El paraje de San Salvador de Moru, uno de los más bellos rincones del concejo de Ribadesella, fue el escenario elegido para rendir un emotivo homenaje a Menchu Álvarez del Valle dos meses después de su fallecimiento. La abuela de doña Letizia falleció el 27 de julio a los 93 años de edad, en su casa de Sardéu, donde tan feliz fue durante gran parte de su vida. En esta localidad asturiana Menchu encontró su remanso de paz y sus amigas y compañeras de la tertulia femenina El Garabato han querido rendirle tributo con el único deseo de "cumplir su última voluntad, aquello que quería que fuese su último viaje", nos cuentan amablemente Estela Rosete y Patricia Toyos, integrantes de la tertulia y dos de las personas que mejor conocían a la ilustre periodista de sonrisa amable y una vida llena de anécdotas y experiencias que contar.
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"El homenaje ha sido a Menchu Álvarez del Valle, no como 'abuela de' o 'madre de', sino como la gran locutora radiofónica y un pilar ilustre de la tertulia femenina El Garabato", quisieron destacar sus compañeras. Menchu nunca buscó la fama ni el protagonismo, las circunstancias le llevaron a ello, pero ella siempre quiso ser recordada por su trabajo. "Fue un homenaje muy bonito, como ella se merecía. Un encuentro sencillo, porque ella no era amiga de grandes eventos y siempre intentaba pasar lo más desapercibida posible, pero a la vez sensible, al que asistió todo el que quiso, en un entorno en el que ella se encontraba a gusto porque era una amante de la naturaleza y la poesía", añadieron.
En este último adiós no faltó el sonido de la gaita, pero tampoco la poesía. La madre de Jesús Ortiz, padre de doña Letizia, era una apasionada de la poesía y de la cultura asturiana. Durante el acto se leyó una nana en bable creada por la locutora cuando grabó un disco en los años 70, se escuchó un Padre Nuestro Marinero en voz de Menchu y se cumplió uno de sus últimos deseos que fue que su amiga y compañera de Radio Nacional Rita María Álvarez leyese el poema Señor que lo quisiste, de Dulce María Loynaz. Del mismo modo, todas las integrantes de la tertulia El Garabato quisieron dedicarle unas palabras llenas de emoción y sentimiento, escritas por Estela Rosete: "Para ti que ya no estás, que te has ido a tu viaje definitivo. Todo es nada desde que ya no estás, pero tu recuerdo vuela en el aire, la vida seguirá, como tu decías, aunque será mucho más triste porque nos falta tu presencia. Aun así sonreiremos porque sabemos que tú también querrías sonreir junto a nosotras. Recordamos con cariño tantos ratos maravillosos y todas las cosas buenas que aprendimos de ti, nunca te olvidaremos Menchu, seguirás inspirándonos. Sabemos que seguirás siempre, siempre muy cerca. Descansa en paz".
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La emotiva carta de su hermana pequeña
Entre los casi un centenar de asistentes se pudo ver a su hija Henar Ortiz, que siguió emocionada cada una de las muestras de cariño dirigidas a su madre, y se leyó una semblanza escrita por su hermana menor, Marisol Álvarez del Valle, que no pudo asistir al homenaje por motivos familiares, pero quiso estar presente mediante esta carta que leyó una de sus compañeras. "Menchu con 12 años en bicicleta, pedaleando a toda velocidad por un estrecho camino de carros, y yo sentada en el manillar. En moto, ella sola. Desde San Sebastián a Madrid y de Madrid, conmigo, a Oviedo pasando de noche por el Puerto de Pajares. Así de intrépida era mi hermana Menchu. Vivió muchas situaciones de peligro sin pestañear. Su actitud, alegre, valiente, le sirvió de resorte para triunfar en una profesión que se estaba creando en esos momentos. Menchu fue autodidacta, aunque estudiaba todo cuanto tenía ante sí. Quería a la gente. Amaba la poesía y lloraba al ver una flor hermosa. Cuando alguien la atacaba se crecía un poco más. Los obstáculos con los que se encontraba eran un fuerte acicate para reconducir su vida. Escribía en una máquina Oliveti cuando llegó la computadora. ¡Las nuevas tecnologías!: otro acicate para Menchu. Cabalgó en el ordenador, en el móvil y en la Tablet como las hubiese manejado toda la vida. Encajó con entereza y serenidad los acontecimientos extraordinarios, alegres o tristes que le tocó vivir. Entre sus prioridades estaba la independencia. Vivir con autonomía, sin presiones, sin condicionamientos. No obstante, necesitaba la comunicación como el aire para respirar. Y en su última etapa vital tuvo esa comunicación. Disfrutó de la amistad de un notable grupo de amigas: la Tertulia El Garabatu. Con ellas compartió horas inolvidables y enriquecedoras, que le hicieron feliz. Pero si tuviese que señalar algo que la definiese de forma más completa seria su valor: Menchu sin miedo. Ni en la carretera, ni en los caminos, ni en una casa solitaria. Menchu jamás sintió miedo. No supo, nunca, qué era ese sentimiento. Es posible que su risa fuera su arma mágica para derrotar al miedo. Siento no estar presente en este acto con todos vosotros. Os doy las gracias. Recibid todo mi cariño. Fdo. Mari Sol Alvarez del Valle (La hermana pequeña de Menchu).
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Unas palabras llenas de emoción que resonaron en este precioso paraje de Ribadesella junto a la imagen de una sonriente Menchu Álvarez del Valle, la Virgen de Covandoga, de la que era fiel devota, y el sonido de una gaita que hizo sonar Sergio Luaces. Para poner el broche de oro a este encuentro amenizado por el coro La Fuentina, la soprano Dorothy Gillet puso voz al Ave María y entonó el Himno de Asturias que emocionó a todos los presentes. D.E.P. Menchu Álvarez del Valle.