Nadie dijo que fuera fácil. Por eso, el discurso de Salma Hayek al recibir, por fin, su estrella en el Paseo de la Fama, ha dado la vuelta al mundo. La actriz y productora, una de las personalidades latinas más influyentes de la industria, dedicó la distinción a todos los fans que la han acompañado hasta alcanzar su sueño de triunfar en el cine estadounidense, a pesar de haber vivido malos momentos. Por eso no se centró solo en los parabienes.
Arropada por su marido, François-Henri Pinault, y su hija, Valentina , muy cambiada a sus catorce años, la intérprete recordó un duro episodio vivido, precisamente, en esa misma avenida donde ahora reluce su estrella, dos años después de haber llegado a Estados Unidos: “Iba con unas amigas y un hombre sacó un cuchillo y empezó a seguirnos, mejor dicho, a seguirme, tratando de apuñalarme. ¿Por qué os cuento esta historia? Porque cada vez que pienso en Hollywood Boulevard eso es lo que recuerdo. Y la verdad es que esa noche, cuando me fui a casa, me dije: “¿Qué estoy haciendo aquí? Nadie quiere que esté aquí. Casi me matan hoy””. Luchó contra sus miedos, contra el machismo y el racismo —incluso la llegaron a increpar por la calle para que regresara a México—, y hoy, treinta y siete años después, su nombre está grabado ya en el firmamento de Hollywood.