concha m rquez piquer© GettyImages

El día que Concha Márquez Piquer nos descubrió su lado más desconocido a través de sus recetas

En ‘Sabores. Las recetas de mi vida’, la artista desgranaba anécdotas de su vida, como cuando Eva Perón le salvó la vida, y sus platos estrella, como el pescado que preparó para Yul Brynner


26 de octubre de 2021 - 14:07 CEST

La muerte de Concha Márquez Piquer, el pasado lunes 18 de octubre, a los 75 años y a consecuencia de una insuficiencia respiratoria, ha teñido de luto el mundo de la copla. En los diversos obituarios e informaciones surgidos a raíz de la triste noticia, se ha recordado su intensa biografía, su belleza, su sentido del humor o su talento para el escenario, una cualidad que la hizo brillar más allá de la alargada sombra de su madre, la mítica Concha Piquer.

Para ti que te gusta

Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!

Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.

Este contenido es solo para suscriptores.

Suscríbete ahora para seguir leyendo.

TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

A lo largo de su vida, la artista también se lanzó varias veces al ruedo literario. Además de rubricar la historia de su madre (Así era mi madre: Biografía de doña Concha Piquer) y sus memorias (Yo misma), Márquez Piquer debutó en el mundo de las letras en el año 2002 con   Sabores. Las recetas de mi vida,  que fue prologado por su segundo marido, Ramiro Oliveros.

© GettyImages

Concha Márquez Piquer y su marido, Ramiro Oliveros, en una imagen de archivo.

Trucos de cocina y secretos de belleza

Aunque no se trata de unas memorias propiamente dichas, en el libro, la hija de Antonio Márquez y Concha Piquer, mezclaba, con la precisión de un chef, anécdotas personales con las más variadas recetas de diferentes partes del mundo, trucos de cocina e incluso secretos de belleza. “Doy dietas que, aunque no soy dietista, a mí me han ido bien, y consejos para el cuidado del cutis”, comentaba Concha en la presentación de la obra.

Recetas como la paella valenciana con baquetes (caracoles), que aprendió de su madre; el pato laqueado al horno, los tacos mexicanos o la barbacoa Argentina con chimichurri, fruto de su estrecha relación con Latinoamérica, junto con otras inspiradas en amigos, como las migas manchegas a lo Sara Montiel  o el salmón sueco a lo Kent Ericsson, se desgranan de una forma amena y original en el libro.

© GettyImages

Concha con Sara Montiel, quien inspiró su receta de las migas manchegas.

Con Eva Perón en la Quinta de los Olivos

Concha reconocía que sus múltiples viajes por el mundo habían sido escuela: “Desde muy pequeña acompañaba a mi madre en sus giras por América y Europa, de hecho, yo nací en Buenos Aires.  Eva Duarte de Perón fue mi madrinay mis padres a veces me dejaban con ella en su casa de la Quinta de los Olivos”.

Fue también en este libro, donde la artista desveló por primera vez que Evita le había salvado la vida. “Fue la primera vez que vine a España, yo tenía cuatro años y contraí el tifus. El doctor Arce, un radiólogo amigo de mi padre, les recomendó una medicina, la cloromicetina, que estaban preparando en Washington y no estaba comercializada. Entonces, Eva, a través de su embajador en Estados Unidos, nos la hizo llegar. Y me curé, pero ya me habían dado la extremaunción”.

© GettyImages

Concha y Curro Romero estuvieron casados 17 años

“En Lausanne aprendí francés, tenis, esquí, cocina y plancha. Allí conocí a Lex Barker, que iba con Carmen Cervera a visitar a una amiga mía al internado. Y en Londres estudiaba arte dramático y equitación. Después, en Madrid fui a una escuela de hogar, y allí sí que cocinábamos todos los días, lo que me vino muy bien, porque me casé con 17 años y eso era con 16, recuerdo que Curro (Romero) venía a buscarme a la escuela”.

Curro Romero, con el que Concha estuvo casada diecisiete años, también aparece en las páginas, al que le dedicaba una receta en forma de risa, “con todo mi corazón”. “La risa en cuestión, es una receta compuesta por una pizca de ironía, un pelín de sorna, una cucharadita de pena y una cucharada grande rebosante de perdón”, señalaba la artista.

Comida china y sabores amargos

Admitía que los sabores que habían predominado en su vida iban desde el cocido madrileño hasta las migas manchegas. “Me gusta también mucho la cocina picante mexicana y el curry, pero mi comida predilecta es la china”, decía. Y en un plano más personal, confesaba que había habido “muchos sabores amargos, pero esos los tengo en la mente, no en el paladar. Cuando tienes la mente amarga y el corazón destrozado, no quieres ni comer”.

Entre sus anécdotas, mencionaba su relación con celebridades de todo el mundo, como Picasso, Orson Welles, Ava Gardner o Yul Brynner, “que estuvo con Audrey Hepburn en el bautizo de mi hija Coral. Estaban rodando una película aquí y teníamos mucha relación”. Para el calvo más famoso del cine, Concha recordaba que cocinó en una ocasión: “No fue en mi casa, sino en una que él había alquilado en la calle O´Donnell. Le hice un pescado estilo París”.

© GettyImages

La estrella de Hollywood Yul Brynner, para el Concha cocinó un “pescado estilo París”, mientras el actor se encontraba en Madrid rodando una película.

Los “cien” baúles de la Piquer

La autora, reconocía que su madre, doña Concha Piquer, no era buena cocinera, ya que por su trabajo, no tenía tiempo. “Se acostaba a las dos de la mañana, se levantaba a las once, desayunaba y a las cinco de la tarde ya estaba en el teatro, porque tenían que hacerle su peinado de ondas al agua. Pero cuando viajábamos siempre llevaba a su cocinera, que era sevillana, bueno y también a mi tata, a su doncella... éramos muchísimos, hasta un canario que se llamaba ‘Don Marcelo’ y un chau chau que se llamaba ‘Tico‘. Además de los ciento y pico baules, claro”.

Porque el mítico mítico baúl de la Piquer no ero uno, sino cien, y en ellos, como recordaba la artista, llevaban de todo, “aceite de oliva, jamones, ropa de cama, agua de Cestona, de la que mi padre, no sé por qué, se bebía seis o siete vasos diarios...”