Jennifer Gates era la viva imagen de la felicidad el día de su boda con el jinete olímpico Nayel Nassar, una elegante ceremonia celebrada la semana pasada y en la que tuvo a sus padres, Bill y Melinda, a su lado.
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Casi tres meses después de finalizar su divorcio, la pareja se unió para acompañar a su primogénita el día de su enlace, en el rancho de caballos ‘Evergate Stables’, de más de cincuenta hectáreas y valorado en catorce millones de euros, que posee en Westchester, en el estado de Nueva York.
El cofundador de Microsoft Bill Gates, que tiene una fortuna estimada en 116.000 millones de euros, dedicó unas emotivas palabras al nuevo matrimonio en Instagram: “Jenn y Nayel, es imposible expresar con palabras lo feliz que me hace veros llenos de alegría el día de vuestra boda. Estoy muy orgulloso de vosotros por todo lo que habéis logrado en la vida hasta ahora y todo lo que haréis juntos en el futuro”.
Un fin de semana de celebraciones
La novia llevó el “vestido de sus sueño”: un diseño color marfil de alta costura, de Vera Wang, que combinó con un velo de tul italiano de color marfil claro, bordado a mano, al igual que el traje, con encaje de macramé francés.
“Estoy muy orgulloso de vosotros por todo lo que habéis logrado en la vida hasta ahora y todo lo que haréis juntos en el futuro”, fue el emotivo mensaje que Bill Gates dedicó a los novios
A juego con el estilo de su futura esposa, Nayel vistió un esmoquin de Armani, en cuyo ojal llevaba prendido un lirio de los valles, la misma flor del ramo de novia de Jennifer.
Las celebraciones comenzaron el día anterior, con el Katb el Kitab, el rito islámico del matrimonio, con los familiares directos de los novios como únicos testigos. Al día siguiente, en la segunda ceremonia, a la pareja se unieron trescientos invitados… y el clima otoñal.
“Hacía un día de otoño precioso y acabábamos de terminar de hacer las fotos cuando empezó a llover”, contó Jennifer a la edición estadounidense de Vogue. “Un viejo amigo de la familia fue el encargado de oficiar la ceremonia y ambos escribimos nuestros votos. Fue un momento muy especial y muy íntimo”, comentó.
Tras señalar que este ha sido “un año difícil” para todos, a causa de la pandemia, y “para nuestras familias, que han tenido que atravesar una transición”, en referencia al fin del matrimonio de sus padres, después de veintisiete años de casados, la novia añadió: “Pero nuestro amor mutuo ha sido una constante. Poder celebrar nuestra boda con nuestros amigos y familiares más cercanos ha sido un sueño hecho realidad”.
“Poder celebrar nuestra boda con nuestros amigos y familiares más cercanos ha sido un sueño hecho realidad”
Que empiece la fiesta
Tras darse el ‘sí, quiero’, los recién casados trasladaron la fiesta a una carpa, erigida en el terreno de la finca, y Jennifer se puso un segundo vestido de alta costura, de Vera Wang, con escote cuadrado, forrado de tul nude y adornado con aplicaciones de encaje de macramé francés en la falda y los tirantes.
Los novios salieron a la pista y protagonizaron su primer baile al ritmo de Yellow Lights, que interpretó el cantante Harry Hudson, amigo de la pareja. Más tarde, según se ha informado, Coldplay subió al escenario.
La cena corrió a cargo del chef Jean-Georges, mientras que la repostera estadounidense Sylvia Weinstock, ya jubilada, abandonó su retiro para crear una espléndida tarta de seis pisos.
La boda fue la culminación a veintiún meses de planificación, después de que Nayel pidiera matrimonio a Jennifer, durante unas vacaciones en una estación de esquí, en enero de 2020. Graduados los dos por la Universidad de Stanford, se conocieron gracias a su pasión por la equitación y, en 2017, hicieron oficial su noviazgo en las redes sociales.
Con una vida muy ocupada, la pareja tuvo que hacer verdaderos juegos malabares para poder organizar su gran día: Jennifer estudia en la Escuela de Medicina Icahn Mount Sinai, en Nueva York, mientras que Nayel, junto al que coadministra su rancho ‘Evergate Stables’, formó parte del equipo ecuestre egipcio en los Juegos Olímpicos de Tokio.
“Planear una boda mientras yo hacía mis prácticas en la facultad de Medicina y Nayel se estaba preparando para las Olimpiadas no fue poca cosa”, dijo Jennifer. “Pero valió la pena compartir un día tan especial con nuestros seres más queridos. Un consejo que nos dieron —a lo largo de toda la planificación— fue que recordáramos que ese día era para nosotros y nuestro amor. Creo que lo tuvimos siempre en mente y también intentamos garantizar que nuestras familias y amigos pudieran divertirse”.