Claudia Stilianopoulos no es princesa, pero tiene palacio. Sus padres, Esperanza Ridruejo y el embajador filipino José Manuel Stilianopoulos, le legaron una propiedad singular en el Madrid de los Austrias. Oficialmente, se llama casa palacio de Elduayen. Pero el tout de la capital siempre la ha conocido como “la casa de Pitita”: un palacete de casi tres mil metros cuadrados distribuidos en tres plantas, a pocos pasos del Palacio Real y el Monasterio de la Encarnación. Si alguna vez el príncipe Ernesto de Hannover recala allí, no echará de menos su castillo alemán. La casa palacio de Elduayen tiene capilla propia, decorada con una cúpula celestial; una sucesión de salones con bellos frescos y paredes artesonadas; una terraza ajardinada y hasta un tablao flamenco legendario.
El palacete de los Stilianopoulos tiene una ubicación mística, casi divina, a la altura de la mujer de fe que era Pitita. El edificio linda con el antiguo Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, la institución fundada por los Reyes Católicos para mantener “la ortodoxia católica”, y con el instituto de Santa Teresa de Jesús. Ridruejo era ferviente devota de la noble abulense. “Ella me ha enseñado que no hay que pedirle nada a Dios, que él ya sabe lo que necesitamos, lo que queremos”, le dijo a Francisco Umbral en una entrevista publicada en El País, en marzo de 1984. “Santa Teresa decía unas cosas tan graciosas…”
La casa de los Stilianopoulos -que ahora es de Claudia- está convenientemente cerca de Joy Eslava, la legendaria discoteca de la calle del Arenal. Pitita la frecuentaba en las alocadas noches de la Movida madrileña. “¿Por qué vas tanto a Joy Eslava? Es otra contradicción sin resolver. ¿Eres una mística o una mundana?”, preguntó Umbral a su musa. “Por las mañanas, hago una hora de meditación diaria en la capilla, a veces pongo gregoriano, y otra hora por la tarde, y luego por la noche me voy a Joy Eslava porque me gusta la gente”, respondió la aristócrata, que después de una noche de fiesta podía desayunar churros en la chocolatería San Ginés o saltarse la primera comida del día y esperar al mediodía para encargar un cocido madrileño a sus amigos de La Bola.
Diez balcones a la calle
La casa palacio de Elduayen fue construida sobre un solar que hacía esquina entre las calles de Fomento y Torija, donde estuvo la residencia del marqués de Cañizares, conde de Luna de Aragón, y Ia del marqués de la Regalía en el siglo XVII. El edificio actual no se sabe a ciencia cierta cuando se construyó, pero es probable que se levantara durante la primera mitad del siglo XIX, ya que por su composición arquitectónica está más cerca de las construcciones palaciegas y aristocráticas de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
Se trata de un monumento de estilo clásico, compuesto por sótano y tres cuerpos en altura que presentan una acusada simetría en la disposición de los vanos y los balcones. La armonía de la fachada, realizada en ladrillo, se completa con las decoraciones en piedra blanca que se disponen en las líneas de imposta que separan los diferentes cuerpos del edificio y con unos elegantes balcones situados en el piso principal, decorados con motivos barrocos.
“Una casa con once balcones a la calle no es un palacete, es un palacio”, dijo una vez un conocido aristócrata madrileño. La de Claudia Stilianopoulos tiene diez balcones sobre dos de las calles más recoletas de Madrid. Es un edificio protegido, catalogado de “singular” por contar con “elementos relevantes en la historia del arte y la arquitectura madrileña” y por constituir “un hito dentro de la trama urbana de la ciudad”. “No te dejan ni poner un clavo”, se lamentó Pitita en una entrevista televisiva.
Esta casa es una ruina
“Cuando la compramos, estaba en ruina técnica”, reveló Ridruejo. Su marido, que fue embajador de Filipinas en España, Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Noruega, lo adquirió en 1977 a 28 propietarios en un proindiviso. Entre los inquilinos había una vieja marquesa, un abogado, un jubilado y un tablao legendario. Porque en la planta baja del palacete funcionaba el Café de Chinitas, donde actuaba la flor y nata del flamenco: José Mercé, Enrique Morente, Carmen Linares, El Lebrijano, Dolores Amaya, Antonio Canales, Rafael Amargo y un interminable etcétera.
“Teníamos miedo, porque el edificio estaba en condiciones deplorables”, recordó Pitita en una entrevista en Blanco y Negro, en los años 80. Las obras de restauración no estuvieron exentas de polémica. La política socialista Francisca Sauquillo criticó el proyecto diciendo que los Stilianopoulos querían “tirar el inmueble”. Nada más lejos de la realidad.
Tras años de obras y controversias, la casa recuperó su esplendor original: un comedor para 22 personas recubierto con azulejos sevillanos, una biblioteca con paredes enteladas, y un gran salón con un piano lleno de fotografías de la dueña de casa y sus “amigas y conocidas”: la Reina de Inglaterra, Imelda Marcos, o la Condesa de Barcelona, que fue su madrina de boda. La aristócrata dispuso sus apartamentos privados al estilo de una reina. Es decir, en la planta noble, con su vestidor, su tocador y su cuarto de baño.
La casa permaneció igual hasta la muerte de Pitita, en 2019. El año pasado, su hija liquidó el contrato de alquiler que tenía con el Café de Chinitas. Ahora, el local está en obras. Otras partes de la propiedad también parecen estar bajo reforma.
En el verano de 1980, Umbral dedicó una columna al palacete. La tituló La casa de Pitita. “La casa se ha convertido en metáfora de España misma y su Transición. Pitita la compró para restaurarla y entró en ella como han entrado en España la monarquía, la democracia, la reforma, Suárez y la Transición”, escribió Paco. “La casa de la calle de Fomento, como España misma, es una demorada reyerta nacional en que abogados, marquesas, princesas de las finanzas, como Pitita, y Manolitas Malasaña del pueblo, como la Sauquillo, discuten sus legalidades dentro de unas ruinas y una zambra turística”. Ahora, Claudia Stilianopoulos está escribiendo un nuevo capítulo de esta historia, con príncipe güelfo incluido.