Para Meghan Markle nada es imposible y la segunda revolución está por llegar. Le gusta ir por libre -en palacio era imposible-, y, ahora, el mundo es suyo. Son cuatro, su imperio no para de crecer, se ha convertido en una de las mujeres más poderosas del mundo y todo apunta a que va en camino hacia el Despacho Oval.
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Cuando era niña, quería ser presidenta y, a sus 40 años, se multiplican las señales de que podría entrar en la esfera política. Son pequeños pasos con los que va dejando pistas grandes sobre el terreno. Por eso crecen las sospechas, y cada vez son más las voces que apuntan a que tiene planes estratégicos para llegar a la Casa Blanca. Debería ser neutral, pero cuando toma la palabra se encienden las especulaciones presidenciales.
“No tengáis miedo de hacer lo que sabéis que es correcto, incluso cuando no es popular, incluso cuando nunca antes se ha hecho, incluso si asusta a la gente, e incluso si te da miedo (...). A menudo es el miedo lo que nos paraliza y nos impide ser valientes y audaces (…). Es fácil sentirse abrumada, lo sé, pero cuando miréis atrás, os prometo que veréis que todo suma”, decía poco después de abandonar Gran Bretaña en la cumbre Girl Up , una iniciativa de las Naciones Unidas.
La duquesa no tiene miedo a nada. Siente que debe librar la misión de construir un mundo mejor y es cuestión de tiempo saber si más allá del trabajo humanitario -según Meghan, la única razón que la mueve- también está la conquista de América.
Es una mujer luchadora, tenaz, muy comprometida contra la injusticia, la defensa por la igualdad de las mujeres y de los derechos humanos, y tiene una ambición enorme. Lo ha confesado de nuevo en su reciente visita a Nueva York: “Es realmente preocupante que se vea como un rasgo negativo en las mujeres. No hay nada de malo en hablar sobre el éxito o la ambición de una mujer o su destreza financiera. Todos sabemos que, si puedes ser económicamente independiente, cambia la forma en que te mueves en el mundo…”.
Los rumores auspician que está buscando acomodo en el partido demócrata. Los duques son amigos del presidente Biden y su mujer, Jill; de la vicepresidenta Kamala Harris; y se han reunido en secreto con el gobernador demócrata de California, Gavin Newsom, y su esposa Jennifer, cineasta y actriz, aunque se dice que no fue “nada político”… No sólo eso, a Meghan se la ha visto, en Nueva York, en compañía de Hillary Clinton, Michelle Obama y otros altos cargos del partido, y los más aventurados ya pronostican su candidatura a gobernadora de California en 2024, para sustituir a Dianne Feinstein, que se jubila. De ser cierto y conseguirlo, sería un gran salto para optar a la presidencia en 2028.
Pasito a pasito, Meghan parece adentrarse en la carrera política y sus incursiones llaman mucho la atención de los analistas. Desde su posicionamiento a favor del voto a Biden, rompiendo la obligada neutralidad de la Familia Real… A luchar por un permiso remunerado por maternidad y paternidad, tras el nacimiento de un hijo, mediante una carta a la presidenta de la Cámara de Representantes y llamadas a senadores.
Acciones que desataron polémica -las llevó a cabo mediando su título: “Hola, soy la duquesa de Sussex”-, pero que le han servido de impulso para poder presentar su proyecto en una reunión bipartidista a la que asistirán 21 senadoras en Washington.
Detrás de cada intervención puede haber una estrategia muy calculada. Meghan podría estar ocultando sus verdaderas intenciones respecto a su futuro en la política estadounidense. Su amigo, el periodista Omid Scobie, con el que sí colaboró a la hora de escribir su biografía, como se ha sabido estos días, ya lo avanzó hace un año: “Tiene los ojos puestos en la presidencia de Estados Unidos y es la encarnación del sueño americano. Es posible que algún día veamos a Meghan convertirse en presidenta”.
La verdad es que con Markle nunca se sabe. Con una pandemia arrasando el mundo, ha conseguido la independencia financiera con suculentos contratos con plataformas audiovisuales, ha publicado un libro infantil, ha realizado una visita de alto nivel en la sede de la ONU, ha protagonizado junto a su marido la entrevista del año con Oprah Winfrey… Y, junto a Harry, también ha sido nombrada por la revista TIME una de las 100 personas más influyentes del mundo.
Y no parece que se vayan a detener. En Estados Unidos, no se puede hacer política sin dinero, y para seguir construyendo su imperio, los Sussex también han desembarcado en el mundo de las finanzas de la mano de Ethic. “Queremos repensar la naturaleza de las inversiones para ayudar a resolver los problemas globales que todos afrontamos”, explicaban en octubre en la página web de Archewell.
Algunos amigos suyos afirman que es un animal político y otros apuntan a que la razón principal por la que no renunció a la ciudadanía estadounidense cuando se casó con Harry fue dejar la puerta abierta a cualquier posibilidad.
Meghan conoce bien las necesidades, debilidades y sueños del pueblo americano, sabe cómo atraer la simpatía de las personas que la escuchan y es mucho lo que quiere lograr. Es un huracán que arriesga con todo y cree que, si uno lo intenta de verdad, se puede con todo. Viene de lejos. En Gran Bretaña sus empleados le habrían puesto el apodo “Me-gain” (“yo gano”).
Imparable de nuevo, la señora Markle está viviendo una aventura emocionante. ¿Tendrán razón los aventurados en pronosticar que será la próxima presidenta de los Estados Unidos? Aunque título ducal y carrera política no son compatibles, con Meghan todo es posible. Como se lo proponga...