Ha pasado una semana, pero aún perdura la resaca de la gran boda real del príncipe Philippos de Grecia y Nina Flohr, celebrada el sábado 23 de octubre en Atenas. El enlace religioso ortodoxo entre el hijo pequeño de Constantino II y Ana María, reyes de los helenos, y la heredera suiza ha sido todo un acontecimiento que ha ocupado portadas y crónicas en las páginas de sociedad y de moda de todo el mundo.
Todo lo relacionado con la nueva pareja principesca fascina, ya que esta boda representa la unión de la realeza del Gotha con la realeza empresarial. Pero lo más fascinante de todo es el mundo de Nina, la nueva princesa de Grecia y Dinamarca: multimillonaria, ecologista y amante de la moda de lujo; de hecho, su vestido de novia, un Chanel alta costura inspirado en uno de los looks de la colección de otoño invierno 2021 y creado en exclusiva para ella, estaría valorado en más de un millón de euros. Además de la cantidad de metros y metros de moiré de tafetán de seda blanca que se emplearon en su confección, el rico bordado de cristal que rodeaba el escote barco en V y los motivos florales de la sobrefalda, bordados también con rutilantes piezas, convertían el traje de la novia real en una auténtica joya.
Desde luego, entre las 2.000 personas en todo el mundo que se pueden permitir comprar diseños de alta costura, se encuentra la esposa del príncipe Philippos. Flohr, de 34 años (uno menos que su marido), es la única hija del magnate suizo Thomas Flohr y Katharina Konecny, divorciados desde hace casi tres décadas. Thomas es el dueño de la compañía de jets privados más importante del mundo, VistaJet, la favorita de millonarios y famosos, con una flota de 73 aviones de todos los tamaños que vuelan a 187 países y que cobra tarifa por hora (un vuelo entre Londres y Moscú supera los 40.000 dólares). Amante de la velocidad —le gusta competir en las 24 horas de Le Mans al volante de un Ferrari, de forma amateur—, es uno de los hombres más ricos del mundo: se estima que su fortuna asciende a unos 1.920 millones de euros, según la revista Forbes. Y Nina es su única heredera.
La madre de la nueva princesa, Katharina, trabaja en Fabergé y ha sido directora de varias publicaciones de moda en Alemania y en Rusia. Puede que ella haya sido la mayor influencia de Nina de Grecia en cuanto a su gusto por vestir firmas de lujo, en especial, Chanel. A juzgar por las elecciones de su guardarropa nupcial, Nina es una de las mejores clientas de la maison creada por Mademoiselle: cinco de los seis trajes que ha llevado en las diferentes celebraciones de su boda, desde la ceremonia civil que tuvo lugar en diciembre en Saint-Moritz hasta el almuerzo que se organizó al día siguiente de la boda religiosa en Atenas, salieron de los talleres de la parisina Rue Cambon.
Pero una de las facetas más sorprendentes de Nina es su amor por la naturaleza. Después de trabajar durante un tiempo en la empresa de su padre, decidió dejar el puesto y ahora se dedica a la hostelería y al conservacionismo en la isla de Benguerra, en Mozambique. Allí, en las costas orientales de África, fundó Kisawa, un ecoresort que define como “un santuario” que celebra la cultura, la comunidad y el medio ambiente de Mozambique, buscando un vínculo profundo con la cultura y la naturaleza.
Junto con el hotel, la princesa ha fundado el Centro Bazuro de Estudios Científicos. Situado en el extremo opuesto de la isla, se trata de una plataforma innovadora que alberga el primer observatorio oceánico permanente, centrado en la investigación de múltiples ecosistemas en África. Benguerra es Parque Nacional Marino del WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) y hogar de los ecosistemas subtropicales más ricos e inexplorados del Océano Índico. Rodeada de altas dunas de arena, la zona alberga más de ciento cuarenta y cinco especies de aves, orcas, mantarrayas, dugongos, ballenas, tiburones, marlines y delfines. Gracias a sus aguas cálidas y cristalinas, la isla es también un vivero de ballenas y el hogar de cinco especies de tortugas.