Entre tanto trabajó como teleoperador y como vendedor a domicilio entre otros pequeños empleos. Pronto fue encadenando papeles, hasta que la serie de Lena Dunham lo situó en el mapa y desde entonces, el ascenso ha sido imparable. Como suele pasar cada vez que se da un punto de inflexión, el actor estuvo a punto de rechazar el papel que cambiaría su vida. No era aficionado a las series de televisión, pero, afortunadamente, su agente le convenció para que aceptara. Era 2012 y solo un año más tarde contrajo matrimonio con la también actriz, Joanne Tucker, su novia desde la universidad, con la que tiene un hijo de cinco años. Con ella puso en marcha un proyecto con el que cerraría el círculo que une las dos caras de su vida: el teatro y el Ejército. Se trata de la organización sin ánimo de lucro Artes en las Fuerzas Armadas, con la que organiza espectáculos de teatro gratuitos para los soldados desplazados en bases militares de todo el mundo.