Kitín Muñoz puede estar un día recorriendo el desierto del Sáhara a lomos de un camello y, al siguiente, compartiendo anécdotas sobre sus aventuras y expediciones en el Explorers Club de Nueva York, en el elegante Upper East Side de Manhattan. Una mañana puede estar desayunando con los tuaregs, vestido como un verdadero nómada bereber, y esa misma noche, compartiendo una cena de black tie con reyes y reinas. De hecho, el navegante y explorador viajó hace unos días a París en calidad de Embajador de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Allí participó en la cumbre anual de este organismo internacional junto a otros embajadores de Unesco, como la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo, la princesa Dana Firas de Jordania, el coleccionista de arte Sir David Nasser Khalili, la millonaria griega Marianna Vardinoyannis, o Setsuko Klossowska de Rola, viuda del pintor francés Balthus.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
“Llevábamos tiempo sin reunirnos por culpa del Covid. No se celebraba este encuentro desde hace varios años. Ha sido una reunión muy interesante”, dice Kitín en conversación con ¡HOLA!. Muñoz tiene muchas facetas: navegante, explorador científico y sociológico, aventurero, cónsul honorario del reino de Marruecos… Pero se siente especialmente orgulloso de su colaboración con Unesco. Está a punto de cumplir veinte años como embajador. “Todos los embajadores hemos aceptado ofrecer nuestro talento y reconocimiento internacional para sensibilizar a la opinión mundial sobre el trabajo de la Unesco. En la reunión anual, los embajadores de buena voluntad y los artistas por la paz muestran sus acciones y proyectos”, explica. También está a punto de cumplir veinte años de casado con la princesa Kalina de Bulgaria , la única hija del zar Simeón II de Bulgaria y de su mujer, la reina Margarita.
-Kitín, ¿qué proyecto has presentado en la reunión de Unesco?
-He presentado a Audrey Azoulay, directora general de Unesco, el boletín oficial del Explorers Club de N, que es una revista científica, que este mes publica en portada y páginas centrales la misión científica del buque escuela Juan Sebastián Elcano. Ya que ahora el buque escuela forma parte del programa Naciones Unidas de la Década de los Océanos, le he pedido a Madame Azoulay que entregue la bandera de la Unesco al buque. Y le ha encantado la idea. Ahora también voy a comenzar una serie de televisión con la Televisión Nacional Bulgaria BNT sobre el patrimonio cultural de Bulgaria. Y estoy trabajando en una película de cine documental sobre la ballena azul, Whale Nation, junto al director de cine Jean Albert Lievre.
-Durante muchos años, Kalina y tú habéis vivido en Marruecos. ¿Dónde estás viviendo ahora?
-Ahora vivimos en Bulgaria.
-El próximo año, Kalina y tú celebráis 20 años de casados. ¿Cuál es el secreto para un matrimonio tan sólido?
-Vuestro hijo, Simeón Hassan, ya tiene casi 15 años. ¿Os ha dicho qué le gustaría ser de mayor? ¿Quizá quiera ser explorador como tú?
-Es pronto para saberlo. Por el momento, sabemos que le gusta mucho vivir en Bulgaria. Quizás eso marque su camino.
-Seguramente, has tenido que interrumpir algunas aventuras por culpa de la pandemia. ¿Echas de menos tu vida de explorador?
-No, porque me he dedicado a mi familia, a nuestro hijo, que siendo pequeño, necesita a sus padres con él. En Marruecos hemos viajado mucho por el Sáhara en familia. Ahora ya puedo comenzar nuevos proyectos, como ir a la Antártida a filmar la ballena azul; ir al lago Titicaca, para preparar una balsa; o viajar por todo Bulgaria, filmando el patrimonio cultural, para la serie Unidos por el Patrimonio.
-¿Cuál ha sido la aventura más grande de tu vida?
- Vivir sobre balsas de juncos, cruzando el océano Pacífico con mis tripulaciones indígenas; o vivir cinco años en la isla de Pascua, preparando la expedición con los nativos rapanui. Pasar mi vida con los indígenas aimaras del Titicaca haciendo balsas; crear el festival del Moussem de Tan-Tan, con las tribus saharahuis, hoy patrimonio de la humanidad… Son muchas aventuras, todas valen como la mejor.